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Un documental y su teatro inédito nos sumergen en la historia maldita de Agustín Gómez Arcos, el gran autor español que escribía en francés

El Festival de Cine de Sevilla proyecta 'Un hombre libre', la historia del escritor almeriense exiliado en Francia que reconstruye la cineasta Laura Hojman, al tiempo que Cabaret Voltaire publica el Teatro inédito escrito por Gómez Arcos listo para ser representado

Imagen de archivo de Agustín Gómez Arcos / CEDIDA

Madrid

Uno no se rebela por odio, sino por amor, solía decir Agustín Gómez Arcos, uno de los más grandes e importantes escritores de nuestro país que, fíjense en la paradoja, apenas publicó en nuestra lengua. Lo hizo en francés, idoma que adoptó en su exilio político, después de que la censura de la dictadura franquista le obligara a marcharse para seguir escribiendo teatro y novela. El francés fue el idioma en el que escribió la mayor parte de sus obras, El cordero carnívoro, Ana no, El niño pan... y que lo convirtieron en parte del currículum académico en los colegios de Francia o que le dieron la Orden de las letras. Honores que España le negó y que ahora, gracias al cine y a las editoriales independientes, su figura empieza a cobrar cierta importancia en nuestra cultura.

Ese acto de amor que está detrás de la rebelión, es el que ejerce la cineasta Laura Hojman en Un hombre libre, un documental sobre Agustín Gómez Arcos que acaba de presentar en el Festival de Cine de Sevilla, y donde recorre la vida del escritor almeriense, desde su infancia dura y pobre en Enix, desde la dureza de la represión franquista hacia su padre, republicano, sus estudios, su vida en Madrid y sus inicios en el teatro político en la capital. Niño de la guerra, uno de los cinco hijos de una familia de un pueblo rural, fue el único de sus hermanos que pudo estudiar, gracias al apoyo de toda su familia. Lo cuenta la director con imágenes de esos paisajes almerienses, secos y áridos, pero también con entrevistas a personas que le conocieron o que han evaluado el impacto de sus escritura. También con material de archivo del propio escritor.

"Agustín Gómez Arcos no fue solo un escritor de extraordinario talento, sino un hombre que, a través de su obra, desafió los silencios impuestos por el franquismo. Dio voz a las víctimas, a los disidentes, a los homosexuales, a las mujeres y a todos aquellos que quedaron marginados por la norma. Les dio un relato, un lugar desde el cual sobrevivir. El exilio de tantos artistas, escritores e intelectuales, que representaban la mayor riqueza cultural de España, no solo los afectó a nivel personal, sino también a la narrativa de todo un país", explica la directora que indaga en temas de memoria y literatura tras el éxito de sus anteriores películas, A las mujeres de España, Maria Lejarraga o Antonio Machado, los días azules.

Pedro Almodóvar, por ejemplo, le conoció en el Madrid de la Movida. Gómez Arcos ya había vuelto a su país, tras la muerte del dictador, y trataba de adaptarse a una España más preocupada en lo banal que en la lucha política. El director manchego, que compartió piso con el escritor, lo compara con un desaparecido del franquismo, porque quisieron aniquilar su obra, silenciándola. Almodóvar quiso adaptar El cordero carnívoro, pero no pudo. "Sigue siendo demasiado fuerte para llevarla al cine", dice a cámara de un libro sobre el incesto que deslumbró al cineasta que lo califica de uno de los grandes hitos de la literatura española. "Aunque escriba en francés, todo lo que palpita es español". Se refiere a ese exilio lingüístico que ejerció el escritor que quiso deshacerse de España y del dolor del rechazo de una patria convertida es fascista escribiendo en francés.

Asunción Elvira, la traductora de su obra en España, también aparece en el filme. Ella no le conoció, pero le llegó su historia en la facultad, al de un andaluz que triunfaba en Francia y se apasionó. "Es el resultado de la educación que proponía la Institución Libre de Enseñanza republicana. Tiene una historia similar a la de Miguel Hernández", dice Elvira. Quizá del poeta alicantino comparte el compromiso político y artístico y la necesidad de que sus palabras sean armas cargadas de futuro. También sus orígenes obreros, algo no siempre fácil de encontrar en los literatos españoles. Lo primero que publicó Gómez Arcos fue precisamente un poemario donde hablaba de su homosexualidad. Después se matriculó en Derecho y ahí empezó su andadura en el teatro universitario. Hasta que se marchó a Madrid.

