"Votaré con orgullo a Harris": los republicanos moderados se blindan ante el populismo y el radicalismo de Trump

“Donald Trump es un hombre mezquino y cruel que no es apto para gobernar esta buena y gran nación”, argumentaba la republicana Liz Cheney en un acto de campaña junto a Kamala Harris el 3 de octubre en Ripon, cuna del también conocido como Grand Old Party. Fue la estrella invitada del mitin de la vicepresidenta en esta localidad de Wisconsin, donde desveló: “Nunca he apoyado a un demócrata, pero este año votaré con orgullo a la vicepresidenta Kamala Harris”. La candidata demócrata a la Casa Blanca también cuenta con el voto de Dick Cheney, vicepresidente con George W. Bush (2001-2009), firme defensor de la invasión de Irak y padre de la excongresista republicana.

Liz Cheney rompió con el expresidente y actual candidato republicano, Donald Trump, tras el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 y lideró la investigación en el Congreso sobre su implicación en esos hechos. “Es junto con su padre una figura que representa los valores tradiciones del Partido Republicano. Harris la necesita para atraer al 35% de los republicanos que no votaron a Trump en las primarias”, detalla José Antonio Gurpegui, catedrático de Estudios Estadounidenses de la Universidad de Alcalá de Henares. Además, argumenta que la candidata demócrata “intenta atraer a los moderados templando debates como la inmigración, la economía o los impuestos”.

Por su parte, el excongresista Adam Kinzinger ha sido una de las voces que más han arremetido contra el expresidente y el actual candidato republicano por “asfixiar el alma del partido”. Lo expresó en la Convención Nacional Demócrata celebrada del 19 al 22 de agosto en Chicago, donde respaldó a Kamala Harris y acusó a Trump de ser “una amenaza para la democracia”. En este sentido, el profesor de Relaciones Internacionales de la UNED, Gustavo Palomares, apunta a la transformación interna del partido tras la llegada del magnate en 2015: “Ha supuesto una ruptura con las raíces y valores tradicionales para plegarse a los nuevos sectores de la derecha alternativa que manejan las redes y las fakes”.

Política de descalificativos

“Los ataques de Trump son especialmente virulentos cuando se trata de alguien que ha estado muy próximo a él y si se aparta ya lo considera un traidor o que no hacía bien su trabajo”, explica Gurpegui. Pone como ejemplo el caso del republicano Ron DeSantis, cuando hizo sombra a Trump y llegó a ser su principal contrincante para la nominación presidencial republicana: “Empieza a insultarle hasta que anuncia su retirada de la carrera y que apoya a Trump, ahí ya volvió a ser el mejor gobernador de Florida”.

El expresidente republicano sí carga recurrentemente contra el senador por Utah Mitt Romney. Este último estima que el Grand Old Party está en declive bajo la batuta de Trump y ha reiterado en multitud de ocasiones que le dará su “no”, aunque no significa que cederá su voto a Kamala Harris.

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Las descalificativos vertidos sobre la candidata presidencial demócrata, a la que Trump llamó “discapacitada mental” en un mitin en Wisconsin, también motivaron condenas como la de Larry Hogan, que se postula para el Senado como republicano moderado, por considerarlas hirientes para las personas que sí sufren alguna discapacidad. Las palabras de Trump también motivaron reacciones de distanciamiento entre sus colegas más afines. Uno de sus estrechos aliados, el senador por Carolina del Sur Lindsey Graham, abogó en una entrevista para la CNN por centrarse en que “las políticas de Harris están destruyendo el país”. En otras ocasiones, el candidato republicano ha afirmado que la todavía vicepresidenta “se volvió negra” y que es “estúpida”, “débil” o “floja”.