'Parte de una historia', la última novela de Ignacio Aldecoa
El escritor vasco, maestro del cuento, fue una de las grandes voces de la literatura española del siglo XX
'Parte de una historia', la última novela de Ignacio Aldecoa
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Ignacio Aldecoa nació en Vitoria en 1925 y murió en Madrid en 1969. Fue un escritor español, de amplia e intensa producción narrativa. Estudió Filosofía y Letras en las universidades de Salamanca y Madrid, donde trabó amistad con Sánchez Ferlosio, Martín Gaite, Fernández Santos y otros jóvenes que formaron el futuro plantel de la narrativa de los cincuenta. Se dedicó al cultivo del cuento, género del que fue sin duda un maestro. Sus cuentos son fragmentos de vida, historias insignificantes pero dotadas de un gran poder evocador; por su variada temática (los oficios, la clase media, los bajos fondos, las vidas extrañas, el éxodo rural a la ciudad, etc.) configuran un amplio cuadro de comedia humana de nuestra posguerra. Recopilados en 1973 ('Cuentos completos'), aparecieron en las colecciones 'Vísperas del silencio' (1955), 'El corazón y otros puntos amargos' (1959), 'Caballo de pica', de 1956, 'Arqueología' (1961), 'Los pájaros de Baden Baden' (1965) y 'Santa Olaja' de acero (1968).
Su novelística, reducida a cuatro títulos, es parte de un vasto proyecto consistente en tres trilogías que debían de abordar, respectivamente, el trabajo del mar, el trabajo de las minas y el mundo de los guardias civiles, los gitanos y los toreros. De todo ello la muerte sólo le permitió escribir una parte de la primera, 'Gran sol', de 1957, que trata de la pesca de altura, y dos de la última: 'El fulgor y la sangre', de 1954, sobre la vida cotidiana de una pequeña guarnición de la guardia civil, y 'Con el viento solano', de 1956, en torno al mundo de los gitanos. Independiente de estas series es la novela titulada 'Parte de una historia' (1967). A pesar de la crudeza humana de su escritura, de su intensa carga testimonial, Ignacio Aldecoa rehúye el mensaje explícitamente político (en ello se aparta de las propuestas del realismo crítico) y tiende a una ajustada técnica objetivista.
'Parte de una historia' se publicó en 1967. Es la última obra de Ignacio Aldecoa. Es una novela extraordinaria, maravillosamente escrita, con una prosa cuidada al máximo, luminosa, brillante y a la vez oscura, como si hubiera que descubrir la historia entre las palabras. A pesar de la crudeza humana de su escritura, de su intensa carga testimonial, Ignacio Aldecoa rehúye el mensaje explícitamente político (en ello se aparta de las propuestas del realismo crítico) y tiende a una ajustada técnica objetivista. Aldecoa convirtió en materia novelable su profunda experiencia de los hombres y la difícil tesitura por la que atraviesa España en los años posteriores a la Guerra Civil. Guiado siempre por un creciente deseo de objetividad y comprensión de las formas de vida del país y de sus gentes, en especial las más sencillas y sometidas a la injusticia, el novelista le da al conjunto de su obra un sello personal inconfundible: rico, laborioso, con un riguroso sentido de la construcción por lo que hace a las situaciones y una técnica realista de la que sobresale la nota enérgica, teñida invariablemente de poesía y verdad.
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Ignacio Aldecoa solía decir que le gustaría que lo recordaran como un narrador de historias. En 'Parte de una historia' fluye bajo la historia uno de los grandes temas contemporáneos: el enfrentamiento entre el mundo tradicional y la sociedad moderna urbanizada. La última novela que escribió Aldecoa marcó una huella honda e imborrable en la narrativa española del siglo XX. Por su precisión narrativa, por la perfección de sus diálogos y por la belleza austera de sus descripciones, 'Parte de una historia' es uno de esos libros que los críticos señalan como una obra maestra y que los lectores siguen disfrutando décadas después de su primera publicación.
Como señala el blog de BiosferaDigital, 'Parte de una historia' plasma la vida en la isla de La Graciosa en los años sesenta. Ignacio Aldecoa estuvo dos veces, en 1961 y en 1967. La vida en La Graciosa era entonces muy dura. Allí, el escritor encontró un islote prácticamente deshabitado, en el que sólo moraban pescadores con infinitas historias que contar y que fue anotando. Aldecoa recurre a su prosa más lírica sin necesidad de adueñarse de la historia, contentándose con ser testigo para construir un hermoso relato. Ignacio Aldecoa tenía, según su hija Susana, obsesión por encontrar paisajes aislados y por eso sentía una inmensa atracción por Canarias, pero en especial por Lanzarote y La Graciosa. Como ha dicho Juan Cruz: “En Canarias, Aldecoa encontró un monumento a la soledad”.