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Netflix no traiciona a García Márquez, la emotiva y respetuosa adaptación de 'Cien años de soledad'

La serie, supervisada por los hijos del escritor, mantiene la esencia de una novela que cambió la literatura en español y se suma a un realismo mágico alejado de florituras en una lectura actual de Macondo y la historia política de Colombia

Diego Vásquez como José Arcadio Buendía y Claudio Cataño como Aureliano en la serie sobre el libro de Gabriel García Márquez 'Cien años de soledad'. Con un enorme despliegue de medios, Netflix se ha metido en el ambicioso proyecto de adaptar la novela para una serie. Rodada en Colombia con un equipo casi enteramente colombiano, la historia de los Buendía se divide en dos partes de ocho episodios cada una y la primera llega a la plataforma el 11 de diciembre. EFE / Netflix/ Pablo Arellano // SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO) / - (EFE)

Diego Vásquez como José Arcadio Buendía y Claudio Cataño como Aureliano en la serie sobre el libro de Gabriel García Márquez 'Cien años de soledad'. Con un enorme despliegue de medios, Netflix se ha metido en el ambicioso proyecto de adaptar la novela para una serie. Rodada en Colombia con un equipo casi enteramente colombiano, la historia de los Buendía se divide en dos partes de ocho episodios cada una y la primera llega a la plataforma el 11 de diciembre. EFE / Netflix/ Pablo Arellano // SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)

Madrid

Eran muchos los retos que tenían por delante quienes osaron adaptar Cien años de soledad, la obra magna de Gabriel García Márquez, a la televisión. Captar desde lo audiovisual eso tan poroso y manoseado como el realismo mágico, dibujar correctamente a unos personajes parte del imaginario colectivo de varias generaciones de lectores y lectoras, no dejar ninguno de los asuntos que el premio Nobel abordó en esta novela familiar y política, o crear desde cero Macondo, un lugar ficticio pero ambientado en unas coordenadas geográficas e históricas determinadas. Sin embargo, el resultado es extraordinario. Un proyecto respetuoso, bello, que no ha perdido la idiosincrasia caribeña y, menos, su vigencia.

"Tenía la convicción de que el cine, la imagen, tenía posibilidades de expresión con la cual llegar mucho más lejos que la literatura, pero el cine y la televisión tienen una limitación de tipo industrial que no tiene la literatura. Mi relación con el cine es la de un matrimonio mal avenido, que no podíamos vivir juntos ni separados. En una época de pleito con el cine, yo dije que había escrito Cien años de soledad contra el cine", dijo una vez el escritor que nunca cedió los derechos para adaptarlo. Han sido sus hijos, el mismo año en que han contradicho al padre publicando una novela que Gabo rechazó, los que aceptaron.

El equipo de Netflix América Latina ha respetado las decisiones del autor, que nunca quiso dejar que adaptaran su novela, esa que cambió la literatura en español para siempre y que puso de moda la etiqueta del realismo mágico. En aquellos tiempos era imposible pensar en una adaptación tan grande que no fuera en inglés y para Gabo no cabía en un largometraje todo lo que acontece en los cien años de Macondo. Sin embargo, con el desarrollo audiovisual en Latinoamérica y con el boom de las series, ha sido posible que la adaptación fuera en español, con un equipo colombiano en un 97% e hispano al 100%. Los mejores profesionales al frente de todos los departamentos coordinados por Álex García López, Laura Mora y Rodrigo García, uno de los dos hijos del escritor y cineasta afincado en Hollywood. Ellos han supervisado todo: los guiones, el diseño de producción, vestuario, la música y hasta los efectos especiales. Todo está al servicio de una historia que es a la vez íntima y política, como los grandes relatos.

Las primeras imágenes evocan la tragedia que acompaña a Macondo y a los Buendía, y enseguida suena la voz calmada y precisa de un narrador que lee uno de los mejores inicios de una novela de todos los tiempos. "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde en que su padre lo llevó a conocer el hielo". Pelos de punta desde el inicio, que nos introduce en Macondo, fundada por Úrsula Iguarán y José Arcadio Buendía, primos e iniciadores de todo lo demás. Macondo va creciendo a lo largo de los primeros capítulos: los gitanos con Melquíades a la cabeza, estupendo el español Moreno Borja mostrando la ciencia con poderío, a los primeros burgueses, los Moscoso, la llegada de la Iglesia, de los políticos, con las primeras elecciones y, por supuesto, la guerra, un tema que marcará a la familia, sobre todo al coronel quien, como Don Quijote, perderá todas las guerras que enfrente, sin dejar a un lado su idealismo y su amor por su amada.

La serie tiene dos grandísimos aciertos. Por un lado, haber comprendido qué es y para qué utiliza el realismo mágico el escritor de Aracataca. No son trucos de magia, no son momentos para el lucimiento visual, sino maneras de contar lo real maravilloso, en palabras de Vargas Llosa. No había sombro en esos hechos, nadie se asombraba en Macondo ante la lluvia de flores amarillas, ante el río de sangre; por eso su recreación visual tenía que mantener ese tono. Contar sucesos reales que son extraordinarios, sin más aspavientos. Eso lo bordan, desde las guionistas a los directores, desde el decorado que ha construido Macondo desde cero, hasta el vestuario que va vistiendo a centenares de personajes en distintas épocas. Todo tiene una investigación histórica y antropológica detrás, que detalla los usos y costumbres de la sociedad rural colombiana, sus influencias, su folclore y sus anhelos.

"Es muy difícil que un abuelito nuestro se parezca a Robert Redford. Literatura es literatura y cine es cine. Mis libros son novelas y quedan como novelas", Gabo tenía claro que era difícil que el cine lograra aquello que logró en su momento la novela, que sus paisanos se identificaran con los personajes. Por eso, el reparto era una de los grandes retos. Cómo encarnar a tantos y tantos personajes, muchos de ellos con nombres repetidos, para esa sensación de que la historia es cíclica, y con historias y personalidades complejas. De todos los actores y personajes, destacan dos, el de Aureliano Buendía, con los ojos profundos y tristes del actor colombiano Claudio Cataño, y la fuerza arrolladora de la Úrsula adulta, Marleyda Soto, que encarna la fortaleza y la debilidad, el sentimiento y la rabia de un matriarcado que ha construido ante la ausencia de su marido.

El otro gran acierto es haber actualizado aquellos flecos en los que la novela quizá resuene a otra época, como es el retrato de los personajes femeninos. Nadie duda de que el retrato de las mujeres de esa época sea fiel a la posición social y política de las mujeres en la sociedad latinoamericana y colombiana, en ese carácter decidido y firme de Úrsula Iguarán, uno de los personajes más potentes que creó García Márquez, ni de la violencia que sufrieron, como el caso de esas menores prostituidas en el burdel que abre, por vez primera, en Macondo. Las mujeres en aquella época no soñaban con el feminismo, pero se nota que detrás de los guiones y de la dirección hay una mirada que ha reflexionado sobre esto, que muestra, sin cambiar nada, pero modificando algunas cosas, en un ejercicio casi lampedusiano, con honor y dignidad a todos los personajes femeninos, desde Remedios, a Pilar Ternera. Desde las hermanas Moscoco a Amaranta. Sobre la política, poco hay que actualizar, pues, como predijo el escritor, la historia se repite, el tiempo es cronológico, pero también es cíclico. Las maldiciones, sea con iguanas o con la violencia, se repiten generación entre generación. El amor es incombustible, entre primos, hermanos o desconocidos, y la violencia surge cuando el ser humano convive, desde una pelea de gallos hasta una guerra que divide en dos al país.

Cien años de soledad fue una novela sobre el ser humano, como lo eran las novelas de Faulkner, como lo era la literatura de Borges. Una novela total, que creó un universo y lo destruyó, con enormes resonancias a la sociedad colombiana, dividida en dos, conservadores y liberales, dividida por la desigualdad, donde la United Fruit Company, los gringos y los españoles se aprovecharon de sus recursos. Pero sobre todo, era una novela sobre el amor y el destino. Todo eso que hizo tan magna la obra está en la serie, que mantiene la oralidad y la musicalidad del texto, del narrador original, que mezcla con tino tanto la voz en off como los diálogos de los personajes, que nunca desentonan, a pesar que quieras escuchar embelesadamente a ese narrador, porque lo que cuenta es la voz de Gabo, cómo él contaba el Caribe. Decía que Cine años de soledad era un vallenato de 450 páginas, y que la cultura caribeña, su música, su forma de vivir y encarar los problemas, estaba en el centro. Esa es el alma de una serie que no pretende estar por encima de la novela, que sabe cuál es su sitio, pero que busca, como decía García Márquez, llegar a más y más público que la literatura. Ojalá lo consiga.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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