Patricia Fernández de Lis: "Quizá podamos volver a probar tomates con sabor a tomate"
La redactora jefa de Ciencia, Salud y Tecnología de El País explica en Hora 25 dos estudios: uno que abre la puerta a recuperar la visión de personas invidentes y otro que recupera el sabor dulce de los tomates
Madrid
Es difícil encontrar en la frutería y en el supermercado un tomate que sepa realmente a tomate. ¿Por qué? ¿Qué relación tiene el tamaño del tomate con su sabor? ¿Será posible en el futuro recuperar la visión de una persona invidente? La redactora jefa de Ciencia, Salud y Tecnología de El País, Patricia Fernández de Lis, explicar en Hora 25 dos estudios que tienen que ver con estas preguntas.
Un nuevo tratamiento con células madre ha restaurado la visión de cuatro personas y abre muchas esperanzas para futuros tratamientos de personas invidentes. Tres personas que tenían la visión gravemente deteriorada y recibieron este tratamiento experimentaron mejoras sustanciales en su visión que duraron más de un año. Una cuarta persona con la visión también muy deteriorada mostró esas mejoras, pero durante menos tiempo.
Los científicos utilizaron células madre reprogramadas. Tomaron células madre de un donante sano y las reprogramaron a un estado similar al embrionario. Después lo transformaron en una delgada capa de células y sustituyeron la capa dañada que cubría la córnea por estas nuevas láminas a la que añadieron una lente de contacto.
Tomates con sabor a tomate
El tomate tiene su origen en América hace 5.000 años y salta a Europa en el siglo XVI. Entonces ya se sabía que si se traían los más grandes se perdía sabor. Han pasado siglos, los tomates son hasta 100 veces más grandes, pero insípidos. La relación entre tamaño y sabor es inversamente proporcional. Cuanto más grande, más insípido. Cuanto más pequeño, más sabroso. Las plantas de tomate producen su azúcar en las hojas, viajan por la savia al fruto y por eso, cuanto más grande, menos concentración de azúcar.
Una vez conocido el ADN completo del tomate en 2012, se identificó las regiones genéticas del tomate asociadas al sabor de las variedades ancestrales, pero desaparecidas en las comerciales. Una vez conocido esto, un equipo de científicos ha conseguido aumentar el 30% los niveles de fructosa y glucosa del tomate sin reducir su tamaño, sino modificándolos genéticamente.
Por lo tanto, existe un mayor potencial para que los tomates sean más dulces y estamos más cerca de encontrar en el súper un tomate con sabor a tomate.