Enrico Letta, en Hora 25: "La globalización es la lluvia y Europa es el paraguas"
Aimar entrevista al ex primer ministro de Italia, ponente en la primera jornada del foro 'World in Progress Barcelona'
Madrid
Se suele decir que las comparaciones son odiosas porque se puede salir mal parado o con un complejo enorme. Pero son necesarias. Si uno quiere mejorar, aprender de los errores y no quedarse atrás, tiene que fijarse en los demás. Eso vale también para algo tan complejo como la Unión Europea. Enrico Letta, ex primer ministro italiano, progresista, recibió un encargo del Consejo Europeo que no era precisamente fácil. Le pidieron que hiciera un informe sobre la Unión. Ya lo ha presentado y no se anda con paños calientes: nos estamos quedando atrás, pero la situación no es irreversible. Hoy, Enrico Letta está en Barcelona, porque es uno de los ponentes del 'World In Progress Barcelona', foro organizado por el Grupo Prisa.
Las entrevistas de Aimar | Enrico Letta, ex primer ministro de Italia
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¿La Unión Europea está en declive?
La Unión Europea atraviesa grandes dificultades y entrará en un gran declive si no toma decisiones importantes para integrarse en los sectores en los que no está integrada y es menos competitiva. Y estos sectores son la energía, las telecomunicaciones y los mercados financieros. Son tres sectores que, paradójicamente no están integrados. Tenemos la misma moneda, pero no tenemos el mismo mercado financiero, ni el mismo mercado de la energía, ni un único mercado de las telecomunicaciones. Y, en estos sectores, la fragmentación hace fuertes a los americanos, a los chinos y a los indios y nos hace a todos nosotros más débiles.
¿Usted sugiere que las grandes empresas de esos sectores se puedan fusionar?
En algunos de estos sectores, como, por ejemplo, en el campo de las telecomunicaciones, los mercados son 27. Tenemos en cada mercado tres o cuatro opciones... Mi propuesta es pasar a un mercado único, un mercado único donde haya 10, 15 o 20 operadores. La protección al consumidor estaría garantizada, pero al mismo tiempo tendríamos empresas de dimensiones mundiales. Hoy, en Europa, tenemos en el campo de las telecomunicaciones a 80 empresas, pero todas ellas son demasiado pequeñas para competir con los gigantes chinos o americanos. Lo mismo vale para la energía o los servicios financieros. El mercado nacional es demasiado pequeño.
Usted dice que le entristece que nos hayamos convertido, en términos financieros, en una colonia de Estados Unidos
Es la verdad. Si nuestros oyentes piensan en cuántas transacciones financieras han hecho hoy, todas transacciones digitales y muchas de ellas hechas con plataformas estadounidenses. Con tarjetas de crédito no europeas, sino americanas. Todo ha ido a estados Unidos. La dimensión de los mercados financieros fragmentada y solo nacional hace ganar a los americanos. Y nos hace muy débiles a nosotros. Por eso, digo que nos estamos convirtiendo en una colonia estadounidense. Este ejemplo de las tarjetas de crédito me parece muy evidente. Podríamos hacer el mismo ejemplo con los ahorros. Los ahorros de los europeos van a los Estados Unidos porque el mercado financiero americano está más unido y es más atractivo.
Hemos confiado nuestra seguridad a los Estados Unidos, tenemos una enorme dependencia energética de Rusia o de países árabes y en China se fabrica prácticamente todo lo que usamos: desde móviles, hasta los disfraces de Halloween. ¿En qué papel quedamos nosotros?
Son muchos sectores. Piense en la industria aeronáutica, ahí somos más fuertes que los americanos. ¿Por qué? Porque estamos unidos, porque tenemos un único gran operador que se llama Airbus y le gana a los otros operadores mundiales. Ese es el problema más grande. Estar muy divididos y fragmentados solo con mercados nacionales es lo que está haciendo que la economía europea esté en declive. Y esto es lo que hace más débil la inversión principal, que es el de la innovación y la investigación. Los americanos tienen los capitales privados para hacerlo porque tienen un mercado financiero único y estos capitales ayudan a la economía americana mucho más innovadora de lo que es la europea.
