Edward Berger: "La película es un espejo de lo que está sucediendo en la política y en la sociedad con el populismo"
El director alemán regresa, tras el éxito de 'Sin novedad en el frente', con un thriller sobre el poder dentro del Vaticano, 'Cónclave', protagonizado por el actor Ralph Fiennes
Madrid
Después del éxito de Sin novedad en el frente, nueva adaptación para Netflix, el director Edward Berger necesitaba cambiar y sumergirse en un proyecto totalmente distinto. Es así como acepto Cónclave, la adaptación de un thriller vaticano que escribió Robert Harris y que se había convertido en un bestseller. Si hace unos años, el alemán supo ver la necesidad de volver al cine bélico con la tecnología actuales, con el apoyo de una plataforma multimillonaria y omnipresente, que tiene poder en 190 países, y con un mensaje pacifista, cuando Rusia acaba de invadir Ucrania, ahora ha sabido acercarse a un género descuidado, el de las intrigas vaticanas cuando la reflexión sobre la política tradicional parece acercar a las viejas ideologías en las últimas.
El director nos da dos claves de por qué esta historia era importante en este momento. La primera es más banal o terrenal, si quieren. "Lo que me atrajo, en primer lugar, es que la historia era muy diferente a mi película anterior. Mi equipo y yo veníamos de estar al frío y en el barro, helados y en Europa del Este, y Cónclave me permitía llevarles a un lugar mejor, que es Roma, probablemente una de las mejores ciudades para rodar", contaba Berger en San Sebastián, donde la película competía por la Concha de Oro. La segunda razón tiene que ver con una conexión vital con el personaje protagonista. "Lo que nos interesaba retratar era el viaje del personaje de Ralph Fiennes, esa crisis de su personaje, que podría pasarle a cualquier profesional. Todos vivimos crisis de fe en nuestro trabajo o en nuestra vida".
Una crisis de fe que se ve interrumpida o acrecentada cuando muere, repentinamente, el Papa. Un tipo progresista, de mirada abierta, que había intentado abrir la Iglesia a los nuevos tiempos, pese a las reticencias. Un trasunto del Papa Francisco, para que nos entiendan. Fiennes, cuyo personaje en la novela es italiano y en el filme británico, es el encargado de organizar el cónclave que deberá elegir a un sucesor y en el que participan a puerta cerrada y bajo unas estrictas normas y curiosos rituales los cardenales más importantes de todas partes del mundo. "Esa situación nos permitía conformar un thriller en el que la gente compite por la posición más poderosa", apunta el director que confía en que lo que conecta con el público, además de la tensión del propio thriller, es que podía pasar en cualquier ámbito, no solo en la Capilla Sixtina. "Podría ocurrir en cualquier lugar. Podría pasar en una gran empresa, en un equipo de fútbol, en un periódico, que busque quién será su nuevo director, o en un partido político".
En este caso, como decimos es el cónclave papal, donde cada uno de los personajes va posicionándose en las dos corrientes de poder con las que se inicia la película. Unos a favor de Bellini, el progresista Stanley Tucci; otros, a favor de Tedescho, el conservador Sergio Castellito. "Me parece muy interesante ver cómo se van colocando en las distintas posiciones de poder. Además, creo que mucha gente puede trasladarlo a la vida diaria", insiste Berger que parte de esas dos visiones ideológicas del mundo, la progresista y la conservadora, tensionadas hoy en día hasta la extenuación, pero donde van surgiendo otras voces que también reclaman el ansiado trono papal. "Las fronteras políticas siempre se dividen entre conservadores y liberales, pero en toda Europa ha surgido un movimiento populista y eso también se ve reflejado en la película. Un movimiento al que apoya bastante gente", comenta el director.
Dar la misa en latín, seguir demonizando, aún más, la homosexualidad, arrinconar a las mujeres a los papeles de la servidumbre, como demuestra el papel de monja de Isabella Rosselini, o cerrar la puerta a la pobreza y la desigualdad, mientras el baldoquino sigue bañado en oro, son algunas de cuestiones que dividen a la curia eclesiástica "La película sí es en gran medida un espejo de lo que está sucediendo en la política en los bandos políticos y en la sociedad. Pero no era el objetivo del filme, queríamos ir más allá, retratar también los juegos de poder y el viaje interior de los personajes". En una posición central nos encontramos con los cardenales Adeyemi y Tremblay. El primero es el candidato políticamente correcto, a priori, pues podría convertirse en el primer Papa afroamericano. El segundo, interpretado por John Lithgow, parece el candidato perfecto, pero el canadiense acaba teniendo un secreto.
En ese viaje interior de los personajes, hay que añadir, la llegada de un cardenal in pectore, que viene del tercer mundo y que nadie conoce, solo el Papa fallecido. Parece una broma, pero ahí está, mostrando todo aquello que ninguno de esos cardenales es. Las votaciones, las discusiones y los giros de guion permiten al director evocar algunos de los debates que enfrenta la Iglesia católica. La relación con los migrantes, con la pobreza del mundo y la riqueza del propio Vaticano que, recordemos, tiene banca propia, los abusos sexuales, el celibato o el machismo. Temas que van surgiendo y a los que Berger da espacio con un ritmo lento, no estamos ante un thriller violento y hecho para el algoritmo. Quizá lo más grandioso de la película es cómo el director utiliza la arquitectura y la estética católica para construir y acompañar la crisis de fe.
"Nací y crecí como protestante en el norte de Europa. La primera vez que fui a una iglesia católica tenía nueve años, y me impresionó tanto la epopeya, la majestuosidad y las grandes imágenes que creo que me dejó una impresión enorme. Hacer esa película era visualmente un reto interesante, pero es curioso porque creo que también ha salido mi lado protestante. Por ejemplo, en cómo hemos diseñado la cantina. Me gusta el contraste entre la austeridad y la modernidad, de alguien que vapea, o cómo meten en una bolsa al cadáver del Papa. Es el contraste entre las imágenes católicas arcaicas y nuestro mundo moderno", contaba el director de una película que tiene posibilidades de colarse en la carrera de premios, sobre todo, la interpretación de su actor protagonista.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...