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'No other land', el documental palestino que muestra la violencia de los asentamientos israelíes

La amistad de dos directores, el israelí Yuval Abraham, y el palestino Basel Adra, ha logrado dar un gran testimonio periodístico y cinematográfico en uno de los documentales del año que lucha por estar nominado al Oscar

Fotograma de 'No other land' / CEDIDA

Fotograma de 'No other land'

Madrid

No other land es un documental inacabado. No porque no se haya podido rodar del todo, porque no hayan tenido tiempo para montarlo o porque no se haya estrenado. De hecho, llega este viernes a Filmin, y ha ganado ya un gran número de importantes premios, como el de Berlinale, el de la Academia Europeo o el de la Crítica de Los Ángeles. Está inacabado, porque la violencia y la expulsión que sufre la comunidad palestina de Masafer Yatta, a la que sigue durante cuatro años seguidos, está ahí, cada vez es más fuerte y persistente. De hecho, dos de los cuatro directores de este documental, Yuval Abraham y Basel Adra, que además protagonizan el filme, se conectan tarde a la entrevista, vienen de una carga policial, después de que el ejército israelí haya derribado la casa de otro de los realizadores, de Hamdam Ballal. "No estábamos seguros de cuándo terminar la película, porque es una situación que no termina. Como podéis ver hoy, el ejército ha destruido más casas en y los colonos nos han atacado. De hecho, han destrozado la casa de Hamdad", comenta el israelí Yuval Abraham, que se conecta a la entrevista por Zoom desde el coche, mientras que el palestino Basel Adra, desde su casa, tras llegar corriendo del suceso que, de nuevo, les ha dejado destrozados.

Son muchos años, más de sesenta, de manifestaciones, de agresiones de los colonos, de asesinatos, de lucha en los tribunales, de cárcel y de perderlo todo. "El desafío era decidir cuando terminar de rodar, y eso ha sido cuando las cosas se han vuelto más violentas que nunca y cuando ya teníamos miedo de que esta comunidad dejara de existir. Hemos actuado estrenando el filme", insisten ambos. Ni siquiera les ha dado tiempo a celebrar el único galardón que han obtenido, el de los Premios del Cine Europeo. La tensión va en aumento en la zona, mientras todas las miradas internacionales están puestas en los bombardeos en Gaza. "No tenemos por qué acostumbrarnos a esto", dice Adra algo nervioso todavía. "Es lo de siempre, es cierto, es impactante y aterrador. Tristemente vivimos en esta realidad en cualquier momento. Los soldados pueden invadir nuestras casas porque no hay consecuencias. Genera bastante impotencia, porque no hay límites en su poder".

Impotencia y rabia son las sensaciones que genera este filme, que decidieron poner en marcha hace tiempo, cuando Yuval y Basel se conocieron. El primero había llegado a la zona para redactar una noticia para blog de noticias para el que trabajaba. El segundo es un joven que nació y creció bajo la violencia y la presión hebreas. "Si esperas una película que te diga que los judíos y los palestinos podemos ser amigos, esta no lo es", deja claro Basel desde el principio. No estamos ante un discurso buenista, ni una oda a la amistad, sino ante un retrato digno y periodístico de la resistencia de muchas comunidades rurales palestinas que tratan de sobrevivir a los ataques para desalojarles de sus pueblos y aldeas. La idea es que acaban hacinados y controlados en las grandes ciudades y que dejen el campo para que allí construyan los colonos. Sin embargo, la película también desmonta, con la amistad entre amos y por cómo la aldea palestina acoge al judío y lo trata como un invitado y como uno más, que la excusa del antisemitismo para usar las bombas contra palestina no tiene sustento.

Hace cinco años que empezaron a documentar lo que pasaba, junto a la cuarta directora Rachel Szor. Cada vez que aparecía un tanque o un coche de policía o una banda de colonos armados, porque tienen derecho a portar armas, Basel y Yuval cogían la cámara, el móvil y el portátil, y se acercaban todo lo posible a la acción, rodando la tensión y la violencia. Son escenas que ponen los pelos de punta, y que muestran el peligro que corren ambos, pero sobre el todo los realizadores palestinos. Después, retratan el día a día de las madres y mujeres, de los niños yendo al colegio, de las (pocas) celebraciones y del miedo a qué pasará al día siguiente. Hay un momento tremendamente cotidiano y desgarrador en el que la madre de Bassel le dice que le ha lavado la ropa, para que la tenga limpia si lo detienen. Un gesto de cómo la ocupación lo condensa todo.

Designada zona militar desde los años ochenta, bajo el poder de la policía israelí, el área, en las colinas al sur de Hebrón, en Cisjordania, zona palestina determinada por la ONU, ha sido víctima de violencia y destrucción con la alianza de los militares y los colonos, fue en 2022 después de un recurso de los ciudadanos palestinos a la Corte Suprema de Israel, cuando la justicia decidió que no tenían derecho en propia tierra a construir, ni a vivir. Ahí empezó con más crudeza el acoso para expulsarles de sus hogares. "Lo más importante es mostrar a la gente con esta película la realidad, contar lo qué está pasando, especialmente va dirigido a aquellos que niegan esto, que no quieren ver lo que ocurre", insiste Basel Adra. "¡Es la ley!", gritan los soldados a las mujeres que lloran mientras ven cómo destrozan sus casas. Los niños lloran y se esconden. No es la ley, de hecho, la ley internacional considera ilegal la ocupación de los Territorios Palestinos, desde 1967.

