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Macarena Bohórquez, el superar un cáncer raro para navegar a la Antártida: “Mi primer día en un barco no sentía el brazo”

La expedición del Reto Pelayo Vida disfruta de una nueva jornada en suelo antártico antes de emprender nuevos rumbos a bordo de la goleta

Macarena Bohórquez, una de las cinco participantes del Reto Pelayo Vida

Isla Decepción, Antártida

En la gélida Antártida también salen días buenos. Aunque nadie se va a atrever a quitarse ni una sola capa de ropa, sobre la cubierta de ‘El Doblón’ se reflejan los primeros rayos de sol que la expedición del Reto Pelayo Vida disfruta en una semana. El velero que las cinco mujeres supervivientes de cáncer han traído desde Argentina hasta Isla Decepción sigue anclado en la bahía de este particular enclave volcánico. Aprovechando el buen tiempo, dos actividades van a ocupar el día de las aventureras: la visita a una ballenera abandonada hace ya casi un siglo y cumplir una promesa que desde el puerto de Ushuaia ronda la cabeza del equipo, darse un ‘baño antártico’.

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“Yo hoy me lanzo al agua, a ver quién me sigue detrás”, proclama Macarena tras el desayuno. Lo que al principio parece una aventura en solitario, va atrayendo adeptos al encontrar una fumarola en la orilla de la bahía, que con su vapor invita a pensar que el agua podría estar caliente en esa zona y que el bautismo antártico ya no es una locura. El resto de las expedicionarias sigue a Macarena y se tiran al agua, mientras ésta se seca el pelo y ríe satisfecha.

Maca, como le llaman sus compañeras, sufrió con tan solo 34 años un sarcoma bastante agresivo en una axila. “Un bulto que era un garbanzo en dos semanas era una pelota de golf. Se llevaron 13 ganglios, trozos de piel, grasa, parte del músculo… Tuvieron que reconstruir mi axila”, recuerda. El día antes de la operación, en la habitación del hospital y sin poder dormir, se topó en Marca con un artículo que hablaba del Reto Pelayo Vida Patagonia 2023. De repente, encontró algo más a lo que agarrarse para salir adelante y por suerte aquello fue la casilla de salida de la aventura que vive estas semanas.

Las cinco expedicionarias en Isla Decepción

Las cinco expedicionarias en Isla Decepción

Las cinco expedicionarias en Isla Decepción

Las cinco expedicionarias en Isla Decepción

El proceso de recuperación de esta sevillana afincada en Barbate ha coincidido con la preparación para este desafío. Sin recursos económicos para navegar, a Maca se le encendió la bombilla para pedir ayuda. “Colgué carteles por todos los puertos de Cádiz pidiendo ayuda y grabé un vídeo, en el que yo iba sobre un monopatín con una cometa, como si fuera navegando”, cuenta entre risas. El vídeo se hizo viral y los profesores particulares improvisados aparecieron para darle las principales nociones sobre una embarcación a vela. Y ahí emergió de nuevo la principal figura en la vida de Macarena, su marido y compañero de vida desde hace 18 años, David. “Siempre ha estado al pie del cañón, no solo durante la enfermedad. Fue el primero que me ayudó a andar cuando me bajé de la cama, el que me ayudó a navegar. Yo a los patrones no les decía que tenía un brazo malo, cuando me subí por primera vez no podía ni moverlo. Así que, si había que hacer algo en el barco que yo no pudiera, él me ayudaba sin que se enteraran. La mitad del viaje a la Antártida es de David, es una pena que no me lo haya podido traer”, confiesa emocionada la aventurera andaluza.

Ahora Maca disfruta como una niña de un regalo con el que no contaba hace un año, y son otras mujeres las que ocupan las camas de los hospitales. Ella, les lanza un mensaje desde la Antártida: “Quiero dejar claro que el cáncer es una mierda. Para ti, tu familia, tus amigos y quienes te rodean. Pero en la medida de lo posible tienen que sacar el cáncer del centro de su vida, porque una de las cosas que tiene es que lo fagocita todo, cubre todas las conversaciones y pensamientos. Si te diagnostican puede que vivas muchos años o que vivas unos pocos, pero lo que está claro es que vas a estar ahora y aquí hoy, mañana y pasado… Yo me centré en vivir cada día porque no sabía cuánto me quedaba. Que se pongan en manos de los médicos, que se rodeen de la gente que les hace bien y que los proyectos que les ilusiona los empiecen, que vivan con ilusión”.

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