El zangolotino
¿De verdad no hay nadie a su lado que se atreva a decirle estate quieto?
Ignacio Martínez de Pisón: "El zangolotino"
02:05
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Madrid
Se llama pareidolia al hecho de percibir rasgos humanos en objetos inanimados, como el grifo del baño o el enchufe de la pared. Yo con Elon Musk tengo pareidolia inversa: en su cara no percibo nada que me resulte humano.
Lo veo bailar en los mítines de Trump, zangolotino, descoyuntado, con menos gracia que un pingüino borracho, y me pregunto: ¿de verdad no hay nadie a su lado que se atreva a decirle estate quieto?
Hablamos demasiado de Musk, que es precisamente lo que él busca. ¿Pero cómo no hablar, si todas las semanas nos sorprende con una nueva majadería?
Ahora le ha dado por comprar votos para Trump. No negaré que al menos es rumboso. Si la semana pasada a los votantes de Moldavia les ofrecían diez euros por su voto, un votante de Pensilvania puede, gracias a Musk, cobrar hasta un millón de dólares. En fin, Musk está en su derecho de jugarse su fortuna a la carta de Donald Trump. Se lo cobrará con creces cuando este gane, si es que gana.
La buena noticia es que, por haber nacido en Sudáfrica, Musk nunca podrá optar a la presidencia estadounidense. La mala es que, con el poder ingente que ha acumulado, ya manda bastante en nuestras vidas, sin que nadie le haya votado.
Cuando de alguien se dice que es un visionario y una persona avanzada a su tiempo, a lo mejor resulta que es solo un lunático y un cagaprisas. Algún día sabremos si el futuro es como Musk lo ha soñado, con coches sin conductor, colonias en Marte, leche, cacao, avellanas y azúcar.