Velocidad de respuesta

Barcelona

Callaremos algunas críticas, aunque las tengamos a mano. Callaremos al menos hasta que los 200 muertos de la Dana, o los que acaben siendo, descansen para siempre. Y sus familias respiren. Es el mínimo de respeto que prometimos y debíamos prometer. Así que solo queda subrayar alguna urgencia, por si sirviera para las tareas de rescate, rehabilitación y normalización de la vida cotidiana de aquellos que tanto han sufrido. Y sufren.

La gran urgencia es la velocidad de respuesta. En todos los campos de la actividad humana nos enfrentamos a un dilema. Soluciones rápidas o perfección, garantías y seguridad de la opción que se toma. No es fácil.

Sucede dramáticamente ahora. Pero por todas partes. Si la Justicia no es rápida, tiende a no ser justa porque deja a los reos en el limbo de la sospecha, y a sus víctimas, en el de la frustración. Las soluciones alternativas, juicios rápidos, mediaciones o arbitrajes, son algo, pero no lo resuelven todo.

Los nuevos medicamentos también requieren tiempo. La investigación, la comprobación, el examen científico. Todo eso necesita años. Si se aprueban prematuramente, pueden causar más daño y muertes de los que evitan. Pero si se alargan demasiado, muchos no llegarán a verlo.

Pasa con la democracia. La dictadura es rápida y expeditiva. También comete más errores e injusticias. La democracia exige reglas, discusión, negociación, ajuste, plazos, garantías. Es el precio a pagar por el acuerdo social, por la solución no despótica.

Y luego están las situaciones de emergencia total. También el tiempo cuenta. Pero son una excepción. Ahí hay que primar la rapidez sobre la perfección y sobre los vericuetos del método de gobernanza . La respuesta es rapidez antes que nada, la misma al menos que ha registrado la irrupción del terremoto, el temporal o la inundación. Bravo por quienes al mismo tiempo resuelven rápido y lo hacen bien. No todos sabemos hacerlo. Gracias.