"Todavía pienso en ello": Maruja Torres confiesa lo que hizo sobre la tumba de Franco cuando visitó El Valle de los Caídos

Madrid

Por mucho que he querido mantenerme informada durante mis vacaciones, por mucho que he permanecido con la oreja atenta entre los taponazos del buen cava y el crujir de los turrones, no me he enterado hasta mi regreso de los fastos conmemorativos que nos aguardan para celebrar la libertad y la democracia, ahora que se cumplen 50 años del deceso del tirano, evento que marcó el principio del fin de la larga noche oscura que muchos y muchas habían intentado iluminar, pagando a menudo un alto precio que todavía debería dolernos.

Me parece bien, qué queréis que os diga, este año de luz y taquígrafos en tiempos tan espesos, y espero que los actos previstos revistan la función didáctica que es de necesitar. Y también propongo unos bailongos, faltaría más. Verbenas en el espeluznante interior de la basílica en donde estuvo enterrado el basilisco, una buena petardá y unas fallas en el museo de los horrores.

Recuerdo que yo misma me marqué un zapateado sobre la lápida en la única visita que realicé, y todavía pienso en ello con doble deleite. Uno, porque por entonces todavía podía agitar las piernas. Y dos, lo más importante, porque no estaba festejando con mi taconeo la muerte de un ser humano, sino la desaparición física de un dictador, lo que facilitó el inicio de la recuperación de nuestra dignidad.