El corazón de una serpiente

Madrid

Son momentos de gran desánimo. El rey Felipe VI tenía razón cuando dijo que comprendía la furia de los vecinos, de esos pueblos aplastados por el lodo, pero comprender no implica ni mucho menos justificar. Más de 24 horas ha tardado el jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, en rechazar la violencia, y lo ha hecho así en términos generales, sin ser capaz de dejar clara su solidaridad expresa con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, agredido. Seguramente, no por un vecino, sino por militantes de grupos de la extrema derecha llegados al lugar con ese propósito. En silencio siguen también voces de la más clásica derecha conservadora española que tuvieron responsabilidades en el pasado y que conocen bien el peligro que conlleva que se abra esa puerta al abismo.

¿Por qué callan ahora cuando se quiera palear al jefe de un gobierno democrático? ¿Por qué no alzan su voz en solidaridad con Pedro Sánchez y con el cargo que legítimamente representa? Su silencio, el de quienes no se solidarizan con el jefe del Gobierno, produce gran desánimo, como lo produciría el silencio de sus oponentes políticos si el agredido hubiera sido el presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón. Ahora vamos a callarnos todos frente al ataque violenta a un representante legítimo de un poder del Estado, seguro que quieren dar ese paso. No hemos aprendido nada de cómo se alimenta el corazón de una serpiente.