Los supervivientes

Barcelona

Los vivos buscan a los muertos. Así es España ahora. Los vivos salen a rescatar a los muertos del barro, de la tragedia que los ha matado. También buscan supervivientes. Porque los supervivientes siempre buscan a otros supervivientes como ellos. Cuando alguien es superviviente, está vivo de otra manera. Y, por eso, los vivos son los demás. Los que no lo han visto. Solo hay dos formas de estar en una catástrofe. O dentro de ella, o afuera. Nadie quiere que le vean cuando está sobreviviendo, igual que a la gente no le gusta que la vean desnuda. Da pudor. Y da rabia. Un superviviente está desnudo de muerte, pero también está desnudo de vida. No tiene nada más que barro. Y debajo del barro busca todo lo que es suyo, y hunde las manos en el fango con la esperanza de salvar a alguien como él o como ella. En un libro de tapas negras dice que hay que dejar que los muertos entierren a sus muertos. Pero a los muertos, los entierran siempre los vivos. Menos cuando hay una tragedia. Entonces, a los muertos los entierran los supervivientes. Las catástrofes son inevitables, pero las muertes pueden evitarse. Cuando alguien queda reducido a la condición de superviviente es cuando más claro lo ve. Porque ha sobrevivido, sabe que toda esa muerte ha sido innecesaria. Lo peor de sobrevivir es tener conciencia de haberse salvado. Los supervivientes no esperan nada de los vivos, lo que quieren es recuperar, también, su condición de vivos. Antiguamente, la humanidad era sabia, y los vivos sabían que solo se puede ayudar en silencio. Aun somos así. Porque nadie tiene derecho a bajar más que a su propio infierno, y porque el infierno de los demás es sagrado. Y porque los muertos no van al infierno. Los muertos van al mar. El infierno es la tierra de los supervivientes.