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Antonio Scurati: "Los fascistas usan las reglas del juego democrático para sabotearlo desde dentro"

Javier del Pino e Iñigo Domínguez conversan con el filósofo Antonio Scurati, autor de la serie de novelas sobre fascismo y Benito Mussolini, M. La historia del destino (Alfaguara) y del ensayo Fascismo y Populismo (Debate)

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Madrid

Es una de las personas que más ha investigado y escrito sobre el dictador italiano Benito Mussolini. Hablar del dictador es hablar del fascismo y del populismo aunque él lo ha hecho novelado y desde otro punto de vista: “la tarea que me propuse fue dar una interpretación del personaje Mussolini y del fascismo sin filtros ideológicos. Y por eso elegí narrar el fascismo desde dentro. Algo que no se había hecho nunca, es decir, intentando dar una visión del mundo de Mussolini y de los personajes fascistas que giraban a su alrededor. Lo que en ningún caso significa compartir o pensar como ellos, sino plantearse la pregunta fundamental: ¿quién era Mussolini?, ¿quiénes eran los fascistas?, ¿por qué consiguieron seducir a millones de personas? Y, sobre todo, partiendo de la conciencia histórica de que nosotros fuimos fascistas... no todos, pero sí muchísimos italianos. Porque sólo de esta manera se asume la responsabilidad de lo ocurrido”.

Tampoco le gusta usar la palabra ‘fascista’: “Pero no por una razón moral o filológica, sino porque creo que nos despiste, que nos desvíe del verdadero problema. Creo, y lo vengo diciendo y escribiendo desde hace muchos años, que existe una amenaza permanente para la democracia liberal. Esta amenaza, sin embargo, ya está aquí, ya está ahora, ya está dentro de la casa de las instituciones democráticas. Cuando utilizamos la palabra “fascista” tendemos a pensar que la amenaza venga del futuro, que un día volverán los camisas negras, que un día volverán las porras, o los camisas azules, o los camisas pardas, y entonces miramos en la dirección equivocada. Todo esto no volverá de esa forma. Sin embargo, los líderes soberanistas populistas de hoy en Italia, en España, en Francia, en Alemania, en Austria, en Estados Unidos, ya son enemigos de la democracia liberal. No debemos esperar el retorno del fascismo en su forma tradicional”.

Si la política apela a las emociones entonces no se puede ganar solo con ideología: “Existen dos grandes pasiones políticas, y subrayo “políticas”, enfrentadas entre sí. La más poderosa de ellas, como he dicho antes, es el miedo. El miedo por supuesto es hermano del odio. Su antagonista es la esperanza. La única pasión política capaz de emocionar, de entusiasmar, de movilizar a las masas dentro de un proyecto y de un horizonte político es la esperanza, que mira hacia el futuro, tanto como el miedo mira hacia el pasado. La esperanza es progresista, el miedo es reaccionario. Pero es mucho más fácil suscitar el miedo que suscitar la esperanza. Y lo vemos hoy en las grandes crisis de los partidos progresistas de izquierda tradicionales. Es una crisis histórica, epocal, en Italia, en España y en otros países. Porque los partidos progresistas, digamos los partidos tradicionales de izquierda, son los partidos de la esperanza. Ganan si consiguen despertar la esperanza en las masas, mientras que los partidos populistas, soberanistas, reaccionarios, ganan si despiertan el miedo... y es más fácil hacerlo”

Hemos visto como en las últimas elecciones en EEUU una amplia mayoría de jóvenes estaban a favor de Trump. A los populismos les resulta más fácil seducirles: ”Por un lado, los jóvenes están más fuera de la experiencia histórica del tiempo que nosotros. Viven en este eterno presente, en esta crónica, nunca en la historia. Internet es para ellos como un archivo central del tiempo en el que cogen fragmentos del pasado, sin situarlos históricamente, como se hace en una pastelería “quiero ese pastel, quiero ese otro”. De hecho, estos jóvenes, que viven fuera del tiempo histórico, son desgraciadamente muy sensibles a la seducción populista”

 
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