El cine en la SEREl cine en la SER
Cine y TV

Ni vigilar ni castigar, 'Las vidas de Sing Sing' es la película que muestra para qué sirve la cárcel

El actor Colman Domingo protagoniza junto a un grupo de expresidiarios una de las películas indies de la temporada, un canto a la rehabilitación a través del teatro y el arte

Fotograma Las vidas de Sing Sing / CEDIDA

Fotograma Las vidas de Sing Sing

Madrid

Las vidas de Sing Sing está siendo una de las sorpresas indies de la temporada de premios, quizá por dos motivos. El primero, porque ha sabido reformular eso tan manido que llamamos cine carcelario. Por otro, porque logra romper los estereotipos en torno a la población reclusa y nos recuerda algo básico, el objetivo de la cárcel no es castigar, sino rehabilitar. "La película está pensada para recordar a la gente que hay dos maneras de ver la prisión, como punitiva o como rehabilitadora. Elegimos glorificar la parte de la rehabilitación, porque eso beneficia a la sociedad. Castigar a la gente no beneficia en absoluto. "Esperamos que la gente vuelva a darse cuenta de que una cárcel está hecha para la rehabilitación", es Clarence Maclin, uno de los protagonistas del filme.

Maclin, en otro tiempo estuvo preso en la cárcel de Sing Sing, en el estado de Nueva York, en Estados Unidos. Él y otros compañeros en su situación decidieron poner en marcha un programa de rehabilitación a través del arte, del teatro concretamente. Ese hecho insólito captó la atención del periodista John H. Richardson, que en 2005 publicó un extenso reportaje en Esquire. Uno de los miles de lectores de aquel artículo fue Greg Kweadar, director de títulos como Transpecos o Jockey. Años después, se convertiría en la persona en llevar a la gran pantalla la historia de aquellos hombres. "Este programa solo existe en el estado de Nueva York, se da en seis instituciones pero esperan expandirse por todo el país", nos cuenta en una entrevista el director. En España, hay algo similar en las cárceles de mujeres, Teatro Yeses. En el caso de América se da en los hombres. "Comenzó cuando trabajadora social, Katherine Vockins en 1996 visitó Sing Sing por primera vez y conoció a algunos de los hombres que aparecen en nuestra película. Ellos tenían el sueño de montar una obra de teatro. Ella no venía del mundo cultural, pero les ayudó".

La película se centra precisamente en eso, en mostrar a los espectadores cómo esos hombres, condenados por delitos graves en un penal de máxima seguridad descubren que el teatro es pura catarsis, como profetizó Aristóteles. Al ponerse en el papel del otro, en las vidas de otras personas, en este caso de los personajes que Shakespeare imaginó para El sueño de una noche de verano, ponen en cuestión sus propias vidas, sus deseos, sus anhelos. Y así consiguen entenderse mejor y también comprender su papel en la sociedad. "Creo que la mayor fortaleza de este proyecto es que, una vez que reconoces la humanidad de alguien y compartamos esto, se abren un millón de puertas de posibilidades frente a ti", se refiere el director a que los presos abren sus sentimientos y eso es lo que conecta con los espectadores y lo que logran que les vean de otra manera. Eso es fundamental, explicaba Maclin, que ha sufrido la discriminación por haber estado en prisión. "La película busca cambiar la forma en que vemos a las personas encarceladas, a quienes se rechaza directamente y de las que solemos pensar que ya no pueden aportar nada a la sociedad. La prueba es que en nuestra prisión hubo gente que tenía mucho que dar todavía".

Clearence Maclin se interpreta a sí mismo. Igual que Jon-Adrián Velázquez y que Sean “Dino” Johnson. Junto a ellos, aparecen en la película actores reconocidos como Sean San José o Paul Raci y, por supuesto, la estrella, Colman Domingo, que estuvo nominado al Oscar por Rustin y que ahora opta al Globo de Oro por este papel. "Hay algo muy bonito en el hecho de que cuando la gente ve la película, después puede profundizar un poco más en cómo funciona un programa de rehabilitación con el arte, y darse cuenta de que con él se ha reducido en un tres por ciento la tasa de reincidencia", nos cuenta el actor que produce el filme. "Al tratar con historias reales y muy sensibles, como productor quería asegurarme de que íbamos a hacer un proceso distinto, en el que íbamos a darnos todos la mano y adentrarnos de manera profunda en esta historia", dice sobre el modelo horizontal en el que han trabajado durante el rodaje. "Trabajamos de manera conjunta en la elaboración del guion y era necesario que todos fuéramos iguales en el rodaje", insiste Domingo. Lo cierto es que todos los actores cobraron lo mismo. "Creíamos que tenía que ser un proceso comunitario en todos los niveles, un proceso de intercambio. También desde el punto de vista financiero. Todos trabajamos por el mismo salario. Ese modelo lo que dice es que todos tenemos el mismo valor intrínseco. Todos somos dueños de la película, tanto el elenco que ha pasado por la cárcel, como el resto, ellos tiene la propiedad literal de su propia historia", añade el director.

La cámara se mueve por la prisión, mostrando la intimidad de los protagonistas, la mayoría hombres negros, que empiezan a sufrir una catarsis y a preguntarse por cuestiones filosóficas y morales. También una apertura a las nuevas masculinidades, algo para lo que la mayoría de esos hombres no fueron educados. "Fue Colman Domingo quien insistió en esto. Para él era clave que la película fuera tierna y que mostráramos la ternura entre los hombres, cito sus propias palabras, en los hombres negros, hombres que no han tenido la oportunidad de mostrar eso en el arte, ni en las películas", cuenta Greg Kweadar.

Colman Domingo da vida a un personaje real, a Divine G, un hombre que vive torturado porque fue injustamente condenado por un crimen que no cometió. No hay mayor dilema shakespeareano. Sin embargo, lo importante del filme no es qué hicieron esos hombres, qué pasó con esos crímenes, sino más bien una mirada a qué pueden hacer ahora, desde la cárcel, un lugar que, más allá de vigilar y castigar, parafraseando a Michel Foucault, sirve para dar una segunda oportunidad y para, como vemos en el filme, aprender que otras vidas son posibles y que el arte puede ayudar a ello. También el cine. "El arte es el verdadero paracaídas que puede salvarnos a todos. Hay un poder transformador en el cine muy necesario para todos. Creo que si tenemos acceso a él descubriremos lo que puede hace por nosotros y por nuestras almas", pedía el actor que acaricia una segunda nominación al Oscar por este inolvidable papel.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
  • Cadena SER

  •  
Programación
Cadena SER

Hoy por Hoy

Àngels Barceló

Comparte

Compartir desde el minuto: 00:00