"Mi padre era bueno, pero creía en el poder persuasivo de la paliza": el crudo testimonio del psiquiatra español más reconocido del mundo
El psiquiatra Luis Rojas Marcos explica cómo sufrir TDH marcó toda su infancia
Por el principio | Luis Rojas Marcos: "Mi padre era bueno, pero creía en el poder persuasivo de la paliza"
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Madrid
Luis Rojas Marcos es considerado uno de los mejores psiquiatras del mundo. Creció con TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad), una condición que en la época de su infancia, durante los años 40 y 50, no era conocida. Por esta razón, su forma de actuar y su temperamento llevaron a que tanto las monjas del colegio al que asistía como sus padres lo consideraran un niño "malo" y problemático. Este prejuicio afectó profundamente su autoestima, le ocasionó numerosos problemas de aprendizaje en la escuela y le dificultó avanzar en los cursos de primaria.
Rojas cree que heredó este trastorno de su madre, quien gestionaba mucho mejor que su padre las travesuras y el temperamento de su hijo. Además, la incomprensión por parte de su entorno hizo que germinara en él la semilla del emigrante, llevándolo a sentirse más cómodo lejos de su entorno y de su hogar. Esto lo descubrió durante sus estancias fuera de Sevilla, concretamente en el pueblo de su madre, Vale de Liendo, y en sus salidas al extranjero, donde experimentó un aumento de autoestima y una mayor seguridad en sí mismo.
En el último episodio de Por el principio, el psiquiatra habló extensamente sobre su vida, incluyendo esta etapa tan difícil. "Con 14 años me suspendieron en todas las asignaturas", cuenta Rojas. Solo logró aprobar tres: "religión, educación física y formación del espíritu nacional", una asignatura que "nos obligaban a estudiar" y que estaba dedicada a enaltecer los valores del régimen franquista y de la España católica.
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La situación en su escuela era muy complicada. A los 8 años estudiaba en un colegio de los Jesuitas, donde recuerda que "las monjas le forzaban a sentarse". Sin embargo, "duró poco" en esa institución. "Un día me llegó un papel que decía: ‘Por razón de la edad del niño, no puede seguir en este colegio’. Y aquello me dio una alegría", explica Rojas. Esta felicidad, sin embargo, fue breve, ya que cuando llegó a casa, la noticia no fue bien recibida. Su padre "no la tomó muy bien", no entendía las travesuras de los niños y mucho menos que estas conductas hubieran terminado con su expulsión.
Rojas describe a su padre como un hombre "muy autoritario", aunque cariñoso. "Creía en el poder persuasivo de la paliza", recuerda, y le daba "azotes" o "bofetadas", pero "sin saña", como castigo por lo que había hecho. Su padre desconocía su enfermedad y, como consecuencia, no entendía su mal comportamiento. A pesar de ello, Rojas afirma que su padre era "una persona buena, cariñosa, bondadosa y solidaria con los demás", aunque también muy estricta.
Posteriormente, lo inscribieron en otro colegio de los Jesuitas, pero la situación no mejoró y los castigos se volvieron aún más duros. "Me castigaban y me ponían de rodillas en un pasillo", recuerda. Rojas señala que estas prácticas, aunque hoy serían inaceptables, en aquella época "se veían de forma diferente". Uno de los castigos más duros que sufrió ocurrió en ese nuevo colegio. "Un padre fue hacia mí y me dio una paliza bastante fuerte. Me empujó, me pegó varias patadas y me metió en una clase", relata. Este episodio lo impactó profundamente y lo dejó emocionalmente roto, aunque gracias a la ayuda de "su hermano" pudo superar aquel momento.
Luis Rojas Marcos, el niño inquieto que suspendía siempre
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