Usted parte de la base de que el Mercado Único es producto de una época en la que tanto la Unión Europea como el mundo eran "más pequeños". En 1985, cuando Jacques Delors concibió el Mercado Único Europeo, China y la India juntas constituían menos del 5% de la economía mundial y nadie había oído hablar de los BRICS. Ese mundo ya no existe. ¿Cómo tenemos que actualizarnos para poder jugar un papel relevante en este nuevo orden mundial?
No es difícil. Basta con hacer lo que ya hemos con la moneda. La moneda la hemos integrado. Hoy, en nuestros bolsillos, el símbolo de la identidad de cada país, o sea la moneda, es, en el fondo, el símbolo de una identidad europea. Sin ir más lejos, la moneda que tenemos en el bolsillo está escrita en lenguas distintas, con otro alfabeto, pero somos todos europeos. Tenemos que hacer lo mismo en otros sectores que hemos tenido fragmentados. Esto es posible sin cambiar los tratados. Y mi sugerencia es que si algunos países europeos, no quieren, los grandes países europeos tienen que avanzar todos modos. Por eso estoy muy contento porque he escuchado al ministro de Economía español, Carlos Cuerpo, decir algo muy parecido y con mucha determinación. Si continuamos con esta fragmentación, en poco tiempo, el único debate que tendremos en Europa será entre los que quieren ser una colonia china o una colonia americana.
¿Existe una identidad europea?
La identidad europea existe y basta salir fuera de Europa para darse cuenta de lo que es la identidad europea. Yo he hecho un largo viaje para escribir este informe. Este largo viaje me ha llevado de Helsinki a Málaga, de Atenas a Dublín. He recorrido toda Europa y me he sentido como en casa en todas partes, en toda Europea. Si le digo la verdad, en mi casa se come mejor; pero en toda Europa me he sentido como en casa sobre los valores, sobre el comportamiento, sobre las relaciones entre personas, sobre el estado de derecho, tantas cuestiones que nos hacen a los europeos un continente con una profunda identidad en la que tenemos creer más.
Si pudiéramos volver atrás en el tiempo, ¿usted sería partidario de la entrada de Hungría en la Unión Europea?
Yo siempre distingo: si uno va a Budapest, uno se da cuenta de que es una gran capital europea, como otras grandes capitales europeas. El problema es que antes de la ampliación no hemos cambiado las reglas como tendríamos que haberlas cambiado. Por ejemplo, no se ha eliminado el derecho de veto, que hoy da una fuerza destructiva a uno como Orban. Tenemos que aprender la lección y, en la próxima ampliación, la premisa es que habrá que cambiar esta regla y quitar la regla de la unanimidad y el derecho de veto.
¿Hay que cambiar nuestros mecanismos en la toma de decisiones?
Me parece que ya es evidente que este mecanismo no funciona, aunque hacemos todo lo posible para que funcione, pero no es suficiente.
En diciembre del año pasado, se acordó iniciar las negociaciones de adhesión con Ucrania. ¿Qué vamos a ganar los europeos si ese largo camino concluye con la entrada de Ucrania en la Unión?
Será un recorrido largo, no es un recorrido sencillo. Ucrania es especialmente grande. Desde el punto de las dimensiones, es una cuestión muy compleja, sobre todo en el tema de la agricultura. No es una decisión que se tomará en pocos meses o en pocos años, pero yo creo que estratégicamente la elección de ampliar la Unión Europea es justa, porque el mundo se está ampliado y nosotros tenemos que conseguir ser siempre más grandes y tener más capacidad de interpretar todo el continente.
