Varsovia refuerza el liderazgo del este con la presidencia rotatoria de la Unión en un semestre clave para la guerra en Ucrania

Tras el fallido hacer Make Europe Great Again de Viktor Orbán, en Bruselas dan por hecho que Varsovia traerá pragmatismo y liderazgo en un momento en el que la guerra en Ucrania, la propia inercia de la política comunitaria y la falta de liderazgo en París y en Berlín, obliga a mirar al este. O a centroeuropa, como prefieren los polacos, en su condición de país líder de un bloque que empezó a integrarse en el año 2004 y que comparte intereses con los países bálticos.

Con Donald Tusk al frente de la presidencia rotatoria, y la estonia Kalla Kalas al frente de la diplomacia comunitaria, se abre un capítulo con un rol protagónico del liderazgo del centro y el este. Donde vive casi un cuarto de la población de toda la Unión. Y más desde una capital que lleva un año recosiendo con éxito las relaciones con Bruselas tras casi una década de liderazgo populista y euroescéptico del PIS. Porque Varsovia tiene al frente al perfil perfecto: Donald Tusk, expresidente del Consejo, expresidente de los populares europeos, de tradición liberal, pero con un discurso duro contra la migración. Los retos de su presidencia será la defensa y la seguridad.

En el flanco oriental, pero también dentro del territorio comunitario, con énfasis en los ataques híbridos provenientes de Rusia. La presidencia polaca devuelve el protagonismo al conocido triángulo de Weimar, el eje de cooperación entre Berlín-París y Varsovia. Aunque con los dos motores de la Unión debilitados política y económicamente, Polonia tendrá la oportunidad de reforzar su liderazgo en un semestre crucial, como los últimos, para el presente de la Unión.