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¿Qué probabilidad hay de que nos demos de bruces con nuestro doble por la calle?

Marta Fernández habla en 'La Academia de Saberes Inútiles' sobre la presencia de los dobles en la literatura

Academia de saberes inútiles | ¿Qué da más miedo que un doble?

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Madrid

Stephen King definía el terror como ese momento en el que vuelves a casa y te das cuenta de que se han llevado todo lo que tienes y lo han sustituido por su copia exacta. Marta Fernández ha querido convertir ese terror en pánico en La Ventana y ha recordado la historia de Madame M en su Academia de Saberes Inútiles, donde también ha hablado de todas esas veces en las que la literatura habló de dobles.

El 3 de junio de 1819 Madame M entró en una comisaría de París para denunciar que su marido había sido sustituido por un impostor. También sus niños, quienes, aseguraba, habían sido abducidos y reemplazados por copias vivientes perfectas, y sus amigos. Es más, estaba segura de que, en algún momento, un doble de ella misma se paseaba por las calles de París.

Madame M estaba asustadísima. A los policías les llamó la atención porque parecía una señora muy respetable; rondaba los 50 años, era muy amable y además iba bien vestida. Parecía una señora completamente normal, pero lo que decía no tenía sentido: aseguraba que lo que pasaba en su casa también sucedía con otras familias y que solo ella se daba cuenta. Todos los ciudadanos de París estaban siendo sustituidos, insistía.

La mujer fue trasladada a la Enfermería Especial de la policía de París, donde le hicieron pruebas psicológicas. Cuatro días después, la mandaron a la Casa Blanca, un famoso sanatorio mental de la época que era pionero en el estudio de la psicología. La mujer se quedó aliviada porque allí encontró, por fin, a un doctor que la escuchara.

El hombre se ganó su confianza y la dejó hablar. Madame M era muy educada y no cometía excesos, pero se ponía muy nerviosa cuando hablaba de los dobles. Más todavía cuando creyó que el personal del sanatorio estaba siendo sustituido e intentó fugarse. No lo consiguió y volvió a su terapia, que duró años. En 1923 el doctor describió la dolencia de Madame M como "La ilusión de los dobles", que más tarde se conocería como el síndrome de Capgras. O lo que es lo mismo: creer que nuestros seres queridos han sido reemplazados por dobles idénticos en el exterior pero sin alma.

La obsesión con los dobles en la literatura

Durante el siglo XIX los escritores se obsesionaron con los dobles. Hasta se llegó a acuñar un término en alemán para este fenómeno: el doppelgänger. Edgar Allan Poe escribió 'William Wilson', un relato que cuenta la historia de un hombre que es perseguido toda la vida por su doble. Dostoyevski tiene una novela que se titula directamente 'El doble' y O E.T.A. Hoffman se inventó un doble fantasmal para acosar al protagonista de 'Los Elixires del Diablo'.

Fernández también ha recordado el capítulo de los escritores románticos que se encontraron con sus dobles, como Shelley. El poeta inglés se ahogó mientras navegaba con su velero por la costa italiana. Apenas unas semanas después, su viuda, Mary Shelley, contaba en una carta lo que había sucedido días antes del fatal accidente: Shelley vio a su doble en una terraza de su villa señalando al mar. El doble se volvió hacia él y le preguntó: "¿Por cuánto tiempo vas a pretender que estás satisfecho?" Parece ser que la respuesta correcta era por poco tiempo, porque días después Shelley estaba muerto.

Aunque el relato de dobles más increíble, decía Fernández, es el de Goethe. Un día, mientras iba a caballo camino de Drusenheim, vio a un hombre cabalgando hacia él. Era su copia exacta. Exacta en todo menos en la ropa. Llevaba un traje gris con adornos dorados que fue lo único que no reconoció. Hasta que ocho años después, saliendo el propio Goethe de Drusenheim se dio cuenta, en el mismo punto del camino, que llevaba aquel traje gris que en su día había vestido su espectro del futuro.

Finalizaba Fernández hablando de las probabilidades de darnos de bruces con nuestra copia exacta. Un grupo de investigadores australianos han llegado a la conclusión de que tenemos una probabilidad de uno entre un trillón de tener un doble y encontrárnoslo. Lo que no han estudiado es la probabilidad de que nos pase lo que a Madame M, decía, que todo el mundo a nuestro alrededor sea suplantado por un doble, porque como bien demostró el doctor Capgras eso era sólo una ilusión. Una ilusión que llevaría su nombre.

 
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