Es un hecho que algunas consecuencias indeseadas de la globalización dejaron a muchas personas con la sensación de que se habían quedado a la intemperie. Por eso, quieren ahora un estado fuerte. ¿Cómo convencería a los nostálgicos del Estado fuerte de que hace falta una mayor integración europea?
Les contaría la historia del Reino Unido y del Brexit. El Brexit nació exactamente con esa idea de devolver fuerza y control. Si uno piensa a la inmigración ilegal, hay más inmigración ilegal en Gran Bretaña hoy con la Gran Bretaña fuera de la Unión Europea de la que había antes. No me parece que Reino Unido haya ganado nada estando fuera de Europa. La cuestión es que sentirse a la intemperie es una dinámica típica de los fenómenos de globalización. La Europa integrada y unida es una respuesta de protección, no es la lluvia que cae, la lluvia que cae es la globalización, Europa es el paraguas y Europa es la posibilidad de hacer esa lluvia menos complicada y menos negativa para la vida de los ciudadanos más débiles, que hoy están protegidos de Europa. Los ciudadanos ricos, los fuertes, no necesitan a la Unión Europea. Tienen sus capitales y sus patrimonios para defenderse. Cuando se creó el euro, había tantas incertidumbres, tantas dudas... Si miramos hoy, veinticinco años después, a nadie se le pasaría por la cabeza volver a su lira o a su peseta. A nadie. De hecho, en las encuestas, el 75% de los ciudadanos europeos quiere seguir en el euro. Y esa es la demostración más fuerte de la elección que hemos hecho.
¿Por qué en Italia se ha dejado de hablar de Italexit?
Es la demostración del hecho de que la gente es más inteligente que sus líderes. La gente ha entendido que los "exit" son suicidas. En Francia, nadie habla más de "Frexit". En Italia, nadie habla más de Italexit. En España, sois más inteligentes porque nunca habéis hablado de "Spexit". Habéis hecho bien.
En España, tenemos un clima político muy crispado. Usted es progresista, pero tiene una buena relación personal con Giorgia Meloni
Yo creo que existen deberes institucionales que deben tener los que han liderado países y que saben que existe una representación colectiva, que existe la necesidad de que los países estén unidos. Yo discrepo mucho de la actual primera ministra, le rebato, pero creo que es importante que haya un diálogo institucional. Este dialogo institucional, es inusual, lo sé, porque la política actual vive de la polarización. Creo que la polarización es uno de los males de la democracia. El exceso de polarización.
En España ha crecido la preocupación por la inmigración, aunque -cuando se les pregunta uno a uno- los ciudadanos reconocen que en su día a día les afecta más, por ejemplo, el acceso a la vivienda. ¿La inmigración ya no preocupa por una cuestión laboral, sino por una cuestión identitaria?
La inmigración es un tema de la agenda en cualquier sitio y sobre el que hay que hacer elecciones que sean eficaces. Pero no podemos considerar la inmigración exclusivamente como una cuestión de seguridad. La inmigración es también esa inmigración que hace diez años Alemania decidió integrar. Y esa integración que Merkel hizo (que fue complicada políticamente) y eso le dará a Alemania una marcha en más. Alemania ha afrontado un tema que otros países europeos, como el mío se encontrará delante. Los problemas del envejecimiento de la población y la falta de mano de obra. Y estos problemas solo se superan con la integración. Yo estoy a favor por afrontar la inmigración con una visión de conjunto. Con una actitud firme, pero justa y, al mismo tiempo, mirando a largo plazo, porque no se pueden tomar decisiones mirando a corto plazo.
¿Qué opinión tiene de la española Teresa Ribera, que se convertirá próximamente en comisaria de competencia y vicepresidenta de la Comisión?
Es muy buena. Yo pasé muchos años con ella en París, porque trabajábamos en la misma universidad. Sé lo competente que es y lo hará muy bien en Europa.
Marisol Rojas
Trabaja en la Cadena Ser desde 2007. Empezó madrugando en Hoy por Hoy y ahora trasnocha en Hora 25....