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‘El odio’, el libro en el que José Bretón confiesa haber matado a sus hijos: “Necesitaba que todo acabara”

El escritor Luisgé Martín indaga en la psicología y el alma humana en este libro en el que se adentra el asesinato de Bretón a sus hijos

Llegada a la sala de la Audiencia Provincial de Córdoba de José Bretón.(EFE)

Cuando en 1959 Truman Capote leyó la noticia de un truculento crimen en la prensa americana, quedó tan impactado que decidió abandonar Nueva York junto con su amiga y autora del libro Matar a un Ruiseñor, Harper Lee. Ambos viajaron hasta Holcomb para conocer todos los detalles de la masacre de primera mano, entrevistando a Dick Hickcock y Perry Smith, que habían asesinado a un matrimonio y sus dos hijos adolescentes. El escritor decidió que su investigación sobre la muerte de la familia Clutter ya no sería un simple reportaje para la revista The New Yorker, sino que iba a ser un libro, su obra maestra titulada A sangre fía.

Algo de esa pulsión de querer entender qué pasa por la mente de un asesino para cometer un crimen, qué hay alrededor de esas personas y esas heridas e historias, empezó a surgir en la cabeza del escritor Luisgé Martín tras el caso de José Bretón. Ese padre que, despechado por el inminente divorcio que le había pedido su ex pareja en Córdoba. El autor publica en Anagrama El odio, una novela que bebe del estilo de A sangre fría, pero también de novelas más actuales, que mezclan la literatura con hechos reales y, en este caso, muy conocidos por la opinión pública, como han hecho autores como el francés Emmanuel Carrère en El adversario, por ejemplo.

"Dice que le faltó suerte para salir impune. De la suerte que corrieron sus hijos porque él fuera su padre, no habla"

Han pasado 14 años de aquel crimen que conmocionó a todo el país y que, como suele ser habitual, se convirtió en carroña para las hienas que creen que el amarillismo todavía es un género periodístico. Luisgé Martín, que ha sido director del Instituto Cervantes en Los Ángeles y que ha escrito libros como La mujer en la sombra o Cien noches, novela con la que ganó el Premio Herralde, se aleja de todo eso y trata de entender qué hay detrás de un asesino, qué vidas llevan al crimen. Lo que no sabía el autor, cuando empezó con esta historia, es que acabaría consiguiendo la confesión de que sí, mató a sus hijos, y lo hizo tal cual quedó reflejado en el juicio y en la sentencia. En 2013, la Audiencia Provincial de Córdoba condenó finalmente a José Bretón a 40 años de cárcel por un doble asesinato, donde mediaron como agravantes el parentesco, la premeditación y el carácter despiadado demostrado por Bretón en la ejecución de los hechos. En marzo de 2015 la condena se vio rebajada hasta un máximo de 25 años.

El autor va desgranando la vida y relaciones íntimas de Bretón hasta llegar al crimen, intercalándolas de frases sacadas de cartas que escribió a su ex mujer, pero también al propio escritor con el que Bretón decidió colaborar. "Es escritor, no periodista". Ahí estaba la clave para que confiara en el autor. En ellas se explica que mató a los niños movido por el odio hacia su expareja, que le pidió el divorcio y también para evitar que los niños se criasen con la familia materna.

Los hermanos Ruth y José Bretón, asesinados por su padre en 2011 en un caso de violencia vicaria / Cadena SER

"Empecé a sentir mucha angustia. No por la separación de Ruth, que me parecía lógica y aceptable, sino por mis hijos. Una separación siempre tiene consecuencias con los hijos", explica Bretón en el libro, que niega que estuviera en desacuerdo con el divorcio y asegura que él también quería rehacer su vida, de hecho tenía una cita programada con una ex suya. "Me obsesionaba la idea de que se educaran al lado de la familia de mi mujer, que a mí me parecía una familia tóxica", incide. Un caso de violencia vicaria, aquella que hace que los maltratadores maten a los hijos de sus parejas para hacer sufrir todavía más a las mujeres y que se resume en la frase "si yo no puedo tenerlos, ella tampoco los tendrá". Un odio bíblico, escribe el autor, que compara con el de Medea, y que le hace preguntarse por el mecanismo cerebral que lleva a eso. Más que una análisis de clase o social, este es un perfil psicológico del alma humana.

"Como si se me hubiera metido un monstruo dentro"

El momento crucial del libro es el final, cuando Luisgé Martín viene a España y visita en la cárcel a José Bretón. Una entrevista que queda transcrita en la parte final. "Lo hice por la impaciencia. Necesitaba que esa situación se acabara, que desaparecieran las dudas y la incertidumbre. Es como si se me hubiera metido un monstruo dentro de la cabeza que no me dejara dormir ni pensar en otra cosa. No podía encontrar soluciones. Y cada día era peor que el anterior", le cuenta al escritor, a quien también da detalles de lo ocurrido. Dice que no sufrieron, que los durmió con las pastillas machacadas en agua con azúcar que él tenía para su propia depresión, y que después, cuando comprobó que estaban muertos, quemó los cadáveres. "No busqué información en ninguna parte, no hice ninguna investigación. Había dos condiciones que tenían que cumplirse: que murieran sin sufrimiento y que los cuerpos desaparecieran luego para que no los encontraran. Sin cadáveres no hay crimen, eso está en cualquier novela policíaca. Tenía los medicamentos y tenía la leña en la finca, solo tuve que comprar el gasóleo", explica Bretón que también afirma que se arrepintió instantes después. "Allí mismo, al pie de la hoguera, en cuanto los cuerpos empezaron a arder me dije: ¡Pero qué has hecho! ¡Qué has hecho! Ojalá hubiera podido dar marcha atrás en ese momento. Pero ya no había remedio. Creía que estaba protegiendo a mis hijos de un futuro terrible".

A pesar de ser un libro duro, pues lo que se cuenta fue un hecho muy cruel, no estamos ante un relato escabroso. El odio trata también de entender cuál es la posición de la sociedad cuando ocurre un crimen de este calibre, sobre todo cuando el asesino es un hombre normal y corriente. Con una vida llena de momentos buenos, pero también de decepciones. La filósofa Hannah Arendt hablaba de la banalidad del mal, y algo hay de ese momento en el que un tipo insignificante, frío y con sus traumas infantiles, traspasa la línea del bien y el mal, como un hecho más de su día a día, como algo completamente insignificante. Sin saberlo, Luisgé Martín ha firmado un libro de terror, pero también un libro que habla de la masculinidad herida y de cómo esas heridas acaban ejerciendo violencia. Es un relato que recuerda a lo que plantea una serie de Netflix que se estrena justo hoy, Adolescencia, y que muestra algo similar, como un joven adolescente es capaz de matar a su compañera de colegio. Sin aspavientos. Un niño frío y retraído, normal, de familia normal, si es que existe la normalidad, como nos diría la escritora Samanta Schweblin. La serie disecciona los traumas de muchos hombres, da igual la edad, da igual la generación, a la hora de relacionarse con las mujeres. Ese sentimiento de que merecen tenerlas, merecen tener sexo con ellas, merecen ser queridos. Si eso no ocurre entra la violencia, como odio, como venganza, pero no como emerge en las películas, sino casi como algo banal, insignificante, que nadie se espera. Un momento en que la lógica y la moral desaparece.

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...