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Jesse Eisenberg: "Hay algo intrínsecamente divertido e irónico en los tour de americanos de clase media alta por campos de concentración"

El actor firma su segunda película como director, 'A real pain', una road movie amarga y melancólica que coprotagoniza junto a Kieran Culkin, ganador del Globo de Oro por esta historia de dos primos en busca de respuestas por la Polonia del Holocausto

Kieran Culkin y Jesse Eisenberg, durante la presentación de 'A Real Pain' en Londres (Photo credit should read Wiktor Szymanowicz/Future Publishing via Getty Images) / Wiktor Szymanowicz

Madrid

Si el año pasado en La zona de interés Jonathan Glazer miraba al horror del Holocausto desde el fuera de campo y la rutina de los verdugos, en esta temporada dos películas vuelven al trauma del nazismo desde puntos de vista completamente diferentes. Lo hace la monumental The Brutalist durante tres horas y media en una oscura epopeya que lleva a Adrien Brody de la violencia de Europa a la crueldad del sueño americano, y lo hace otra producción mucho más modesta, ambientada en nuestros días, con tono de comedia amarga y crítica. Es A Real Pain, la segunda película como director de Jesse Eisenberg, actor conocido por protagonizar La red social de David Fincher.

El también guionista parte de una experiencia personal, la de querer conocer la tierra de su abuela, Polonia, y los horrores que su generación vivió allí. Por eso propone un viaje de dos primos que llevan un tiempo algo alejados y que acuden a Varsovia a un tour turístico para judíos o familiares de las víctimas del Holocausto. "La historia viene originalmente de un relato corto que publiqué en la revista Tablet hace unos diez años. Trataba sobre dos personajes que vuelan a Mongolia para encontrarse con un viejo amigo y cuando llegan allí, se dan cuenta de que su amigo se ha vendido a los intereses corporativos del país y están muy decepcionados. Estuve años esforzándome por adaptar esta historia, sentado frente a mi ordenador, golpeándome la cabeza con el teclado, hasta que apareció en mi pantalla un anuncio en el que decía, Tour por Auschwitz con comida. Y en paréntesis ponía lo de la comida. Y en ese momento, me di cuenta de que esa era la historia. Son estos dos personajes los que hacen un tour por el Holocausto, una especie de viaje moderno de la clase media o alta por los traumas de la Segunda Guerra Mundial", explica del origen de la película en conversación con la Cadena SER desde Londres.

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Kieran Culkin, que acaba de ganar el Globo de Oro por este papel, y el propio Eisenberg son los actores protagonistas, dos americanos perdidos en ese país del Este de Europa que se unen a un variopinto grupo formado por dos jubilados, una mujer cuya madre sobrevivió a los campos, y un joven africano que superó el genocidio de Ruanda y se convirtió después al judaísmo. Los problemas que todos arrastran, pero especialmente los dos primos, se reenfocan y a la vez explotan en un territorio que revela todas las huellas de la barbarie nazi. "Los dos personajes son muy diferentes, tienen distintas perspectivas del mundo y del uno sobre el otro, pero puestos en un contexto mucho más grande obliga al público a cuestionarse ciertas cosas ¿Cómo se supone que debemos sentirnos ante la lucha de estos personajes cuando en realidad están explorando algo mucho peor? Pensé que era una gran pregunta y además podía ser una especie de crítica sobre el turismo estadounidense, sobre esos viajes de la clase media por tierras traumáticas. Hay algo intrínsecamente divertido e irónico en un recorrido de estadounidenses de clase media alta que van a un campo de concentración, pero antes, de camino, toman un elegante desayuno y después se quedan en un buen hotel. No sé cuál es la alternativa, pero hay algo irónico en ello", añade Eisenberg sobre el conflicto central de la película. Cómo nos relacionamos con el pasado y qué dice eso de nuestro presente.

El film trata de mostrar cómo afecta ese trauma del pasado a las vidas de estos dos jóvenes, que lidian con la salud mental, con la crisis del mundo moderno y con la pérdida de la abuela, único núcleo familiar que les unía. Cada uno ha llevado vidas diferentes y ha afrontado de manera distinta el duelo y los traumas psicológicos, de ahí que ese viaje acabe siendo un espejo para los protagonistas. "Lo que he aprendido al hacer esta película es que realmente no hay una respuesta válida. Si estás buscando un significado a tu vida y miras la historia de tu familia, eso no va a satisfacer necesariamente el significado que te falta en tu vida. Al principio creía que si observaba los traumas de mis antepasados, descubriría un gran significado en mi vida. Y simplemente no fue así. Sigo atrapado en mis mismos problemas, en mis mismas preocupaciones. Y eso es a lo que se enfrentan los personajes en la película. Pasan por la experiencia de ver lo peor de la humanidad y, sin embargo, siguen un poco atrapados en sus propios problemas. Y eso es más o menos lo que he aprendido, al menos sobre mí mismo", cuenta el actor y director de este melancólico tour que huye de ese tipo de feel good movies que proponen una experiencia reconfortante y terapéutica.

