Vittorio De Sica; la esencia del cine italiano
Se cumplen 50 años de la muerte de Vittorio De Sica, el director de Ladrón de bicicletas, Milagro en Milán o Dos mujeres
Algunos dicen que fue la figura más completa que ha dado el cine italiano. Fue actor, director, guionista y productor. Se le considera junto a Roberto Rossellini el padre del neorrealismo italiano. Ganó cuatro premios Oscar a la mejor película extranjera, además de premios en los festivales de Cannes, Berlín o Venecia. De Sica, como Chaplin, fue capaz de crear algunas de las películas más bellas de su época y convertirse a la vez en uno de los actores más queridos por el público, gracias en buena parte a su encanto personal. Vittorio de Sica rodó más de 150 películas como actor y dirigió 31. De estas dos facetas prefería la segunda, sobre todo en sus últimos años de carrera. “Cuando el director se toma un descanso hago una película como actor. El trabajo que prefiero es el de director. Además, después de 30 años como actor, cada vez me es más difícil encarnar ese tipo de personajes que siempre fueron mi especialidad. Ese hombre sonriente, elegante, sentimental… Ya tengo el pelo cano y la edad tampoco me lo permite, por eso me gusta más estar en la piel de director”, decía.
Vittorio De Sica comenzó como actor de teatro a finales de los años 20 del siglo pasado. Poco después dio el salto al cine interpretando papeles de galán simpático. La película que le convirtió en estrella fue Que sinvergüenzas sois los hombres de 1932, donde interpretaba a un chofer enamoradizo. En esta película cantaba Háblame de amor, Mariú, la canción que le acompañaría toda su carrera, la que siempre le pedían que cantara en programas de televisión o presentaciones. Aunque, según hijo, el compositor Manuel De Sica, la odiaba.
En 1938 Vittorio De Sica inició su carrera como director. “Dirigí muchas películas de carácter comercial porque quería ganarme la confianza de los productores. Este ciclo empieza con Rosas escarlatas y termina con Recuerdo de amor de 1941. Ahí conocí a una joven actriz española, María Mercader, que después se convertiría en mi mujer”, explicaba. María Mercader era prima de Ramón Mercader, el agente soviético que asesinó a Trosky. De Sica estaba casado con la actriz Giuditta Rissone, con la que además tenía una hija. Con María Mercader tuvo otros dos hijos más. Dado que el divorcio estaba prohibido en Italia, las dos mujeres conocían y aceptaban la doble vida del actor. Finalmente, De Sica pediría la nacionalidad francesa y pudo casarse en París con María Mercader en 1968. Además de este doble matrimonio el director tuvo también una relación con la actriz española Mimí Muñoz de la que nació la también actriz Vicky Lagos.
Con la Segunda Guerra Mundial el cine de De Sica cambió y también su compromiso social. Como si una especie de Oscar Shindler se tratara, dio trabajo a 300 judíos como extras en su película La puerta del cielo, y prolongó su rodaje todo lo que pudo para evitar que fueran enviados por los nazis a campos de concentración. “Empezamos a rodar La puerta del cielo, una película producida por el Centro Católico Cinematográfico. Mis colaboradores y yo tardamos dos años en rodar esa película”, recordaba el cineasta. En 1946, ya en la posguerra, dirige El limpiabotas, la película que comparte con Roma, ciudad abierta de Rossellini ser la piedra fundacional del Neorrealismo italiano. La historia de supervivencia de dos pequeños limpiabotas en la Roma de posguerra obtuvo el primer Oscar que se concedió a la mejor película extranjera. Un Oscar que dos años después De Sica volvería a ganar con la que se considera su gran obra maestra, Ladrón de bicicletas, la historia de un trabajador al que roban su bicicleta, vehículo imprescindible para que pueda mantener su empleo. “Es una película que muestra la falta absoluta de solidaridad humana, que es un fenómeno de los comienzos de la posguerra. Esa era una historia que a mí me interesaba muchísimo”, afirmaba.
