Esquerra, otra vez dividida

Barcelona

Esquerra estrena, o mejor, reestrena liderazgo. ¿Será positivo el nuevo mandato de Oriol Junqueras? Para el partido, esa reelección constata un fracaso: revive la tradicional división interna como signo de identidad. Tomó el poder en 2011, restaurando la concordia tras una permanente guerra civil. Ahora vuelve con el apoyo de poco más de la mitad de los militantes. Junqueras alega que restaurará aquella paz. Hay demasiados signos de lo contrario: la enorme movilización de sus rivales; el juego sucio a los hermanos Maragall, que sigue sin aclararse; las dudas sobre si seguirá la línea pragmática de su antecesor, Pere Aragonés.

Así que Junts y Esquerra, vuelven a ser liderados por la extraña pareja: Carles Puigdemont y Junqueras, dos espíritus del pasado, algunos dirán que “fantasmas”. Representan el peor período de Cataluña desde la dictadura. Siguen anclados en ese pasado de inquina, enfrentamiento y odio. Odio, sí, incluso entre ellos. Están tan excitados que se zahieren entre sí en público y se insultan en privado. También aquí vuelve la división. Quienes piensan con las vísceras se alegrarán de esta enfermedad “indepe”. Pero como decía cínicamente Giulio Andreotti: me gusta tanto Alemania, que prefiero que haya dos.

Y es que el discurso con que Junqueras vuelve con tono amenazante y descortés. Ningún pacto si antes la otra parte (sea el Govern de la Generalitat o el Gobierno de España) no ha cumplido sus promesas. Es un lema-trampa. La ejecución de los compromisos sobre la amnistía, el catalán en Europa, o la financiación autonómica, no depende solo de Salvador Illa o de Pedro Sánchez, sino de los jueces, las instituciones europeas, o el conjunto de España. Sigan jugando con fuego los indepes y se quemarán las manos cuando la pareja PP-Vox llegue un día al Gobierno y los envíe a todos a Waterloo. Si tienen suerte.