A sus 43 años, Fernando Alonso es el piloto más veterano de la parrilla de Fórmula 1 en la actualidad. Su extensa carrera cuenta con más de una década de competencia en el mundo del automovilismo y, como es lógico, todo tiene un principio. El asturiano empezó a dar sus primeros volantazos en los monoplazas más rápidos del mundo allá por 2001, cuando tan solo era una joven promesa por la que apostó una escudería de las más humildes de la época, Minardi. Ese fue su comienzo, donde empezó a poner las primeras piedras de su trayectoria. Allí coincidió con Paul Stoddar, el que fuera su primer jefe de equipo, que ahora ha hablado en Fórmula1.com sobre los primeros pasos del asturiano como profesional. «La primera vez que conocí a Fernando fue en diciembre de 2000», puntualizó, agregando que ya lo tenía ubicado porque habían competido contra él cuando rodaba en F3000, categoría ahora conocida como Fórmula 2. «Me fijé en él en Spa cuando hizo una carrera que fue simplemente increíble; así que le tenía puesto el ojo, pero no le di mucha importancia», explicó, pero cuando lo tuvo consigo todo cambió. El empresario relata que cuando compró Minardi, Alonso actuaba como piloto de pruebas, pero sorprendió a todos con su implicación y trabajo sin descanso junto a los mecánicos para mejorar el monoplaza, y con él al mando del equipo tenían el objetivo de poder dar un cambio al coche para que pudiera al menos empezar a terminar carreras y, por qué no, intentar pensar en llegar a puntuar en un futuro próximo. Su primer reto, llegar a Melbourne con un cambio drástico en los Minardi, con la inestimable ayuda de un chaval español. «Fernando estuvo allí hasta la medianoche, trabajando quién sabe a qué horas, las 24 horas del día, para tener todo listo». Stoddart comenta que llegaron con pinzas al Gran Premio de Australia, habiendo solamente hecho «un test en línea recta antes de empaquetar los coches». Se presentaron en Melbourne y Alonso haría su debut en la F1 con todo en el aire por la incertidumbre de cuál sería el rendimiento del monoplaza, sorprendiendo a todos, pues no solo logró terminar la carrera. «Recuerdo que salí del muro de boxes absolutamente eufórico porque habíamos terminado la carrera y Fernando había llegado en el puesto 12, saliendo desde el 19», cuenta Paul, que se encontró con un panorama único al entrar en boxes. «Pude ver a todos los mecánicos llorando y pensé: ¿Qué ha pasado aquí que yo no sepa?. Pero la realidad fue que eran sólo lágrimas de orgullo, por el hecho de que habíamos llegado hasta allí», relata que todos pensaban que era imposible, que estaban hundidos, pero este logro les dio una fuerza increíble después de tanto esfuerzo y trabajo, con el piloto español como protagonista, al cual le reconocieron el mérito. «Cuando Fernando entró en boxes y salió del coche, todo el mundo lo abrazaba y lo agarraba, estaban muy contentos de que hubiera logrado eso», comenta Stoddart, que se dio cuenta de que era el comienzo de una carrera inmejorable. El que fuera jefe de Minardi explica que ese año el asturiano demostró su gran capacidad, estando muy por encima del coche que manejaba y superando las expectativas que realmente tenían. «Fernando demostró una y otra vez que podía poner en una posición competitiva a un coche poco competitivo», ensalza, confesando que durante la temporada «su talento superó a la maquinaria en la que estaba y demostró la diferencia que puede marcar un piloto». Paul Stoddart se encontró cómo el piloto al que, como dijo, no le dio mucha importancia, lavaba la cara de un equipo que venía bajo mínimos, y que por siempre será recordado como el primer escalón de la carrera de un bicampeón del mundo histórico.