Pasarse de la raya
¿Pensará Bárbara Rey que José Luis Ábalos, el pobre, con tantas exmujeres, con un sueldecito de ministro que no llegaba ni a la mitad del de algunos de sus subordinados, se pasó de la raya?
Ignacio Martínez de Pisón: "Pasarse de la raya"
Madrid
Uno de los primeros grandes corruptos de nuestra historia fue el duque de Lerma, valido del rey Felipe III. Si, como los huracanes, los delitos llevaran un nombre, el de tráfico de influencias debería llevar el suyo. ¡Y eso porque la especulación inmobiliaria no está tipificada como delito! Fue él quien en 1601 trasladó la corte de Madrid a Valladolid, donde llevaba seis meses comprando edificios, que inmediatamente multiplicaron su valor. Solo cinco años después realizó la operación inversa. Con el dinero ganado en Valladolid compró a bajo precio edificios de Madrid y trasladó de nuevo la capital a Madrid para dar otro pelotazo. ¡Qué espabilado!
Se lo decía Bárbara Rey, esa gran chantajista, al rey Juan Carlos: "Ya sabemos que cualquier persona que esté en el gobierno va a hacer negocios. ¡Si es lógico! Tienen que tener una compensación grande. Yo eso lo entiendo. Lo que pasa es que no pueden llenarse los bolsillos de esa manera sin ningún escrúpulo".
O sea que la corrupción de los políticos está bien mientras no se pasen de la raya. ¿Pensará Bárbara Rey que José Luis Ábalos, el pobre, con tantas exmujeres, con un sueldecito de ministro que no llegaba ni a la mitad del de algunos de sus subordinados, se pasó de la raya? Un día te invitan a unas copas, otro te mandan un regalo al despacho, más tarde te organizan unas vacaciones de ensueño, finalmente se ofrecen a pagar el apartamento de una buena amiga…
El problema es que, una vez que cruzas esa línea, ya no puedes volver. Ahora Ábalos se estará preguntando en qué momento la cruzó. Y seguramente se estará repitiendo el viejo proverbio persa: "Para este viaje no hacían falta alfombras".