"Acabar el año por todo lo alto": Ángeles Caballero y su reflexión sobre la elección del inhabilitado Rafael Louzán como presidente del fútbol español

La línea que comienza con Ángel María Villar y sigue por Luis Rubiales, Pedro Rocha y, ahora, Rafael Louzán. Hay un patrón ahí que se repite, que va más allá de que compartan reparto de cromosomas. Es el business y lo que nos gustan los favores, el a ver si puedes arreglarme esto, a ver si con esto otro, ya que estamos, nos forramos. Los silencios y taparlo todo. Traicionar cuando toca.

Hay una parte agradabilísima en todo esto. Los palcos y el aplauso, la palmada en la espalda, la sensación de poder, de que sientas que eres tú el que mete todos los goles, sujeta todos los trofeos y se rodea de personas que le dicen que un día más has estado inmejorable. Ese caramelo adictivo que explota en la boca cuando lo que presides es la Real Federación Española de Fútbol. Demasiado tentador como para no desear algo que mezcla esa materia prima, el fútbol, y de paso la imagen de España.

Hace unos días escuchaba a Javier Gallego hablar de Rafael Louzán. Se preguntaba algo que también me pregunto yo. Cómo es posible que hayamos llegado a esto y qué pasa para que el candidato a presidir esta institución esté cuajadito de sombras. Un señor que ha trabajado como bedel en un polideportivo municipal y cuya carrera meteórica en política en Pontevedra responde exactamente a eso. A hacer cosas por los otros, pero no de forma desinteresada, sino para que esos otros estén en deuda contigo.

Las crónicas sobre Louzán rescatan términos como caciquismo, camarillas de fieles, guerras sucias, fraudes y prevaricaciones, subvenciones y condenas.

Llega a la Real Federación Española de Fútbol inhabilitado para cargo público, tras pagar dos veces la construcción del mismo campo de fútbol, y para suceder a Pedro Rocha, el hombre que relevó a Luis Rubiales tras su beso no consentido a Jenni Hermoso y que también ha sido apartado del cargo por la justicia. Un sinfín de alegrías en los últimos años.

Llega para demostrar que hay veces en que tener un buen currículo está sobrevalorado. Que hay aptitudes, incompatibles con cualquier puesto de trabajo, que aquí te dan puntos extra.

Llega, desgraciadamente, para lanzarnos otro triste mensaje. La incapacidad de la política y de este Gobierno para ponerle un torniquete a la hemorragia. A esto le llamo yo mejorar la imagen reputacional después del historial de presidentes. A esto, le llamo yo también, acabar el año por todo lo alto.