Ángeles Caballero entra en la misa de los antiabortistas en Madrid y le asombra lo que ve: "Lleno de trampas"
Discursos que expulsan y no integran, por más que se empeñen en que aquello es un punto de encuentro para estrechar lazos
A las ocho de la mañana este cuerpo que les habla buscaba sitio en uno de los bancos de la iglesia del Monasterio de la Encarnación, muy cerca del Senado. Apenas un par de minutos después apareció el nuncio apostólico de España, Monseñor Bernadito Azúa, acompañado por otros sacerdotes, para celebrar una misa con la que arrancaba la cumbre trasatlántica para pedir lo mejor para los presentes y todas sus intenciones.
"Las caras, don Jaime, las caras": la estupefacción de Ángeles Caballero en la cumbre antiabortista en el Senado
04:34
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1733215669299/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Fue una misa como todas las que se celebran en día laborable, más breve que las de los festivos, donde sonaron algunos móviles, hubo toses y bostezos. Pero también fue una oportunidad para comprobar la cantidad de trampas que esconden las palabras. Lo que en realidad significan términos como la dignidad infinita de las personas, la libertad, la vida y los derechos humanos, para muchas de las personas allí reunidas. Porque cómo no comulgar con todo eso, con pedir vidas dignas, libres y con derechos.
Todo iba bien, según lo establecido, hasta que en el momento de la consagración las voces vinieron de fuera, mezcladas con los ladridos de los perros, asustados ante el bullicio. Eran gritos ordenados, coreados: “Fuera los rosarios de nuestros ovarios”. Algunos de los asistentes empezaron entonces a mirarse, unos a otros, buscando respuestas. Se inició entonces un ir y venir discreto por los laterales del templo. Alguna que otra sonrisa nerviosa, minimizando aquello. Salimos por una puerta conectada directamente con la sacristía, y los gritos cada vez se oían menos.
Más información
A pocos metros, en la puerta del Senado, mientras decenas de personas aguardaban cola para acreditarse, una señora miraba a la puerta principal y se preguntaba por qué no hay dinero para Sanidad y sí para esto. Dentro, la exdiputada del parlamento vasco María San Gil pasaba los controles de seguridad encantada de que este mismo programa estuviera hablando de la cumbre. “¡Eso es bueno, que hablen!”, le decía a una compañera.
Dentro, volvieron las trampas, pero mucho menos sutiles. Madrid como epicentro de los valores más preciados, dijo Javier Puente, director de Innovación del Gobierno cántabro, como arranque, sin especificar cuáles son. “Como padre de tres hijos, quiero lo mejor para ellos”, añadió. Como si no lo quisiera yo lo mismo para los míos y los del resto, estimado señor.
Y llegó Jaime Mayor Oreja, presidente de honor de la institución promotora de este encuentro, que habló de la importancia de tener fundamentos sólidos y una brújula que nos guíe. Que a mí, como veleta perdida, me parecen cosas fundamentales. Pero asomaron las caras, Jaime, las caras, cuando mencionó lo empeñados que están algunos en cambiar las cosas, manipular la Historia, las ganas de destruir los valores cristianos y cambiar el relato de la creación por el de la evolución de las especies. La importancia de combatir la comodidad del relativismo por la batalla, la cultura woke que menos mal que ha dado un paso atrás gracias a, y cito textual, “las victoriosas elecciones de Estados Unidos”.
Y ahí empezamos a entendernos todos. Como nos entendimos cuando escuchamos a José Antonio Kast, candidato presidencial de Chile, decir que defender al niño que está por nacer y al anciano que está por partir significa que el sentido común vuelve a instalarse. Y cómo necesitar traductor cuando Nahuel Sotelo, secretario de Culto y Civilización del gobierno de Javier Milei, advirtió de que la izquierda ideologizada ha tomado el control de las Naciones Unidas.
Discursos que expulsan y no integran, por más que se empeñen en que aquello es un punto de encuentro para estrechar lazos. Discursos que persiguen recortar derechos, demonizar a los que no cumplen con la familia como Dios manda, que menosprecian el relativismo y se abrazan al inmovilismo. Personas reunidas y convencidas de casa que insisten en que hay que vivir según sus preceptos. Y todo esto, en la Cámara Alta.
Otro examen, Àngels, que no apruebo.
Ángeles Caballero
Periodista. Colabora en 'Hoy por Hoy', con Àngels Barceló. Escribe en El País. Y habla en La Sexta.