La novia del criminal

Barcelona

La condena a diez años de cárcel contra Eduardo Zaplana, por varios delitos de corrupción, es ilustrativa. Nos recuerda, primero, que el Gobierno de Aznar del que formó parte, y la Generalitat Valenciana que presidió, fueron guarida o fermento de corruptos, la mayor concentración en cualquier ejecutivo democrático. Así que Aznar si puede hacer algo, que lo haga: puede, por ejemplo, pedir perdón. ¿Por qué no se calla, con ese personal que promocionó?

Pero hay más lecciones. Primera lección. Dime de qué presumes y te diré de qué careces, nos aconseja el refranero español. La secretaria general Cuca Gamarra, no debería olvidarse de que su PP ha sido condenado también como persona jurídica, por corrupción, en tres sentencias del Tribunal Supremo. Cuca debería ser más prudente antes de endosar esas prácticas a sus rivales, o al menos, esperar a que tengan más base que un testimonio anónimo, y por tanto, despreciable.

Segunda lección. Quién esté libre de pecado que tire la primera piedra, dice el Evangelio según San Juan. Es lo que pronunció Jesús frente a quienes acusaban a una mujer de adúltera, y en vez de apedrearla, todos acabaron escabulléndose. Como Alberto Feijóo, que calla como un muerto ante la condena de Zaplana, mientras resulta muy parlanchín aireando sospechas de momento sin fundamento.

Tercera lección. Cree el ladrón que todos son de su condición. Recuerde este refrán la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. Antes de acusar a la Moncloa de vivir sobre “una montaña de corrupción” debería reconocer que comparte techo con un criminal confeso, es decir, con quien ha confesado que es un delincuente fiscal, precisamente su novio. Porque si viertes acusaciones no probadas, la mínima equidad exige que reconozca algo que va mucho más allá, el delito confesado. Aunque todavía no sea objeto de condena, como los de Zaplana que tampoco lamenta, ni critica. Parece que a esta señora le va la gente rara.