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Andrea Arnold: "Crecí en una familia de clase trabajadora. Siento que conozco, entiendo y no juzgo esos barrios"

La directora británica se pasa al realismo mágico con 'Bird', una historia de la adolescencia en los márgenes en un emotivo drama con dos de las estrellas del momento, Barry Keoghan y Franz Rogowski

Andrea Arnold, directora de 'Bird' (Photo by Joe Maher/Getty Images for BFI) / Joe Maher

Andrea Arnold, directora de 'Bird' (Photo by Joe Maher/Getty Images for BFI)

Andrea Arnold es una de esas directoras que prefiere no analizar sus películas. Simpática, dicharachera, educada, contesta a todo salvo a las interpretaciones de su cine, que normalmente suele centrarse en el retrato realista de la clase trabajadora británica. “No me gusta explicar cada uno de los niveles y capas que exploran mis películas, porque pienso que es el público el que debe descubrir y decidir lo que pasa dentro en ellas”, nos dice en una entrevista en la Cadena SER.

Se refiere a uno de los temas que se infieren de Bird, su nueva película, que la directora presentó en Cannes, un festival que siempre le ha sido fiel, y con la que traspasa la frontera hacia el realismo mágico. “Odio explicar algo así, el cine es la experiencia de cada uno y si yo explico las cosas siento que le quito a la gente el poder hacerlo. Para mí lo complicado es hablar de mis películas sin hablar de ellas, porque en la promoción tienes que hablar de tu trabajo. Para mí la película lo es todo, tiene todo lo que ofrezco y no siento que deba añadir nada más. Podría estar hablando de caracoles toda la entrevista, que por cierto, está muy relacionado”, insiste la directora británica que prefiere hablar de búhos, libélulas o gusanos antes que de los temas que atraviesan sus personajes.

Lo que si nos cuenta, entre bromas, es la forma chocante en la que surgió la idea de esta película. “Se me aparecía la imagen de un hombre alto, misterioso y desnudo subido en lo alto de un edificio”. Lo dijo en Cannes y lo explica así. “También para mí fue raro. Pero esa imagen hizo que me hiciera preguntas, por qué aparecía ahí, quién era ese hombre, por qué estaba desnudo, por qué había niebla, por qué se subió al tejado del edificio, si era un extraterrestre, su edad”. Con la respuesta a todas ellas empezó la construcción de una especie de rompecabezas que ha dado lugar a esta historia de una niña que empieza a pasar a la vida adulta.

La historia de Bird empezó a cuajar hace cinco años, pero entre medias la directora ha hecho otras cosas, dirigir series de televisión y un documental, Vaca, que en la que siguió a una vaca lechera durante cuatro años y con la que firmó su película más personal y feminista. La película la retomó después y se acerca a sus títulos más celebrados como Red Road, pero sobre todo Fish Tank. En un barrio inglés de clase obrera vive Bailey, Nikiya Adams, de 12 años, con su jovencísimo padre y su hermano en una casa ocupada del norte de Kent. Un padre que no dedica demasiado tiempo a sus hijos y que cada día tiene una novia nueva. Con la última va a tener otro hijo. Mientras su madre vive en otra cosa con el resto de hermanos y con su nueva pareja, un tipo violento. Es por eso Bailey por lo que siempre va a su aire, buscando aventuras y nuevos amigos, y preparándose para la boda del padre. “Tal vez porque mi propia familia era bastante caótica. Probablemente yo también lo soy”, responde sobre la necesidad de abordar el retrato de familias que no se adecuan a la norma.

“Ninguna de las historias está directamente conectada, pero estoy muy interesada en ese tipo de familias. Supongo que es algo natural, en tanto que cuando escribo acabo haciéndolo sobre aquello que conozco. No hay nada directamente de mi propia vida, pero sí que hay algo mío en cada cosa que escribo”, reconoce la directora que creció en un suburbio rural de Inglaterra, con una madre que antes de cumplir 22 años ya tenía cuatro hijos. Ella se marchó de casa antes de los 18, sin acabar los estudios, para probar suerte como bailarina o actriz. Fue presentadora de un programa juvenil en televisión hasta que se encontró con su vocación como directora.

“Crecí en una familia de clase trabajadora y en ese tipo de barrios que retrato. Siento que es un ambiente que conozco y entiendo”, nos cuenta sobre la manera de retratar a la gente de clase obrera, algo que el cine ha ido dejando de hacer cada vez más y, si lo hace, suele haber estereotipos y juicio. “Yo no hago ningún juicio sobre nadie. He vivido en esos ambientes y no trato a nadie de manera diferente. Supongo que eso se refleja en lo que hago. Todos deberíamos respetarnos y preocuparnos los unos por los otros. Intento no juzgar a nadie cuando conozco a alguien por primera vez. Supongo que todos lo hemos hecho en algún punto, pero yo trato de evitarlo y es por eso por lo que no está en mis películas”.

Por eso, ni siquiera juzga a ese padre que trata de salir adelante y que está más preocupado de ensayar la canción que cantará en su boda o del traje, que de ver las preocupaciones de sus hijos, si van al colegio, si tienen problemas con los demás niños, o si hay extraños merodeando la casa. Barry Keoghan brilla en el papel de un choni algo desastre pero con buen corazón. Fue su colaboradora habitual, la directora de casting, Lucy Pardee, la que le sugirió al actor irlandés. “Mencionó a Barry muy pronto, antes de que se estrenara Almas en pena. Me envió una foto y a mi me encantó su apariencia y pensé que encajaba en mi cine. Luego lo vi en un par de papeles pequeños, fui a conocerlo y así surgió”, nos cuenta sobre el acierto de contratar a este actor que se atreve a cantar The Universe de Blur desafiando en medio del filme. La música es un elemento clave en sus películas, el baile de la adolescente en Fish Tank, frente al personaje de Michael Fassbender, o los de las chicas de American Honey en esa huida por Estados Unidos. "Hago una lista de reproducción para cada personaje y para el suyo había canciones que ya son himnos populares. Yellow es una canción que me gusta mucho, porque intento que esas canciones me gusten. Yellow es fantástico. Creo que al personaje le gusta cantar, y que se le oiga, se conoce la letra”, explica sobre la canción de Coldplay que suena en uno de los momentos más emotivos de la película.

Pero, por supuesto, lo más novedoso de Bird, con respecto al cine de Andrea Arnold es la aparición de cierto realismos mágico, que tiene que ver con ese hombre desnudo, al que interpreta otro joven actor de moda, Franz Rogowski, y que da nombre al propio filme. “Surgió de forma natural durante el proceso de escritura”, explica sobre el cambio de género. “No tenía ninguna película como referente en ese momento. Pero sí sé que me gustan películas como El laberinto del fauno, que es increíble, pero nunca pensé que en mi cine pudiera encajar algo así. Por eso digo que ese realismo mágico surgió de manera natural. Mi imaginación me llevó allí y yo me dejé llevar. Me parecía una progresión natural de lo que ya hago, porque creo que todas las cosas de la naturaleza, como las películas, para mí son mágicas de alguna manera”. Bird está profundamente arraigada en esos relatos de traumas familiares, pero también en esos lazos que unen a las personas con las animales y es ahí donde el personaje encuentra su salvación.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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