Periosistas y escritores, como Bob Pop sitúan la prosa de Gómez Arcos como una escritura femenina, alejada de los cánones patriarcales, como un referente para muchas y muchos. Quizá en eso esté la conexión con una generación de jóvenes lectores y lectoras que han encontrado en su obra una modernidad inaudita. Dramaturgos como Alberto Conejero o Paco Bezerra -este último censurado por su obra sobre Santa Teresa, como lo fue el autor almeriense- ponen en valor el uso del lenguaje y la palabra, así como la innovación de su obra. "La labor del artista es como la de Casandra, hay que decir lo que la sociedad no quiere oír", explica el dramaturgo. También insiste en la importancia política de sus obras de teatro la actriz Marisa Paredes, que lee algunos de los partes de la censura de la época sobre las piezas que intentaba estrenar, que ganaban premios, pero que nunca podían representarse. Ocurrió con el Lope de Vega, le dieron un accésit para evitar representarla. Con ese dinero fue con el que se pagó el billete de Londres, dinero del franquismo para sufragar su primer paso al exilio.

El documental también se centra en sus años en Francia, hablando con amistades de aquella época, pero también con el escritor Éric Vuillard. "Recuerdo mi primera lectura. Era algo tan peculiar, un español exiliado en Grancia que escribía en francés, y escribía notablemente bien, con un estilo muy particular. Me impresionó mucho", nos dice el escritor en una entrevista en la SER. "La suya es una escritura corporal muy poética y, al mismo tiempo, con una narrativa muy simple, como una especie de línea recta. Explica sobre Ana No, una de sus preferidas. "Podemos decir que es el fondo el que se eleva a la superficie de la forma en su escritura", añade el autor galo.

No fue hasta once años después cuando consiguió regresar a Madrid. "Estaba pletórico. Adoraba Madrid y disfrutaba muchísimo de la noche madrileña", cuenta Almodóvar. Sin embargo, su llegada supuso una gran decepción. La Transición no atajó a fondo las cuestiones clave de la política de nuestro país y el mundo cultural no le abrió los brazos. De ahí que en El hombre arrodillado ajustara cuentas con esa época, sobre todo los años ochenta, con la Movida y con la droga. "Esta gente ha olvidado que esto no es la libertad", decía sobre esa banalización. Por eso volvió a París. Y allí siguió hasta su muerte. Escribió decenas de novelas, algunas adaptadas a la televisión, también a la ópera. Murió en 1998, a causa del SIDA.

Hubo un momento clave que cuenta el editor Miguel Lázaro, hombre clave, junto a su socio José Miguel Pomares, en que ahora leemos a Gómez Arcos. Al frente de la editorial Cabaret Voltaire, la misma que nos trae a la Premio Nobel Annie Ernaux, lo descubrió en una cena en París. Se quedó boquiabierto con su historia y empezaron el trabajo. Hoy esta editorial acaba de publicar un tomo enorme con todas sus obras de teatro. Algunas han sido representadas, en 1992 por Carme Portacelli, Interview de Mrs. Muerta Smith por sus fantasmas en la Sala Olimpia. Después estrenaría otros dos textos suyos: Los gatos, en el Teatro María Guerrero (1992) y Queridos míos,otras nunca se habían leído. Ahora este volumen pasa a la historia de la literatura dramática en español, y equipara su obra a la de otros autores como Max Aub, por ejemplo, que tuvo en las vanguardias y en la política el centro de su creación. “Cuando escribo teatro, hago la guerra”, decía el escritor que en sus obras inició temas que después desarrollaría en sus novelas. Diálogos de la elegía, sobre un pueblo habitado por mujeres, Elecciones generales, sobre un diputado que llega a un pueblo a comprar las almas de los muertos, Los gatos, Prepapá o Queridos míos, es preciso contaros ciertas cosas o Balada matrimonial, sobre un adulterio en la burguesía, son algunos de los textos que se encuentran en ese volumen. "Estoy seguro que la publicación de este volumen de mil páginas de teatro de Agustín Gómez Arcos va a significar su regreso a los teatros, a los escenarios españoles", nos dice Lázaro.

"Hemos dado un paso muy importante para el conocimiento de su obra en España. Yo creo que podemos afirmar ya sin ningún género de dudas, que Agustín Gómez Arcos es uno de los grandes escritores españoles de la segunda mitad del siglo XX", insiste satisfecho el editor que divide sus obras en dos etapas. La primera, aún en España, se caracteriza por sus ecos de picaresca, esperpento y voces lorquianas. En la segunda, ya en Francia, se acerca al teatro del absurdo y al surrealismo. Su escritura es una intersección entre tradiciones, que aúna transgresión y lirismo. La alegoría le sirve de recurso para reflejar la sociedad del momento, sin olvidarse de atender a aquellos que rompen reglas, algo común en muchos de sus personajes, como el de esa mujer que recorre España para encontrarse con su marido y sus hijos presos y condenados a muerte por el franquismo, una mujer completamente diferente al ideal del régimen nacionalcatólico. Lo mismo que María república, otra genial novela, donde los rebeldes son los protagonistas en esa España oscura que nunca olvidó ni perdonó. Gómez Arcos yace en el cementerio de Montmatre, su epitafio es Un hombre libre, es lo que siempre fue, a pesar del contexto político e histórico. Es el título del documental que trata de restaurar su figura en un país desmemoriado aún en 2024.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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