Millonarios enfurruñados
Hay una superestructura institucional que hace posible sus negocios millonarios y que solo pide a cambio una razonable contribución fiscal. Sí, y a partir de ahí, todo es mejorable

Elon Musk / SAMUEL CORUM / POOL (EFE)

Madrid
Hoy nos cuesta creerlo, pero no hace tantos años la cultura que se generó alrededor del nuevo emprendimiento tecnológico -aquella revolución de las startups- tenía un aroma contestatario contra la hegemonía de las grandes corporaciones que mandaban en la economía mundial y la gerontocracia que las dirigía. Aquellos pioneros de hace menos de treinta años hablaban de que la tecnología digital y una nueva forma de hacer las cosas, más imaginativa e informal, permitirían crear rápidamente nuevos servicios que mejorarían la vida de la gente, serían más baratos y les harían más libres. Era una gran promesa que parecía amenazar la posición de dominio de los empresarios tradicionales de puro y chistera (o de chuletón y rioja gran reserva).
Pero, como todo dura un suspiro en este vertiginoso siglo XXI, hoy vemos que los ponentes más aclamados en las convenciones empresariales sobre innovación y tecnología son precisamente quienes eran la némesis de aquellos chavales gafotas y melenudos del garaje californiano. Los grandes ponentes de ahora son los millonarios de siempre, bien situados en los negocios inmobiliarios y de la construcción, aunque vestidos con vaqueros y sudadera y capaces de citar como su guía espiritual a algún clásico latino.
De alguna manera, es natural. Significa que ha vuelto el orden y que la economía capitalista se sigue ateniendo a sus “fundamentales” de siempre. Sin embargo, esta situación plantea un escenario novedoso, ya que los discursos empresariales más duros parecen encontrar una nueva legitimidad en el espíritu transgresor del que procede la cultura emprendedora de las últimas décadas. No se trata del viaje enloquecido de algunos cibermillonarios hacia esa especie de autoritarismo libertario y antisocial que representa Elon Musk, sino de algo más doméstico y tradicional entre cierta clase empresarial: la queja permanente contra lo público, contra “los políticos” en general, contra el sistema fiscal, contra las políticas de paridad e inclusión, contra el control del Estado, contra la Seguridad Social, contra la mejora de las condiciones laborales… Todo eso que hemos escuchado tantas veces, pero que ahora parece que sirve también para que los jóvenes emprendedores se apunten al discurso de sus “mayores” y aplaudan a rabiar las viejas proclamas.
Siempre hay que prestar atención a lo que dicen las empresas, porque es fundamental que puedan seguir haciendo bien su trabajo para crear riqueza, generar empleo y contribuir al bienestar de todos. Pero no se termina de entender muy bien cómo es posible que personas que han acumulado patrimonios de cientos de millones de euros haciendo negocios digan que en España no se puede prosperar y que se persigue a los empresarios. ¿De verdad les parece poco? Quizás el problema es que están convencidos de que merecen todavía mucho más; al fin y al cabo, comparecen en grandes escenarios y les aplauden más fuerte cuanto más se quejan.
Resulta decepcionante que podamos volver a tiempos que creíamos ya pasados y que algunos directivos empresariales se sientan por encima del contrato social en que está basada una democracia moderna. O que su legítima ambición les impida ver que, si han podido ganar tanto dinero, algo habrá contribuido vivir en un país que tiene una sanidad universal para cuidar a sus trabajadores, con un buen sistema de pensiones públicas, una educación pública (o financiada por el Estado) que garantiza el acceso a todos los niños y jóvenes, que tiene un razonable nivel de seguridad y orden público, infraestructuras de comunicaciones, centros públicos de investigación… Es decir, que hay una superestructura institucional que hace posible sus negocios millonarios y que solo pide a cambio una razonable contribución fiscal. Sí, y a partir de ahí, todo es mejorable.

José Carlos Arnal Losilla
Periodista y escritor. Autor de “Ciudad abierta, ciudad digital” (Ed. Catarata, 2021). Ha trabajado...