Vittorio De Sica siguió abundando en el cine neorrealista con otras grandes películas. Milagro en Milán giraba en torno a la miseria en los suburbios de esa ciudad, pero De Sica lo convertía en un cuento de hadas al añadirle elementos mágicos. “El título original era Los pobres molestan y era una fábula moderna en la que introduciendo la fantasía me desmarqué del tópico habitual del cine social y humano”, explicaba el realizador. Y en Umberto D nos contaba la emotiva historia de un anciano, enfermo y solo al que su casera quiere echar de la pensión en la que vive. “Umberto D es de mis películas la que amo más, en primer lugar, porque se la dediqué a mi padre y después porque trataba de un drama muy profundo y horrible de la posguerra como era la soledad en la vejez”, aseguraba. Al mismo tiempo De Sica no dejaba de lado su carrera de actor, trabajando a las órdenes de otros directores. Uno de sus mayores éxitos en este sentido fue Pan, amor y fantasía de Luigi Comencini donde interpretaba a un maduro policía destinado en un pueblo que se enamoraba de una joven lugareña a la que daba vida Ginna Lollobrigida. La película tuvo un gran éxito popular y se rodaron tres secuelas, una de ellas en España: Pan, amor y Andalucía.
En 1954 en la película El oro de Nápoles De Sica apuesta por una Sophia Loren de 19 años y la convierte en estrella. En esta película de sketches, la Loren interpretaba a una vendedora de pizza. Sophia se convertiría a partir de entonces en la actriz fetiche del director. En otro de los segmentos de la película aparecía el propio De Sica parodiándose a sí mismo. “Yo aquí interpreto a un personaje que casa mucho conmigo mismo, un jugador. Interpreto a un conde napolitano, demandado por su mujer porque lo ha perdido todo en el juego, y que se tiene que contentar con jugar a las cartas con el hijo del portero”, recordaba. Así es, De Sica era un ludópata incorregible que perdía grandes sumas de dinero en los casinos. Esa era la causa, como él mismo reconocía, de que tuviera que aceptar papeles menores como actor durante toda su vida.
En 1960 llegó el cenit de su cine junto a Sophia Loren con la película Dos mujeres. La historia de esa madre que, con su hija adolescente, recorre los campos huyendo de los últimos coletazos de la guerra le valió a Sophia Loren el Oscar a la mejor actriz y su consagración internacional. Con la pareja que formaban Sophia Loren y Marcello Mastroianni, Vittorio De Sica llevaría al cine italiano a una nueva etapa con un cine que combinaba el drama y la comedia en forma de sátiras sociales. Buena prueba de ello es la película Ayer, hoy y mañana que le valió a De Sica su tercer Oscar a la mejor película de habla no inglesa. “Me emociona que este Oscar que ha recibido Ayer, hoy y mañana vaya para el cine italiano. Me siento muy orgulloso de que Italia a través de mí consiga otro Oscar, como los que nos han dado ya mis colegas Fellini, Anna Magnani, Sophia Loren y todos los otros”, afirmó tras recogerlo.
En esta línea satírica está también otra de las mejores películas del director, Matrimonio a la italiana, esta vez con Sophia Loren interpretando a una prostituta y Marcello Mastroianni a un hombre de buena familia que a base de promesas le hace permanecer siempre a su lado. En cuanto a la carrera de actor de Vittorio de Sica, ésta casi siempre se movió en los terrenos de la comedia, aunque tiene también algunas buenas interpretaciones dramáticas. Entre ellas destacan las de Madame De, dirigida por Max Ophulls, Adiós a las armas, a las órdenes de Charles Vidor, y sobre todo El general della Rovere, de Rossellini, donde daba vida a un estafador durante la Segunda Guerra Mundial que engañaba a la gente asegurando que podía mediar ante los nazis para que no ejecutasen a sus familiares presos.
En los años 70 De Sica regresaría de nuevo al cine más personal, que venía ahora también cargado de nostalgia. En Los girasoles Sophia Loren buscaba a su marido Marcello Mastroianni desaparecido en Rusia durante la guerra y en El jardín de los Finzi Contini el director nos contaba la debacle de una familia judía de clase alta ante las leyes antisemitas dictadas por Mussolini. Con ella Vittorio De Sica conseguía su cuarto Oscar a la mejor película extranjera. “Debo decir que este premio me produce un estado de ansiedad ya que me carga de una mayor responsabilidad. Aumenta mi responsabilidad ante los críticos y ante el público para hacerlo cada vez mejor y no decepcionar con mis futuras películas”, explicó entonces.
Aún rodaría cuatro películas más como director y siete más como actor antes de fallecer el 13 de noviembre de 1974 de una afección bronquial, a los 73 años de edad. Poco tiempo antes el gran cineasta y actor italiano había resumido así su trayectoria. “Si tengo un mérito es el de haber sabido siempre cuales eran mis limitaciones y lo que he hecho es porque sentía que podía hacerlo. Solo he deseado ser lo que he sido y nada más que lo que soy. Es una aspiración un tanto modesta, dirán. Pero yo soy solo un burgués, un burgués como tantos otros”.