Fondos marinos arrasados y animales que mueren de hambre: las consecuencias de los aerogeneradores en el mar.
Michel André, director del Laboratorio de Bioacústica Aplicada de la Universitat Politècnica de Catalunya, lleva más de 20 años estudiando y divulgando acerca de los peligros de la contaminación acústica en los océanos.
Michel André, experto en bioacústica: "Los ruidos humanos debajo del agua matan"
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Michel André define la bioacústica como "la ciencia que estudia los sonidos de la vida". En 2003 fundó el Laboratorio de Bioacústica Aplicada en la Universitat Politècnica de Catalunya que a día de hoy es una de las mayores bases de datos del mundo de los ruidos de la naturaleza. El LAB tiene repartidos 150 sensores a lo largo del planeta desde donde monitorean paisajes sonoros durante las 24 horas del día en busca de cualquier variación. La mayoría de ellos se encuentran en los fondos marinos.
Estos "sonidos de la vida" de los que habla Michel incluyen también los ruidos generados por las actividades humanas que impactan sobre la naturaleza como un enemigo invisible que se vuelve especialmente sanguinario debajo del mar. "El ruido bajo el agua mata".
No solo habla de animales desorientados por sonidos desconocidos, sino de traumas acústicos que pueden hacerles perder su vía de comunicación, que dejen de comer y mueran. También afecta a los invertebrados y a las plantas que viven en los fondos marinos.
Las actividades humanas que más contaminación acústica producen en mares y océanos son las campañas sísmicas en busca de petróleo y gas, las perforaciones para construir plataformas, el transporte marítimo o los sónar de los barcos. Incluso los aerogeneradores, que están pensados como una forma limpia de energía, pueden ser fatales para los ecosistemas marinos si no se tiene cuidado con los ruidos durante su instalación. "Son clavos gigantes de 200 metros de largo que se clavan a 100 metros bajo el suelo con un martillo gigante. El impacto de ese martillo es una de las energías acústicas más intensas que introducimos en el mar, y como se propaga a 500 metros a la redonda es imposible que ni una sola planta o pez viva".
Aunque durante 80 años se han ignorado los efectos que la contaminación acústica tiene bajo el mar, según el experto ahora sí tenemos la tecnología necesaria para ayudar a que las actividades humanas puedan desarrollarse teniendo en cuenta la conservación de los ecosistemas marinos.