Si yo fuera Mazón

Madrid

Si estuviera en la piel del presidente valenciano me moriría de vergüenza, me devoraría la culpa y no sería capaz de salir a la calle ni de mirar o responder a los ciudadanos cuya seguridad estaba en mi mano. Aunque tuviera el firme convencimiento de que no todo fue culpa mía, si me hubiera pasado tres horas de distendida comida desatendiendo mis obligaciones mientras las vidas y las casas de tantas personas eran barridas por el lodo no sé cómo haría para no desmoronarme.

Saber que habría podido hacer algo por para evitar ni que fuera una sola víctima me produciría un dolor inconmensurable, tan devastador que no sabría cómo respirar, cómo hablar, cómo vivir. Creo que la mayoría de personas nos sentiríamos así y se nos notaría por fuera porque la riada interior de vergüenza y culpa sería imposible de camuflar.

Pero parece ser que Mazón no es una persona normal, no está hecho de la misma pasta que la mayoría de nosotros porque no solo es capaz de seguir apareciendo en los medios con una expresión facial en la que no se aprecia indicio alguno de compungimiento sino que ha dedicado buena parte de sus esfuerzos al control de su imagen, el ocultamiento de datos cruciales que demuestran que no estaba a lo que tenía que estar.

Si yo fuera él y me preocuparan los perjudicados por la Dana no podría pensar ni un segundo en salvar mi puesto. Pero Mazón es diferente, tan diferente como otros miembros de su partido incapaces de auscultar el profundo malestar de la gente, pendientes de sus partidistas y particulares intereses.