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Cuba: más allá del apagón

Amnistía Internacional denuncia una nueva ola de represión estatal en la isla, que sufre un agravamiento de la precariedad como consecuencia de los problemas energéticos

Cuba, más que un apagón

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La avería de la central termoeléctrica más importante del país hace una semana dejó sin luz a más de diez millones de cubanos. “La situación está muy crítica para que a uno se le eche a perder la comida”, se quejaba una vecina. El apagón, que se repitió dos veces más, dejó a la población sin nada y sumida en la incertidumbre por la falta de transparencia sobre los problemas del sistema energético. Una población que lleva décadas sufriendo el deterioro de la isla.

“Es un sistema energético obsoleto, con déficit de mantenimiento y con déficit de generación”, explica Johana Cilano, investigadora regional para el Caribe de Amnistía Internacional, que sabe bien que los problemas de capacidad de las centrales eléctricas cubanas no son nuevos. Recuerda que el pasado verano hubo apagones constantes, en una época del año de especial demanda de energía. “A eso se suman dificultades con el combustible. La mayor generación de energía en Cuba es con combustibles fósiles, y como importa el petróleo con el que se produce la energía y hay déficits importantes en mantener estable ese suministro, ese conjunto de cosas nos tiene apagados casi completamente”, añade.

Los problemas energéticos son solo un ejemplo más de la precaria situación de los servicios públicos en la isla que, sumada a la crisis de derechos humanos que sufre Cuba desde hace décadas, acrecienta la escasez de alimentos, medicamentos, servicios sanitarios, agua y gas para cocinar.

Ante esta situación, el Gobierno cubano echa la culpa al embargo de Estados Unidos. “Es la primera e inmediata respuesta ante cualquier situación que ocurre en la isla”, asegura Cilano. Sin embargo, estas sanciones no son la única y principal causa de todos los problemas del país. Lo que hace el Gobierno es “no responsabilizarse de un rol en términos de inversión pública, en términos de políticas públicas que tiene el Estado”, subraya la investigadora, recordando que Cuba ha firmado en la última década varios acuerdos para la rehabilitación del sistema eléctrico nacional con aliados como Rusia y Turquía.

¿En manos de quién está Cuba?

La responsabilidad de todos estos años de abandono del sistema que se intentan tapar con el argumento del bloqueo recae en Fidel y Raúl Castro. Cuando Miguel Díaz-Canel asumió la presidencia del Partido Comunista Cubano y por ende el poder de la nación caribeña, muchos esperaban que hubiera algún tipo de apertura, de cambio, de adaptación, como ha hecho China, pero en Cuba solo manda el castrismo. Las nimias reformas de Díaz Canel, el primer líder cubano que no pertenece a la familia Castro desde el triunfo de la revolución, no han tenido ningún impacto social.

El Gobierno ha respondido con mano dura ante cualquier manifestación de disenso. Un ejemplo claro fue la respuesta a las protestas del 11 de junio de 2021, cuando miles de cubanos salieron a las calles para reclamar mejoras económicas y mayor libertad. No hay una figura opositora en Cuba porque la mayoría de los opositores han sido detenidos o han muerto. Aquellas protestas “fueron reprimidas de manera brutal y derivaron además en una serie de cambios legales como un nuevo Código Penal, una nueva ley de comunicación social que implicaban un entorno más represivo para el ejercicio de los derechos, para la libertad de expresión, para la libertad de asociación, para todo aquel que decidiera manifestar de alguna manera su oposición, disidencia o activismo de manera autónoma”, rememora Johana Cilano.

Pese a todo, la contestación social no ha cesado, seguida por olas represivas. Las organizaciones de derechos humanos calculan que hay unas mil personas presas hoy en día en Cuba por razones políticas, por haber participado en protestas, por haber ejercido derechos de libertad de expresión o asociación. Cilano cuenta que en la calle se respira “un ambiente de miedo y represión” fruto de la exhibición pública de esta represión en los medios de comunicación. En las últimas cuatro semanas Amnistía Internacional ha recibido el testimonio de veinte periodistas y activistas que han sido detenidos arbitrariamente, interrogados, y a los que se les han confiscado sus equipos de trabajo.

Presos de conciencia

El acoso y la vigilancia se extiende a intelectuales, académicos y voces críticas que tienen vigilancia policial fuera de sus casas y limitaciones importantes de movimiento, como la regulación migratoria que les impide salir del país, según explica la investigadora. En la semana del apagón, Amnistía Internacional ha nombrado a cuatro personas más como presos de conciencia en Cuba, que se suman a otros seis reconocidos previamente.

Uno de ellos es el opositor político de 71 años Félix Navarro está cumpliendo su tercera condena por razones políticas y ya había sido nombrado preso de conciencia de Amnistía Internacional en 2003 por los procesos conocidos como La Primavera Negra. Le sigue su hija Sally Navarro, fundadora del Movimiento Damas de Blanco, de madres y esposas e hijas de los presos de la Primavera Negra del 2003.

Engrosa la lista el joven de 32 años Luis Robles, conocido como el chico del cartel en las redes sociales. En diciembre de 2020, después de las protestas de San Isidro, sacó un cartel en una céntrica calle de La Habana pidiendo la libertad del rapero Denis Solís, por lo que fue arrestado y condenado. Y Roberto Pérez Fonseca, de 41 años, un manifestante del 11 de julio, cuya participación en las protestas se viralizó porque es parte de un grupo de jóvenes que rompe simbólicamente un cuadro de Fidel Castro en la calle, lo que le valió la sentencia de cárcel.

En un momento de múltiples crisis de derechos humanos en diferentes regiones del mundo, Johana Cilano quiere recordar que las crisis largamente sostenidas como la de Cuba “a veces corren el riesgo de naturalizarse”. Por eso insisten en reconocer y denunciar la situación de presos de conciencia como estos.

 
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