Así eran las pruebas de acceso a la Guardia Civil en el siglo XX: distan mucho de las actuales

La creación de la Guardia Civil remonta al año 1844 cuando, por Real Decreto, se crea un "cuerpo especial de fuerza armada de Infantería y Caballería". Durante los casi 30 años que duró el reinado de Alfonso XIII, la Guardia Civil ganó gran protagonismo, tanto en la esfera monárquica como en la sociedad. En su nuevo libro 'El último baluarte de la Monarquía: La Guardia Civil en el reinado de Alfonso XIII', el historiador Agustín Pulido ha repasado el papel y la vida de los guardias civiles en aquella época.

Nacho Ares le ha invitado al último programa de SER Historia para hablar de la percepción de la Guardia Civil a principios del siglo XX y el proceso para ingresar en el cuerpo. En su gran mayoría, casi el 98%, el sistema recluta estaba formado por oficiales del ejército que quería pasarse a la Benemérita, por una mejoría en las condiciones económicas, más que por una mayor proyección, ya que no la tenían.

¿Cómo se accedía a La Guardia Civil en aquella época?

Las exigencias para entrar en la Guardia Civil eran muy exigentes en aquella época, aunque es posible que algunas pruebas ahora resulten totalmente inadecuadas. Uno de los principales requisitos, por ejemplo, era saber leer y escribir, que en aquella época tenía mucho sentido teniendo en cuenta el nivel de analfabetismo de la sociedad, que alcanzaba el 80%. Los reclutas debían cumplir una determinada altura, además de unas condiciones éticas determinadas para que no fueran personas corruptas.

Para postularse a entrar en la Guardia Civil, los aspirantes del ejército se apuntaban en una lista y se les hacía un examen que, según Agustín Pulido, "hoy por hoy sería irrisorio". "Lo único que se le exigía para entrar era saber leer y escribir, las cuatro reglas de matemáticas, las reglas de tres, un escrito al dictado y memorizar unos reglamentos de del ejército y de movimiento, de orden cerrado, e incluso algunas nociones sobre código penal, pero ya está", explicaba el historiador.

Al superar la prueba, los militares accedían a una lista de aspirantes que, en cuanto hubiese disponibilidad y se le requería, ingresaba directamente en el cuerpo y se le destinaba un puesto durante seis meses, bajo la supervisión del comandante. Con el informe favorable del sargento del cabo comandante de puesto, había una revisión por parte del jefe de la línea, que solían ser siempre los tenientes o alféreces en su momento o segundos tenientes y, posteriormente, ya el que certificaba si se ingresaba o no por un compromiso de un tiempo determinado. No se ingresaba de forma indefinida, sino que se ingresaba por periodos de tres o cuatro años, así hasta los 50 años de edad.