Bajo la historia de estos dos primos por Polonia, Eisenberg desliza una crítica política sobre cómo comportarse ante los restos de la barbarie ¿Qué fotos debe uno tomarse y con qué cara ante los monumentos conmemorativos? ¿Con qué actitud se contemplan las huellas del horror? ¿Qué pasa si uno no siente nada ante un escenario que ahora es un museo? Sin grandes subrayados, la película indaga en la banalización del pasado y la memoria, en la capitalización del dolor y en las propias contradicciones de estos tour. Es brillante el momento en que uno de los primos, el personaje de Kieran Culkin, monta en cólera por viajar en vagones de tren de primera clase para ir a visitar el campo de concentración, lugar donde se exponen los zapatos de los represaliados. "Espero que el público quiera abofetearlo y abrazarlo al mismo tiempo. Ese es el objetivo. Todo lo que dice en la película es bastante cierto. Habla de si deberíamos experimentar un verdadero dolor al sentarnos en primera clase en un tren de camino a un campo de concentración. Tiene razón en eso, pero la forma en que se expresa es tan odiosa y cáustica que crea esa sensación de forma intencionada, puedes amar a este tío y sentirte molesto o sorprendido al mismo tiempo. Kieran Culkin es un actor fantástico, hay algo tan encantador en él. Parece muy inteligente. Puede parecer dulce. Puede parecer feliz. Sin embargo, detrás de todo esto se puede sentir una lucha y un verdadero dolor. Él podía representarlo mejor que nadie, tengo mucha suerte de que haya hecho la película", dice Eisenberg de su compañero de reparto en un papel muy similar en forma al de la serie Succession. Aquí no es un pijo heredero caprichoso y herido, pero asoma igualmente el dolor de un hombre excéntrico, a ratos insoportable y a la vez adorable.

Presentada hace un año en el Festival de Sundance, A Real Pain se ha convertido en uno de los fenómenos indies del año. Ya en ese certamen Jesse Eisenberg negaba que el hecho de estrenarla ahora, en pleno genocidio sobre Gaza, tuviera algún interés político. De hecho, el autor defiende que la reflexión de fondo, nuestro lugar como turistas de la memoria y el pasado, es únicamente el marco de tensión de los protagonistas. "Mi formación como escritor viene del el teatro y tengo muchas ideas que me gustaría poder abordar sobre la globalización o la inmigración. Son grandes temas en los que pienso. Pero en realidad no es apropiado escribir en base a una especie de editorial político y ponerlo en escena. Tienes que pensar en ello a través de los personajes y del arte. Solo escribo cuando puedo encontrar una especie de dinámica entre los personajes que sea interesante, entretenida y divertida. Con esta película sabía que había una interacción entre estos dos personajes que es familiar y también algo nueva, es muy divertido porque luego puedes colocarlos en cualquier situación. La escena puede ser divertida incluso si es en un lugar históricamente tenso, la fórmula clave es tener una gran dinámica de personajes en diferentes situaciones y ver cómo reaccionan. Puedes sentir mucho respeto por la historia sin dejar de tener algo de humor entre los personajes", argumenta.

Esa pasión por los personajes, sus dinámicas y su charlatanería acerca a Jesse Eisenberg al cine de Alexander Payne o al del propio Woody Allen en sus comedias llenas de dilemas morales. "Me gusta mucho el cine de Payne, también le regalé al director de fotografía la película Delitos y faltas, es una historia que me encanta y que trata de seguir a personajes que caminan de una manera que se siente natural, de una manera que no parece que tengamos que cortar tantas veces, con planos clásicos largos. Quería que la película tuviera un toque clásico y, al mismo tiempo, que pareciera un viaje por carretera muy estadounidense, ya que es como si se tratara de una película independiente al estilo de Nueva York, pero hecha en Polonia. Pensé que podría ser una idea visual efectiva. Tomas una película que normalmente verías aquí, como unos tipos de Brooklyn paseando y sentados en cafeterías y hablando de sus vidas, pero... ¿y si cogemos esa estética y la ponemos en Polonia? Pensé que eso sería realmente fascinante. Tienes la sensación de una cinta indie estadounidense, pero el lugar al que van es nuevo", concluye. Con pequeños detalles, con humor y con mucha melancolía A Real Pain es una historia íntima sobre dos hombres intentando entender el sufrimiento, buscando de qué lugar viene el dolor y descubriendo que la identidad es algo que construimos todo el rato más allá de las herencias del pasado.

José M. Romero

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