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Seminci 2024 | 'Fin de fiesta', la sátira contra los pijos que muestra el racismo y la hipocresía de la sociedad

La productora Elena Manrique debuta en la dirección con esta historia protagonizada por Sonia Barba sobre un migrante que se esconde en un cortijo andaluz

Fotograma de 'Fin de Fiesta'

Valladolid

Tras una larga trayectoria dedicada a la producción, Elena Manrique debuta como directora en un largometraje de ficción para mostrar en clave de comedia las relaciones de poder y dependencia en el siglo XXI entre las distintas clases sociales. Fin de fiesta es el título de esta ópera prima que debutó en Toronto y que ahora compite por la Espiga de Oro en la Seminci. En ella, la directora y guionista cuenta la historia de tres personajes que confluyen en una misma casa: un inmigrante sin papeles recién llegado, una empleada del hogar y una señorona que quiere ser moderna y que vive en un cortijo herencia de su familia. "Yo llevaba tiempo queriendo dar el salto de hacer una película. Un largometraje en condiciones, no autofinanciado, pero como el síndrome de la impostora en las mujeres es muy grande, a mí me daba un poquito de pudor no estar a la altura. Y en realidad esta historia empieza porque unos amigos míos veraneando en las playas de Cádiz les pasó esto. Un chico que vino en patera y a la mañana siguiente se despertaron y se encontraron al chiquillo metido en el jardín de su casa. Evidentemente, mis amigos, que son divinos, lo llevaron hasta una estación de autobuses, le pagaron el billete y el muchacho siguió su camino a Barcelona. Esa historia siempre se me quedó ahí", decía la directora en Valladolid.

Manrique ha estado detrás de títulos como El laberinto del fauno o El orfanato y ahora decide ser ella misma quien cuente esta historia que se centra en las relaciones de poder y que está producida por sus compañeras Sandra Hermida y Belén Atienza, además de Olmo Figueredo, de la productora andaluza La Claqueta. "Muchas veces cuando tú estás diseñando una historia necesitas un poco de tiempo para explicarla bien, para seducir a la otra persona. Belén desde el primer momento estuvo ahí, luego llegaron los productores andaluces también, estoy felicísima porque son una gente maravillosa y que entendieron el proyecto estupendamente. Fue en la época de pandemia, yo me sentía un poco encerrada como el personaje y también era un momento para mí diferente, me acababa de separar y está muy bien empezar una nueva vida a los 50. Y ahí se me quitó el pudor y dije ahora o nunca. Luego fue Belén quien fue convenciendo, convenciendo, convenciendo a la gente. De hecho, sin Televisión Española y Movistar Plus, que son grande apoyos, yo creo que solo habría películas de cuñados y cuñadas. Tenemos la suerte de que apoyan un cine un poquito diferente", explica la cineasta del largo proceso de desarrollo y financiación.

Fin de fiesta es una historia de enredo que trata de mostrar los prejuicios de clase y el racismo que emergen en determinados ambientes, como esa casa donde una mujer separada, hija de una familia de ricachones venida a menos, vive en un cortijo que apenas puede mantener, con criada incluida, haciéndose la moderna, pero perpetuando relaciones de dominación que ha aprendido en su familia. El personaje lo interpreta la actriz Sonia Barba, con quien Manrique ya había trabajado en un cortometraje. "Carmina estaba en el papel, o sea, estaba muy bien escrita. El personaje lo creó Elena y ha sido muy fácil llevarlo a cabo. Era muy divertido porque Carmina no se preocupa por nada, le da igual si está haciendo daño a este o al otro con lo que dice, con cómo lo dice, con cómo lo hace. Entonces entrar en el set y encarnar a Carmina y dejar de ser tú por un momento era divertidísimo. Pero no te planteas, no te cuestionas nada, solamente es la locura de Carmina", relata la actriz, que se preparó para este papel en cine con trabajo en muchos cortos de jóvenes estudiantes y en anuncios. "La película también muestra la soledad de esta mujer, Carmina está totalmente ajena a las relaciones en esa casa porque es incapaz de ver la grandeza del otro, de ver que tienen un camino que no tiene nada que ver con ella, ni con sus deseos ni con sus propias necesidades", reflexiona la intérprete.

