Reconstruir escuelas: una oportunidad para rediseñar
La filosofía educativa de Reggio Emilia surgió en Italia tras la Segunda Guerra Mundial. ¿Nos puede servir de ejemplo a la hora de afrontar la reconstrucción de escuelas en Valencia tras la DANA?
Las recientes inundaciones en Valencia han dejado una huella visible y profunda en la región, afectando tanto a su infraestructura como a la vida cotidiana de sus habitantes. Más de doscientas personas han perdido la vida, y miles de hogares, escuelas y empresas han quedado completamente devastados. Edificios y parques se han sumergido en agua y barro.
Las primeras reacciones se han centrado en el rescate, la limpieza y el abastecimiento de alimentos. Pero esta tragedia nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre diversos aspectos de nuestra sociedad: entre ellos, el sistema educativo. No solo debemos preguntarnos cómo evitar una tragedia similar a la de Valencia en el futuro, sino también cómo podemos reconstruir una comunidad educativa en torno a los valores humanos que hemos visto brillar en estos días: la solidaridad, la colaboración y la empatía.
Reggio Emilia: Un modelo para el renacer educativo
La filosofía educativa de Reggio Emilia, nacida en la ciudad del mismo nombre del norte de Italia después de la Segunda Guerra Mundial, surgió en un contexto de reconstrucción y resiliencia. Los ciudadanos de esta ciudad, movidos particularmente por un amplio grupo de mujeres y liderados por Loris Malaguzzi, un pedagogo visionario de la zona, buscaban una manera no sólo de reconstruir edificios, sino nuevas formas de educar que promovieran la paz, la democracia y la colaboración entre comunidades.
Tras los estragos de la guerra, la comunidad se unió para diseñar un sistema educativo que rompiera con los valores rígidos y autoritarios de la época. En lugar de ver a los niños como receptores pasivos de conocimiento, se les concebía como protagonistas activos de su propio aprendizaje. La educación se entendió como un proceso de construcción de conocimiento y colaboración entre niños, maestros, familias y entorno.
En este enfoque, los edificios escolares son diseñados de manera intencionada. En vez de proyectar aulas con sillas y mesas donde los niños se sientan y hacen fichas siguiendo las instrucciones de un profesor, estos espacios están diseñados por rincones, donde hay sillas y mesas, pero también otros espacios y materiales donde el alumno puede explorar, crear y trabajar en equipo y al mismo tiempo desarrollar habilidades como la autonomía, la curiosidad o el pensamiento crítico.
El uso del exterior
La escuela no se limita al aula: el exterior, la naturaleza (ríos, playas, montañas, senderos) y la comunidad (empresas, museos, zonas públicas) son claves en el proceso educativo. La naturaleza y la comunidad no solo son un recurso didáctico, enriqueciendo las experiencias de aprendizaje al hacerlas más profundas y significativas, sino que también fomentan un sentido de pertenencia, responsabilidad social, conexión y respeto hacia el entorno. Se entiende el aprendizaje como un proceso interconectado a nivel local y global.
En 1991, la revista estadounidense Newsweek reconoció a la escuela municipal Diana de Reggio Emilia como el modelo más avanzado del mundo en educación infantil. Esta escuela se consideró representante de todos los centros de primera infancia y preescolares de la ciudad. Este reconocimiento impulsó significativamente la visibilidad internacional del enfoque Reggio Emilia, haciendo que su exposición en los medios y el interés global por este modelo educativo crecieran exponencialmente. En la actualidad, hay miles de escuelas que han adaptado esta filosofía en países como Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda.
Reimaginando los entornos de aprendizaje en Valencia
Las recientes inundaciones en Valencia ofrecen un momento análogo en el que, desde la adversidad, se pueda generar cambio. En este contexto, la posibilidad de rediseñar y reconstruir las escuelas puede ser una respuesta a la tragedia que no solo mitigue el dolor de la pérdida, sino que también honre el derecho de los niños a aprender y crecer en un entorno de alegría, paz, seguridad y bienestar.
En primer lugar, el concepto de “espacio como tercer maestro” se convierte en una prioridad. En lugar de reconstruir los edificios escolares tal y como eran, ¿por qué no repensar los espacios educativos para que se conviertan en entornos más inclusivos, interactivos y adaptativos? Aulas abiertas, áreas de aprendizaje compartidas, espacios al aire libre y ambientes que fomenten la exploración multisensorial podrían ser algunos de los elementos a incorporar.
El papel de la comunidad educativa y el bienestar
La experiencia de Reggio Emilia también pone de relieve la importancia de la comunidad educativa en su conjunto: niños, maestros, familias y la sociedad en general. Este enfoque colaborativo puede ser fundamental en el proceso de reconstrucción postinundación en Valencia.
Los maestros, en lugar de ser meros transmisores de conocimiento, pueden desempeñar un papel activo en el diseño de experiencias de aprendizaje. Por ejemplo, en educación infantil, durante la asamblea, podemos leer cuentos sobre la riada y reflexionar juntos sobre cómo nos hemos sentido en las últimas semanas.
A partir de estas conversaciones, surgen ideas para ayudar a los niños de las zonas afectadas, como construir parques infantiles que les ofrezcan espacios de paz y juego. Los alumnos asumen un papel activo en el proyecto, diseñando y modelando parques infantiles que podrían exhibirse en los ayuntamientos. Incluso podrían escribir una carta al alcalde para explicar la motivación detrás de esta iniciativa.
En este contexto, el docente actúa como guía y facilitador, promoviendo la construcción de conocimiento y habilidades, y documentando pedagógicamente el proceso de aprendizaje mediante la observación y la escucha activa.
En momentos como el que atraviesan muchos municipios valencianos, niños y niñas pueden encontrar en los colegios un lugar donde curar esas heridas y sentir que ellos tienen las competencias para, junto con la comunidad, superar dicha tragedia y cualquier adversidad que la vida les presente.
Incluir a la comunidad
Por otra parte, ¿cómo podemos incluir a las familias para que formen parte esencial en este proceso de aprendizaje y sean vistas como aliados en vez de enemigos en un entorno de apoyo y crecimiento?
Quizás podríamos hacerlos partícipes en el desarrollo de proyectos con los alumnos aprovechando sus recursos y conocimientos –por ejemplo, de arquitectura, ingeniería, fontanería o jardinería– tanto en el proyecto de ciudadanía de la creación de parques infantiles, como en proyectos que los propios profesores lleven a cabo, desde la creación de un huerto a una biblioteca solidaria.
Tenemos la oportunidad de transformar los espacios de aprendizaje, fomentar la colaboración entre la comunidad educativa y asegurar la sostenibilidad en la reconstrucción de escuelas. Podemos conseguir que las futuras generaciones no solo se enfrenten mejor al futuro, sino que también lo construyan de una manera más responsable, creativa y humana.