Morir después de los muertos es doblemente triste
Le ha pasado a un trabajador de 51 años que inspeccionaba el colegio en ruinas de Massanassa en el epicentro de la riada valenciana
Morir después de los muertos es doblemente triste
Barcelona
Morir después de los muertos es doblemente triste. Le ha pasado a un trabajador de 51 años que inspeccionaba el colegio en ruinas de Massanasa en el epicentro de la riada valenciana. A las víctimas del temporal les tocó la fatalidad por el maldito azar, por la falta de alerta oficial, porque la rapidez de la tromba les impidió reaccionar. Algunos pudieron, al menos, resistirse y junto a los más de 200 muertos, otros muchos más se salvaron.
El fallecido de ahora no tuvo opción, parece. Y de él apenas sabemos nada. Trabajaba para la empresa pública Tragsa, que, entre otras cosas, se dedica a la reparación de infraestructuras. Extrañamente, ni siquiera ha trascendido su nombre, cuando el accidente se produjo ayer. Sabemos que la estructura del colegio evidenciaba un pésimo estado. En el nivel rojo, el más grave, y que por eso lo habían precintado.
Dice la empresa que llevaba puesto el equipo de protección correspondiente y que estaba junto a varios miembros de la Unidad Militar de Emergencias, que resultaron ilesos. El presidente autonómico, Carlos Mazón, tenía previsto el domingo acudir al pueblo. Anuló la visita, o la aplazó. El sacrificio accidental del trabajador anónimo. Quizá sirva para recordarnos a todos, y antes que nadie, a las autoridades, que la zona sigue siendo peligrosa. Qué triste todo.
Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas...