‘La mujer nueva’, una novela feminista sobre la experiencia religiosa
Carmen Laforet, una de las escritoras más prestigiosas de nuestra literatura, plantea dilemas éticos y morales en su tercera obra

'La mujer nueva', una novela feminista sobre la experiencia religiosa
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Carmen Laforet nació en Barcelona en 1921 y murió en Majadahonda en 2004. vivió de los dos a los dieciocho años en Las Palmas de Gran Canaria. En 1939 regresó a su ciudad natal para estudiar Filosofía y Letras. Tres años después se instaló en Madrid, donde escribió 'Nada', con la que obtuvo en 1945 el Premio Nadal, en su primera convocatoria y se convirtió en la revelación de la narrativa española de posguerra, abriendo nuevos horizontes literarios. Es la autora de numerosos artículos, cuentos y novelas cortas además de las novelas 'La isla y los demonios' y 'La insolación', primera novela de la trilogía 'Tres pasos fuera del tiempo', cuyo segundo volumen, 'Al volver la esquina' se publicó en 2004, tras su fallecimiento.
'La mujer nueva' se publicó en 1955. Es una novela muy compleja que habla de los problemas que surgen cuando una persona madura tiene que enfrentarse a las consecuencias de tomar una decisión de dimensiones éticas y morales. La propia Laforet dijo que señalaba una rebeldía. Es una novela muy sorprendente, muy feminista, que va más allá del trasfondo religioso, evidente.
Diez años más tarde de la publicación de 'Nada', Carmen Laforet da a conocer su tercera novela 'La mujer nueva', galardonada con los premios Menorca y Nacional de Literatura. Su lectura nos lleva de nuevo al estilo innovador de la primera ganadora del Premio Nadal. Para Carmen Laforet, atenta a la realidad, es necesario comenzar a escribir desde un punto de vista de adulto. Continúa pendiente de su medio ambiente social y le ofrece a su público una nueva propuesta literaria, distinta e innovadora, quizá tanto como su primera novela. En esta ocasión, desarrolla su argumento apoyándose en una vivencia religiosa. Por medio de su protagonista Paulina Goya, nos propone una nueva imagen de mujer, diferente a la mayoría de las mujeres de su generación.
'La mujer nueva' ha sido leída casi exclusivamente como el producto de una intensa experiencia religiosa de la autora, lo que no deja de ser cierto. No se acaba aquí, sin embargo, la inspiración del relato, que se articula a partir de una visión profundamente femenina de la realidad. Carmen Laforet escribe como mujer y con voz de mujer. La protagonista no se propone convencer al lector ni se impone ningún tipo de misión evangelizadora. Más que el resultado de una crisis religiosa, como se ha interpretado casi en exclusiva esta novela, tenemos ante nosotros una denuncia social muy notable para su época y apoyada, o, diríamos, camuflada, por su propia experiencia religiosa y por el fervor espiritual experimentado durante esos años.
Como sus protagonistas anteriores, Paulina proyecta la necesidad de marcharse, de mudarse, de buscar cambios. Paulina, y como su título la describe, «mujer nueva», constituye un ansia de libertad, un testimonio de lo que una mujer podría hacer o hubiera sido capaz de lograr de haber tenido valor, o bien si la sociedad se lo hubiera permitido. Paulina es una mujer de mediana edad, que fuma, se separa de su marido, y madre de un niño. Se independiza transitoriamente de ese matrimonio, acomodándose en un piso en Madrid y logra demostrar que es capaz de valerse por sí misma y hacerse cargo de su hijo si fuera necesario, y aún con suficiente espacio, en su vida sentimental, para mantener una apasionada relación amorosa. Dando un nuevo giro a su escritura, Carmen Laforet se adentra en la vertiente feminista de su obra, provocado por sus ideas sobre el papel de la mujer en la sociedad y por sus propias circunstancias vitales.
Desde principios de la década, en concreto en 1951, Laforet comienza a sentir atracción e interés por temas de índole espiritual. Es más consciente del conflicto entre sus necesidades, deseos y ambiciones como ser humano, y la sociedad gris de la que inevitablemente forma parte. En diciembre de 1951, Carmen Laforet le escribió una carta a Elena Fortún donde le decía que iba a reunirse en la iglesia con una amiga: «No lográbamos entendernos en algunas cosas, pero aquella tarde comprendí sus puntos de vista con gran facilidad». Se trataba de Lilí Álvarez, y la reunión se llevaría a cabo en Los Jerónimos. Ya le había dicho a su marido, Manuel Cerezales, antes de salir, que «he quedado con Lilí Álvarez en Los Jerónimos para decirle que me deje de una vez tranquila, que mi alma es pagana y no tiene nada que hacer.» De este trasfondo histórico nace la inspiración para “La mujer nueva”.
Este artículo contiene fragmentos del prólogo de Israel Rolón Barada a la edición de la Editorial Destino.