El arte de saber poco

Madrid

El “pobre” Marck Zuckerberg se ha tenido que plegar a los deseos de Trump. El propio presidente electo ha reconocido que “probablemente” han sido sus amenazas las que han motivado la decisión de eliminar la verificación previa de noticias falsas en las redes sociales de Meta. Como vivimos en tiempos en que ya nada causa asombro ni sonrojo, el fundador de Facebook asegura que lo hace en favor de la libertad de expresión. Lo que daría Georges Orwell por vivir hoy y poder decirnos con amarga satisfacción: “¡Ya os lo dije!”.

Así que ahora nos encontramos en esta situación específica: los usuarios de las redes sociales (hablamos de varios miles de millones de personas) vamos a ser deliberadamente manipulados y desinformados sin freno alguno, mientras sus dueños, esa nueva casta tecnológica de boyardos medievales que quiere dominar el mundo, se pasean por Europa para decidir quién nos debe gobernar. Aunque sea inevitable acordarse del autor de “1984”, estamos asistiendo a algo todavía más inquietante y que deja corta la imaginación de cualquier escritor de ciencia ficción.

No es fácil saber qué se puede hacer para defender un orden democrático decente ante la potencia de las fuerzas que se están desplegando en su contra. Pero, como, más que nunca, estamos obligados al optimismo de la voluntad, hay que echar mano de todo lo que nos pueda orientar.

Una pista interesante la encontramos en las predicciones para 2025 que ha hecho el New York Times, entre las que figura que este nuevo año vamos a ver un punto de inflexión en la guerra por nuestra atención. Es decir, que cada vez más personas se van a unir a iniciativas para reducir el tiempo dedicado a las redes sociales y las aplicaciones de internet y sumarse a campañas para separarnos, aunque sea por unos días, de nuestros dispositivos always on. Si el prestigioso periódico estadounidense acierta, lo cool a partir de ahora va a ser volver a dedicar nuestra atención a nuestras propias vidas y a nuestras relaciones cara a cara con otros sin intermediación tecnológica alguna.

Más allá del éxito de esta predicción concreta, resulta razonable pensar que en algún momento el péndulo empezará a moverse en sentido contrario al actual para dejar atrás esta vida desquiciada en la que gran parte de la humanidad emplea una parte importante de su tiempo en consumir un flujo disparatado, incontrolable y a menudo tóxico de información. Un ruido excesivo, en cualquier caso.

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El investigador Xavier Nueno, que trabaja en la Escuela Politécnica de Lausana, publicó en 2023 un documentado e inspirador libro que demostraba que esta enfermedad moderna del exceso de información no es algo nuevo, sino un fenómeno que se ha repetido a lo largo de la historia conforme las innovaciones tecnológicas han ido cambiando la forma de acumular y distribuir el conocimiento. Su tesis es que siempre ha surgido como antídoto a la ansiedad social por consumir toda la información disponible lo que él denomina como el “arte de saber ligero”, lo que viene a ser algo así como combinar la autocontención a la hora de querer saber y confiar en que lo esencial mejor lo sabremos por boca de sabios acreditados.

No es sencillo convencernos de que no debemos tener una opinión -instantánea y rotunda, además- sobre cualquier cosa, que nuestra capacidad de conocer y comprender es limitada y que los códigos esenciales para tener una vida rica en afectos y socialmente constructiva son pocos y en general permanentes. Pero, tal como vienen las cosas, igual no es mala idea arrimarnos al bando del arte de saber poco. Aunque tan solo sea para ponérselo menos fácil a la invasión de los algoritmos, que ahora ya podemos confirmar que son los nuevos bárbaros.