El documental muestra el trabajo conjunto para contar lo que pasa de dos jóvenes con muchas cosas en común, pero con una gran diferencia: uno vive con total libertad, puede salir y entrar de su territorio. Otro, el palestino, no puede hacerlo. Tampoco puede dedicarse a su oficio, el de abogado, pues no hay trabajo para ellos. No hay futuro, solo tiene el ejemplo de su padre, un activista palestino que ha pasado varias veces por prisión y que sigue con el ánimo y la dignidad intactas. "Tú quieres acabar con la ocupación en diez días, esto requiere demasiada paciencia", le espeta Basel a Yuval y es que No other land también es un manual de resistencia, de llamar la atención y de que todo el mundo se sume a parar esa violencia.

Sin embargo, la amistad entre los dos es más una cooperación por sacar adelante el filme y por parar la violencia de la expropiación. "Este asunto siempre se ha contado de manera parcial por parte de los medios de comunicación occidentales, pero las redes sociales y los smartphones han hecho que muchos crímenes tengan pruebas al ser filmados y compartidos. Eso ha cambiado la opinión pública, pero lo cierto es que no se han tomado medidas para detener los crímenes que se están cometiendo contra los palestinos. Los líderes globales deberían tener valentía y coraje para tomar medidas y frenar estos crímenes". De hecho, el ejemplo de que la comunidad internacional puede hacer más de lo que piensa lo ponen los mismos protagonistas de la película que recuerdan cuando hace más de una década, el entonces primer ministro británico, Tony Blair, visitó la recién inaugurada escuela de Masafer Yatta. Un colegio que intentaron destruir los militares judíos en aquel momento, algo que Blair impidió. Ahora la escuela ya no existe.

Durante todo el filme, que tiene un rimo marcado por los conatos de violencia y que cuenta el pasado y el presente de esa comunidad de una manera orgánica, se habla de impunidad, la de Israel para hacer lo que le venga en gana, como ocurre con esta comunidad. "La impunidad se debe a una mezcla de los intereses geopolíticos de Estados Unidos en la región, que ven a Israel como la llave para contrarrestar a Rusia. Pero hay una segunda razón que tiene que ver con la fuerza de diferentes grupos de presión", explica Yuval a quien vemos participar en tertulias televisivas en Tel Aviv denunciando la ilegalidad de estos derribos. "No se puede negar que, para muchas personas, las vidas palestinas no valen tanto como las vidas israelíes", algo que ya dijo Judith Butler, otra judía que ha denunciado las consecuencias del sionismo actual. "Nada más hay que ver la solidaridad del mundo con Israel después de las atrocidades del 7 de octubre, no es la misma que se ha expresado hacia los palestinos y eso que el número de niños entre civiles asesinados es mucho mayor", insiste el periodista y director que no ve fácil que haya un cambio político en su país. "No hay oposición a Netanyahu cuando se trata de políticas hacia Palestina. Desafortunadamente en esta sociedad, en términos políticos, existe casi un consenso de que la ocupación continuará".

Ambos se comunican en árabe, un idioma que el israelí aprendió tras la universidad y que le cambió la vida, como asegura él mismo en la película. La lengua como. "Me permitió hablar directamente con los palestinos y esto es fundamental para entender la realidad de Palestina sin mediadores. En los viejos medios de comunicación israelíes, siempre se habla de palestina a través de una representación, de una traducción, por supuesto con el tema de la seguridad siempre presente. Cuando un israelí sabe árabe es porque va a espiar a los palestinos o a interrogarles. No es mi caso, yo me comunico con ellos y ha sido algo importantísimo porque he podido hablar con gente que no sale en las noticias. Aprender el idioma de alguien también socava el tipo de deshumanización que a menudo existe. Te das cuenta de lo similares que somos los seres humanos. El árabe ha sido muy importante para mi cambio político, me volví mucho más crítico", confiesa el israelí que en árabe se comunica con todos los palestinos. “¡Podría ser tu hermano o tu amigo quien destruyó mi hogar!”, le dice uno de ellos en un momento dado.

El 7 de octubre de 2023 irrumpió mientras rodaban. Gaza queda lejos de Cisjornadia, pero el sufrimiento del pueblo palestino es común. De hecho, los ataques de colonos en la zona se han recrudecido en este tiempo. Ellos continuaron rodando un poco más, pero decidieron parar, montar y disfundir este documental que no solo es un gran testimonio de lo que ocurre al lado de la vieja europa; sino también un filme, que ojalá esté nominado al Oscar aunque solo un cine de Estados Unidos ha querido estrenarlo, estupendo que consigue llegar a los espectadores, pues cuenta con el mejor pulso periodístico, ese uqe nos enseñó Kapucinski, que nos repitió Aleksiévich y que no deberíamos olvidar y menos en momentos de tensión y de fake news como los actuales.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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