Selecciona tu emisora

Ir a la emisora
PerfilDesconecta
Buscar noticias o podcast

La actriz que mejor representó el dolor en el cine clásico

Se cumplen 50 del fallecimiento de Susan Hayward, una de las grandes estrellas del cine clásico

Fue una de las pelirrojas míticas del cine clásico, como Katherine Hepburn, Maureen O’Hara o como Rita Hayworth, a quien Susan debía su apellido artístico. Fue su agente el que cambió su verdadero nombre, Edythe Marrenner por el más sonoro de Susan Hayward, simplemente porque se parecía al de la protagonista de Gilda, por entonces muy de moda. Pero más que por su belleza o por su cabellera roja, a Susan Hayward se la recuerda, sobre todo, como una de las grandes damas del dolor en el cine. Una actriz desgarrada de la estirpe de Bette Davis, Greta Garbo o Joan Crawford, las reinas del melodrama. Fue su físico, sin embargo, lo que al principio marcó su carrera artística. Su rostro ovalado, su nariz pizpireta, sus ojos verdes y, sobre todo, su pelo rojizo le ayudaron a convertirse en modelo fotográfica para revistas de moda y anuncios publicitarios. “Era el momento en el que empezaban a aparecer las fotografías en color y el hecho de que fuera pelirroja, llamaba mucho la atención porque quedaba muy bien en las fotos. Susan llegó en el momento justo”, explicaba James Robert Parish, biógrafo de Susan Hayward.

En una de estas revistas la vio el director George Cukor en 1937 y le pidió que se presentara a la audición que por entonces se estaba haciendo en busca de la actriz que haría de Escarlata O’Hara en Lo que el viento se llevó. No fue la elegida, pero su prueba gustó mucho en Hollywood y la Warner le firmó un contrato. De esta forma la actriz empezó a aparecer en pequeños papeles secundarios en varias películas, como el de la enamorada de Ray Milland en el film de aventuras Beau Geste. En sus primeras películas solía interpretar a la rival de la protagonista a quien disputaba el amor del galán. La Susan Hayward que hoy reconocemos no aparecería hasta 1947, cuando protagonizó Una mujer destruida, película en la que daba vida a una alcohólica que veía como su adicción acababa con su matrimonio. Por este papel consiguió su primera nominación al Oscar. La segunda llegaría dos años después con Mi loco corazón, melodrama sobre una mujer atrapada en una encrucijada: descubre que está embarazada el día antes de que Dana Andrews, el hombre que es el padre, parte hacia la guerra.

Gracias a éstas y a otras películas se convirtió en una de las actrices más demandadas de aquellos años. En 1952 John Wayne y ella fueron premiados por la Asociación de la Prensa estadounidense como las dos estrellas más populares del cine en esos momentos. Aunque su fuerte era el melodrama, Susan se movía bien en toda clase de películas, a excepción quizá de la comedia, género en el que apenas tiene títulos en su filmografía. En cambio, rodaba westerns, thrillers, películas de aventuras o cine bíblico y de romanos como David y Betsabé o Demetrius y los gladiadores. En Las nieves del Kilimanjaro cuidaba de Gregory Peck, herido en un safari. Incluso protagonizó musicales, como Con una canción en mi corazón, un biopic de la cantante Jane Froman por la que consiguió su tercera nominación al Oscar, aunque no era ella la que cantaba en el film. “Jane estaba en el set todo el rato y me llevó de la mano. Su voz es la que se escucha en la película, yo solo la doblaba. A veces los chicos cortaban el sonido grabado y, cuando oía mi voz, les gritaba que pusieran de nuevo la grabación porque no soportaba oírme cantar a mí misma”, explicaba la actriz.

La película que Susan Hayward elegía la favorita de toda su carrera era otro biopic: Mañana lloraré, la historia de la actriz y cantante Lillian Roth, que vio arruinada su carrera debido a su alcoholismo. Gracias a este film consiguió su cuarta nominación al Oscar. En la vida real Susan Hayward también tenía problemas con el alcohol. “Cuando tomaba solo una o dos copas, lo cual no era la norma, era una persona vivaz y hospitalaria, pero si pasaba esa línea había un cambio dramático en su personalidad”, contaba su hijo, Timothy Barker. Su éxito en el cine no tenía correspondencia en la vida real y por esa razón la actriz se refugiaba en la bebida. En 1944 se había casado con Jess Barker, un actor de tercera fila que no podía soportar el éxito de su esposa. “El hecho de que tuvieran salarios muy diferentes afectó a su relación. El que mi padre ganara mucho menos para él era una espina en su costado”, decía su hijo, Timothy Barker. Las peleas y discusiones entre la pareja eran constantes y, con los años, fueron a más. El divorcio fue muy tormentoso y terminó con una amarga batalla por la custodia de sus dos hijos gemelos. Toda aquella lucha llevó a Susan Hayward a la depresión, hasta el punto de intentar suicidarse. Afortunadamente una llamada de teléfono de su madre, cuando estaba a punto de perder el conocimiento, le salvó la vida. “Se tomó un frasco de píldoras y lo siguiente que recuerdo es a la policía tirando la puerta y llevándose a mi madre”, recordaba su hijo, Timothy Baker.

