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Seminci 2024 | 'Polvo serán', el bello y emotivo musical sobre la eutanasia con una espectacular Ángela Molina

La actriz protagoniza, junto a Alfredo Castro, una atrevida propuesta de Carlos Marques-Marcet con música de Maria Arnal y la danza de La Veronal

El baile con la muerte de Ángela Molina en el inicio de la Seminci y el Goya de Honor

Valladolid

Fue Francisco de Quevedo el que utilizó la metáfora del polvo para recrear, en uno de sus más célebres sonetos, la pervivencia del amor cuando acecha la muerte. “Polvo serán, más polvo enamorado”, esculpía el escritor barroco. De ahí coge el título Carlos Marques-Marcet para su nueva película, Polvo serán, que habla de esos dos temas, la muerte y el amor, cuestiones universales que, desde el Siglo de Oro -en realidad desde bastante antes- han preocupado y emocionado a los humanos y los poetas las han recreado en sus textos. Es curioso que la labor del director catalán sea precisamente la de convertir en poesía una realidad muy común y dolorosa, la muerte de un ser amado ante una enfermedad terminal, pero el catalán no renuncia a que su primer musical sea también un artefacto político que reclama la libertad de decidir cómo y cuándo poner fin a una vida.

"Todas mis políticas parten de un lugar muy político, de investigar a través de la intimidad cosas políticas. En esta película mis inquietudes eran más existenciales que políticas, porque había una cuestión de cómo esa decisión te obliga a confrontar la muerte de una manera que no es lo mismo. Las decisiones siempre son políticas. Siempre intentaba no juzgar, es decir, proponer y ver un poco las dos posibilidades y generar un debate", decía el director en la Seminci, en Valladolid, donde Polvo serán es la película inaugural, que llega después de ganar premio en Toronto y a tan solo unas semanas antes de su estreno en cines. Protagonizada por Ángela Molina y Alfredo Castro, dos de los mejores actores hispanos, la película cuenta la decisión que toman ambos de viajar a Suiza para morir juntos, gracias a la ayuda de una asociación de suicidio asistido. Ella está enferma, él simplemente se niega a vivir sin ella, es por lo que la historia del duelo y enfermedad se convierte en una bella historia de amor.

"La idea para esta película se impuso más que yo buscarla. Trabajamos un poco la idea de hacer una cara B de Los días que vendrán -su anterior película-, que vivimos un momento del origen de la vida y era un poco como afrontar el final. Y empezó con unos amigos que me explicaron que son parte de una asociación de muerte asistida en Suiza. Nos dimos cuenta que en muchos momentos no hay palabras, porque es muy extraño abordar el tema de la muerte desde un lado existencial, casi la desaparición de uno mismo, no el duelo de otro, ver como uno mismo decide irse. Es muy absurdo, es muy extraño y es muy difícil acercarse a eso. Entonces nos dimos cuenta que aparecía una y otra vez la música, ponían música, bailaban y era un lenguaje que estaba todo el rato allí. Y luego empezamos a ver documentales y siempre en el último momento la música tenía un papel protagonista", explica de su decisión de utilizar la música y la danza como elemento narrativo -el guion lo firma con Clara Roquet y Coral Cruz- para el personaje de Ángela Molina, una mujer "sin arco narrativo", dice, pero que con su cuerpo se expresa con el exterior.

El realismo del día a día, del diagnóstico, de la vida, de la relación con los hijos, se mezcla con la poesía visual creada a partir de las coreografías de La Veronal y de las canciones de Maria Arnal, que el director utiliza para adentrarse en los momentos más delicados de la pareja. Por ejemplo, para ejemplificar cómo el dolor físico que siente el personaje de Ángela Molina, una actriz coqueta y ya retirada que no soporta la enfermedad y la decadencia del cuerpo, le provoca una crisis nerviosa. El filme comienza con una llamada a emergencias que el director convierte en un tango, donde la enferma baila perseguida por los sanitarios, mientas la cámara sigue a los personajes por toda la casa familiar.

