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Bukele, ¿El Salvador?

Punto de Fuga lanza el primer capítulo dedicado al modelo del presidente salvadoreño de imponer la seguridad con mano dura para desestructurar las maras, las pandillas juveniles que hicieron imposible la vida en este pequeño país centroamericano durante años.

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Nayib Bukele, de 43 años, goza de niveles de popularidad inéditos en todo el planeta. Ha conseguido un hito que afecta de lleno a la vida cotidiana de los seis millones de personas que viven en el país: terminar con la violencia de las pandillas juveniles que ejercían un control total sobre las comunidades. "Desde cómo entrabas a tu comunidad. Todos pagaban a la pandilla una cuota de extorsión que se llegó a estimar en 60 millones de dólares anuales. Esta gente torturó, mutiló, despedazó, violó... durante años. Hay ciertos daños que hicieron en el tejido social que son irreversibles", describe Carlos Martínez, responsable del diario 'El Faro', el primer periódico digital de El Salvador.

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Carlos y sus hermanos están ahora amenazados por publicar los detalles de la negociación de Bukele con las pandillas juveniles y las concesiones a estos grupos violentos. "Las prebendas llegaron desde la posibilidad de limitar las incursiones policiales en ciertos territorios a la liberación de uno de los máximos responsables de la mara salvatrucha que debía 40 años de condena en El Salvador y una orden de extradición a Estados Unidos", detalla Martínez.

Con este periodista recorremos el camino que siguió Bukele para acercarse a los líderes de las maras desde que fue candidato a la alcaldía de San Salvador y de la mano de Carlos Marroquín, su nexo con las pandillas. El presidente consiguió rebajar al mínimo los homicidios, una tendencia que las organizaciones sociales advierten que ya había comenzado antes de la llegada de Bukele. La imposición del estado de excepción en el país hizo el resto.

La quiebra de la tregua con las pandillas a comienzos de 2022 supuso un punto de inflexión. La mara salvatrucha mató a 87 personas en un fin de semana después de la detención de dos de sus líderes que viajaban en un vehículo oficial. Lo interpretaron como una traición y se tomaron la justicia por su mano. En respuesta, Bukele rompió su acuerdo con los pandilleros y suspendió las garantías constitucionales. Desde entonces, más de 80.000 personas han sido detenidas en el país. Bukele reconoció recientemente que había liberado a 8.000 inocentes.

El instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana acredita cerca de 6.500 denuncias de violaciones de derechos humanos bajo el régimen de excepción en El Salvador. Más de la mitad, las sufren los jóvenes. "Estaban estigmatizados por la presencia de pandillas y ahora por ser sospechosos de cometer criminalidad", lamenta Carlos San Martín es director del SSPAS, el servicio social pasionista que trabaja con organizaciones sociales en defensa de los Derechos Humanos y socio local de Manos Unidas.

En su opinión, Bukele maneja la violencia como herramienta de poder y de control del pueblo. "Esto lo ha llevado a su extremo. Utiliza la violencia de las pandillas para deconstruir el estado de derecho y construir un estado autocrático", señala. Su organización y otras, tanto en áreas urbanas como rurales, recogen testimonios estremecedores como el de Esmeralda Dominguez, que pasó 8 meses en una de las cárceles. Su delito fue vivir en una zona controlada por las maras. Ingresó en prisión poco después de dar a luz.

"Muchas señoras de 70 años que lloraban porque decían que habían tenido un hijo, lo mataron y a ella las habían encarcelado. Había de todo... muchachas de apenas 18 años hasta mujeres de 70 o 75 años. A todos nos acusaban por agrupación terrorista. Nunca vimos a un abogado. Nuestras necesidades las hacíamos en cubetas. En las celdas había hasta 200 personas en un espacio para 70. Lo más drástico de lo que podemos hablar es la comida... porque no era para seres humanos, ni los perros se lo comerían", describe.

"Te castigaban colgándote con las esposas sin tocar el suelo. Vi a una señora de 72 años morir como un animalito. Le dijeron a la hija que la llevaban a la fosa común. Mujeres que abortaron y los fetos se iban por los baños como si nada. Las mujeres, con su sangramiento, no eran atendidas", añade.

 
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