Susan Hayward reharía su vida al lado del empresario y ex agente del FBI Floyd Eaton Chalkley con el que se casaría en 1957. Con él encontró al fin la felicidad. Abandonaron Hollywood y se fueron a vivir a una pequeña población de Georgia. El Oscar que la actriz tanto había perseguido llegó al fin en 1958 con la película Quiero vivir en la que daba vida a una asesina condenada a muerte. Sin embargo, a partir de entonces, comenzó su declive. Su incipiente madurez y la llegada de una nueva hornada de actrices en los 60 empezaron a arrinconarla. Sus películas de esa década resultan poco relevantes, a excepción quizá de El valle de las muñecas, donde daba vida a una tirana estrella de Broadway. Además, en 1966, su marido, Floyd Eaton Chalkley, falleció prematuramente. “Tras su muerte mi madre nunca superó el dolor que sentía. Vestía de negro y se convirtió al catolicismo en su memoria. Estaba obsesionada con una persona que estaba muerta”, recordaba su hijo, Timothy Barker.

La actriz perdió todo interés por la actuación. “Creo que he tenido una gran carrera. Hollywood ha sido muy generoso conmigo y pienso que ha llegado el momento de colgar los guantes. Es mejor hacerlo cuando estás en la cima y yo creo que todavía lo estoy. Es hora de vivir un poco”, aseguraba. Susan Hayward estuvo alejada del cine varios años. A comienzos de los años 70 no obstante decidió volver al trabajo. Le habían propuesto protagonizar una serie de televisión. Y entonces los médicos le diagnosticaron un tumor cerebral. En 1956 la actriz había participado en la película El conquistador de Mongolia, en la piel de una princesa tártara de la que acababa enamorándose Genghis Khan, interpretado por John Wayne. La película se rodó en el desierto de Utah, lugar donde se habían realizado varias pruebas nucleares y debido a la radiación que había en la zona, muchos de los participantes en ese rodaje desarrollaron posteriormente cánceres que acabarían con sus vidas, como el propio John Wayne, la actriz Agnes Moorehead, el director Dick Powell o el mexicano Pedro Armendáriz, que se pegó un tiro cuando le diagnosticaron metástasis. Se sospecha que el cáncer cerebral que sufrió Susan Hayward fue también debido a la misma causa.

La actriz luchó con uñas y dientes contra la enfermedad. En 1974 quiso hacer la que sería su última aparición pública, presentando un premio en la ceremonia de los Oscar. Una peluca disimulaba que había perdido todo el pelo y el lujoso vestido ocultaba los apenas 35 kilos que pesaba por entonces. Aunque casi no se tenía en pie le pusieron varias inyecciones que le dieron la fuerza suficiente para llegar hasta el escenario. Charlton Heston la llevaba del brazo. “Yo sabía que estaba mal y necesitó mucho coraje para hacerlo. Sentía un gran dolor, pero no dejó que se notara, como la gran profesional que era”, recordaba por entonces el actor. Unos meses después de entregarle el Oscar a Glenda Jackson, el 14 de marzo de 1975, Susan Hayward fallecía a los 57 años. Dicen que murió tranquila, sin quejarse de su enfermedad ni de que Hollywood la hubiera olvidado. Ella misma lo había dicho en una de sus últimas entrevistas un par de años antes. “La vida ha sido buena conmigo, no tengo derecho a ser infeliz”, aseguraba.

Directo

  • Cadena SER

  •  
Últimos programas

Estas escuchando

Hora 14
Crónica 24/7

1x24: Ser o no Ser

23/08/2024 - 01:38:13

Ir al podcast

Noticias en 3′

  •  
Noticias en 3′
Últimos programas

Otros episodios

Cualquier tiempo pasado fue anterior

Tu audio se ha acabado.
Te redirigiremos al directo.

5 "

Compartir