Otra interesante coreografía le sirve a Marques-Marcet para contar cómo se siente la familia ante la decisión de la pareja de recurrir a la muerte digna, que ha reunido en su casa a los hijos de ambos, a sus parejas y a los nietos, para despedirse de todos ellos con alegría. Esa era la intención, celebrar y despedir, pero la familia no responde como ellos pensaban. Es aquí donde la historia se adentra en un retrato de las relaciones padres e hijos, de los traumas que genera esa institución y la convivencia y de las diferentes miradas con respecto al amor y a la muerte, sobre todo con un cambio de mentalidad generacional. Es maravillosa también la coreografía que firma Marcos Morau y La Veronal, en esa escena donde la muerte se ejemplifica con Ángela Molina rodeada de bailarines cuyos movimientos ella trata de imitar.

Polvo serán es un drama precioso y emotivo, valiente en su propuesta formal y en la decisión de retratar la muerte con todas sus consecuencias, sin tabúes y sin remilgos. De ahí, que las escenas finales pongan los pelos de punta, casi tanto como las interpretaciones de Molina y Castro que aportan humanismo a esta historia que sigue la estela de otras películas españolas este año, como Los destellos, de Pilar Palomero, o La habitación de al lado, de Pedro Almodóvar. Cada director ha optado por propuestas diferentes, pero en todas se hablaba de acompañar, de estar al lado, de dar libertad a las personas para decidir sobre su vida y su muerte. Un intento de defender la empatía y la bondad. "Vivir de espaldas a la muerte es absurdo, es más, nos ayuda mucho a vivir mucho mejor. Yo pienso en la muerte desde que tengo siete años, cada día de mi vida y me considero una persona muy vitalista y bastante feliz en general. Por eso ha quedado una película vitalista, porque no tengo una visión tremendista de eso. Creo que al final tiene algo muy cómico la muerte", añade.

Es curioso que la actriz, Ángela Molina, que es historia del cine español, y que ha trabajado con directores como Buñuel, Almodóvar, Chávarri, Bigas Luna, Manuel Gutiérrez Arabón, Pontecorvo, Petri, Bellocchio, este año firme otro papel similar, en la película de Costa-Gavras, El último suspiro, que se presentó en la pasada edición de San Sebastián. Allí interpreta a una matriarca gitana enferma de cáncer que pide exactamente lo mismo que este personaje. "Me parece que corresponde en estos tiempos, en la vida, lo que estamos sufriendo juntos en las guerras, los insomnios que uno no puede controlar, que te hacen absolutamente impotente, afrontar todo ese sinsabor y también atender a las razones de la conciencia, de lo que nos hermana, que es ese viaje hacia al mismo puerto. Cada uno con su espíritu sueña y teje los hilos, o sea, el conocimiento de esa conciencia para lograr irnos con la mayor dignidad posible y, si cabe, con una sonrisa de agradecimiento", cuenta la actriz.

Para Alfredo Castro, la idea del filme es también un tema político. El actor, que tiene orígenes españoles, es uno de los grandes intérpretes latinoamericanos que ha forjado su carrera en el teatro chileno, interpretando papeles memorables como los de Tengo miedo torero, o los que le ha regalado el director Pablo Larraín, en El club, Tony Manero o El conde. "Es una película que plantea éticamente muchos problemas y temas ahora socialmente muy relevantes. Es una película esencialmente sobre el amor más que sobre la muerte, sobre la dignidad de la muerte. Es una película en la que una pareja es capaz de acompañarse bajo toda circunstancia, más allá de los hijos, más allá de la vida, más allá de todo. Esa pareja va en el amor y eso es de una dignidad maravillosa", concluye. La música de Maria Arnal mezcla y envuelve lo mundano, las cosas de casa, la pareja, con esa parte etérea en torno a la muerte en una baile formidable con la vida.

Serán ceniza, mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado