La desconocida joya de la ingeniería del creador de la Torre Eiffel sepultada en un rincón perdido de España
Alexandre Gustave Eiffel dejó su impronta en nuestro país, aunque su obra quedó en el olvido
A lo largo y ancho de España podemos encontrar innumerables monumentos, construcciones de dimensiones épicas o restos de una inmensa historia que ha ido ocurriendo en el territorio nacional durante siglos. La mayoría que se conservan están más o menos a la vista de todos aquellos que se quieran parar a presenciarlos y reciben ciertos tratamientos para su conservación, forma de honrar la memoria ya no solo de aquellos que los idearon y construyeron, sino también del propio lugar.
Sin embargo, bajo el suelo y las aguas nacionales también hay infinidad de restos históricos, algunos aún por encontrar y otros que se saben muy bien dónde se encuentran, además de su historia. Es el caso de una pieza muy concreta que descansa bajo las aguas del río Tajo, más concretamente donde está ubicado el embalse de Alcántara, en Extremadura. Y no se trata de cualquier edificación, sino de una que fue construida por el mismísimo Alexandre Gustave Eiffel.
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Sí, como puede atisbarse para quien no lo recordara con exactitud, este ingeniero fue el creador de la emblemática Torre Eiffel, y dejó su firma también en España. Allá por 1845 surgió la idea de unir Madrid con Lisboa a través de un paso por ferrocarril, siendo la zona de paso elegida Extremadura, decidiéndose finalmente por Cáceres para construir un trayecto de 640 kilómetros que harían su paso por el corredor del Tajo, pero ahí había un obstáculo en el vado de Alconétar que debía subsanarse, siendo la solución un puente.
Nacido en París, olvidado en Cáceres
La construcción del puente fue encargada a Gustave Eiffel, Para salvarlo, se encargó a Eiffel la construcción de un puente, el cual comenzó a idear en su estudio de París. Según los expertos, utilizó la misma fórmula que para la Torre Eiffel, fabricando piezas desmontables que se irían mandando y acoplando en el lugar de manera rápida y sin complicaciones. Se trataba de una estructura imponente una vez ensamblada, con un peso estimado de unas 877 toneladas.
Con una altura de 5,40 metros y una anchura de 5,50, contaba con una estructura metálica con celosía, seis vanos centrales y dos laterales. Su inauguración se produjo en en 1881, pero su utilización no fue demasiado longeva. En 1925, los avances y las necesidades del transporte conllevaron un cambio en la normativa de los puentes ferroviarios para garantizar la estabilidad de estos ante las grandes cargas de los trenes, por lo que los puentes metálicos debían de ser sustituidos.
Había posibilidades para el puente de Eiffel, haciendo algunas modificaciones en su parte de metal a un material más resistente, pero el elevado coste que esto supondría hizo que se optara por su demolición para la construcción de uno nuevo que fuera de hormigón. Así, en 1932 esta obra de ingeniería del ideólogo del monumento más importante de París quedó inservible, aunque no fue destruido en su totalidad, sino que una parte de su estructura descansan bajo el agua. El tajo guarda los pilares de aquel puente, uno que ni el prestigio de su creador pudo salvar de los nuevos tiempos.