Cloe

Madrid

Tenía quince años, esa edad en la que toca ser el amor de alguien según la dinámica y pegadiza canción, esa edad en la que se deja atrás el tiempo infantil del deseo adormilado y se empieza el de las indagaciones y descubrimientos. A tientas, con la inocencia de los pocos años vividos, las parejas adolescentes se dan la mano para adentrarse en el nuevo territorio de los afectos y la sexualidad.

Debiera ser un tiempo y un espacio de gozo y alegría, de asombro compartido. Para Cloe, asesinada por su pareja dos años mayor que ella, ha sido la edad de la muerte. Debe de ser una de las víctimas más jóvenes de la violencia machista, violencia vicaria aparte. Pero conmociona también descubrir lo joven que es él, que tan pronto se desate el odio hacia las mujeres.

Entonces la pregunta es obligada: ¿Los asesinos machistas nacen o se hacen? La respuesta es compleja pero sabemos que hay factores que hoy contribuyen a hacer admisible e incluso deseable la violencia contra nosotras: negarla, minusvalorarla, reducirla a una cuestión doméstica o anecdótica. Las profesoras de secundaria hace tiempo que vienen advirtiéndonos sobre el cambio de los últimos años: cada vez más alumnos repiten de pe a pa el ideario de la ultraderecha. Enseñan odio a los niños desde muy pronto y ese odio mata, mata a niñas como Cloe.