En realidad, el personaje podría ser uno de los que analiza la periodista y escritora Raquel Peláez en su libro Quiero y no puedo, Una historia de los pijos de España, donde realiza una radiografía desde los señoritos del siglo XIX a los cayetanos actuales, donde podría ubicarse el personaje de Barba, una mujer que quiere ser moderna, abierta, tener sensibilidad a los temas sociales, pero acaba ejerciendo manipulación emocional y laboral hacia su empleada doméstica, a la que interpreta Beatriz Arjona, a quien ridiculiza siempre que puede y a la que trata siempre como inferior. Las dinámicas entre las dos se rompen cuando se cuela en la casa un migrante, a quien interpreta Edith Martínez Val, que ha llegado en la furgoneta del jardinero y que teme salir del cortizo, ubicado enfrente de un cuartel de la Guardia Civil. La presencia de esta figura permite a la directora ahondar en los lugares comunes sobre el racismo, pero también mostrar la condescendencia que hay en nuestro país, incluso desde actitudes buenistas. "Todas las relaciones son de poder. Me parece que muchas veces esas dinámicas de poder las disfrazamos de otra cosa. En este caso el personaje viene de una familia poderosa y no tiene ningún pudor en ejercer su poder, es un poquito un espejo aumentado del poder que somos capaces de ejercer sobre otros y de la manipulación. Ella lo hace sin ninguna impunidad, nosotros nos cortamos quizás un poco más pero es igual. Y luego también hablamos mucho de micromachismos, pero anda que no tenemos microracismos, estamos llenos de microracismos", dice la directora.

Manrique, que contó en el set con la ayuda de una cineasta africana para detectar si en algún momento incurría ella misma y la película en estos micromachismos, también reflexiona sobre cómo es el dinero y la posición económica, el clasismo, lo que atraviesa esta historia que invita, sin desvelar nada, a reivindicar la empatía y la solidaridad entre la clase obrera. "Estoy harta de esta narrativa que, además, creo que nos la imponen ciertos grupos políticos y ciertos medios, o el veneno de las redes sociales, que en realidad somos los humanos con mensajes de odio horrorosos. Estoy harta de esa narrativa de que las clases populares no quieren al inmigrante porque el inmigrante les va a quitar el trabajo. Entre las clases populares siempre ha habido una solidaridad de clase. Seguramente los hijos de la sirvienta irían a clase con los hijas de la inmigrante, nunca con los de Carmina. Entonces me apetecía también darle un poquito la vuelta a eso. Ponerle a la persona cara y ojos, conocerla y entenderla, y ahí es cuando la percepción del otro va cambiando", argumenta.

"Soy roja, del PSOE", es una de las frases que suelta la protagonista, personaje que lleva todo el humor, mostrando una mirada ácida a la burguesía española. La repetición de las escenas de unos personajes que juegan al gato y al ratón en esa casa, el único espacio de una historia que va creciendo en dramatismo y tensión hasta el final, hasta ese fin de fiesta, en un filme que se atreve a realizar una mezcla de sátira y drama costumbrista para exponer nuestras vergüenzas como sociedad. "No hemos aprendido nada del pasado, ni de las migraciones ni de las consecuencias del colonialismo. En estos momentos de falta de compasión hacia el otro, me apetecía hacer este retrato de un tipo de gente que siempre piensa que le está haciendo un favor al mundo. Piensas que el inmigrante estás mejor ahí encerrado que tirado en la calle o en un centro de detención. Me apetecía retratar esa hipocresía, esa doble moral", concluye la autora.

 
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