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Bruno Dumont: "La Iglesia es como Hollywood, nos dicen qué es lo bueno y lo malo"

El director francés recoge en el D'A Festival un premio a su carrera, siempre al margen de modas y sistemas y presenta su última película 'L'Empire', una parodia de Star Wars

El director francés Bruno Dumont en la pasada Berlinale. Photo: Monika Skolimowska/dpa (Photo by Monika Skolimowska/picture alliance via Getty Images) / picture alliance

El director francés Bruno Dumont en la pasada Berlinale. Photo: Monika Skolimowska/dpa (Photo by Monika Skolimowska/picture alliance via Getty Images)

Barcelona

Más que sobre contrastes, el cine de Bruno Dumont se fundamenta en aquello que nadie espera, que nadie imagina. Por ejemplo, que su última película fuera una sátira de ciencia ficción sobre el mundo actual. L'Empire compitió en la Berlinale de 2024 y puso todas las características de su cine dentro de un nuevo género, el de las películas del espacio, para hablar de conceptos filosóficos y humanos como el bien y el mal, el amor, el deseo y la convivencia. “No había hecho ninguna película de ciencia ficción y me parecía un género interesante que permite abordar preguntas, cuestiones filosóficas. El espacio se presta para eso y me interesaba mucho indagar”, nos dice en una entrevista en Barcelona.

El director francés está en la ciudad para visitar el D'A, festival que homenajea su carrera, por lo que recibirá premio y dará una masterclass. “Lo que más me gusta de mi trabajo es la universalidad, es decir, conocer otras culturas de otros países. De eso se trata el cine, de conocernos”, dice en relación a este premio. Sobre la etiqueta de maestro prefiere alejarse: “Sigo considerándome estudiante. El cine es un arte muy difícil y sigo aprendiendo. Si me pusiera la etiqueta de maestro, dejaría de hacer películas. No es mi caso”.

L'Empire nos sitúa en la Costa de Ópalo, en el norte de Francia, en un tranquilo y pintoresco pueblo de pescadores, donde nunca pasa nada. De repente, nace un bebé especial. El nuevo líder al que se disputan las fuerzas extraterrestres del bien y del mal. Hay espadas láser, hay naves espaciales con forma de catedrales góticas, hay guerras y hay mamporreros, pero sobre todo, nadie es tan malo como para ser el villano y nadie es tan bueno para ser considerado héroe. “Quería cuestionar la estética espacial, que es muy estadounidense, la Space Opera, es toda igual. Siempre es lo mismo. No soy estadounidense, así que quería renovar un poco el género y sobre todo las naves, de ahí que hayamos incorporado elementos de la cultura francesa, como la Saint Chapelle que vuela”, dice sobre uno de los momentos más icónicos del filme que, sin duda, parodia a la saga intergaláctica más famosa del cine. “Star Wars copia al Imperio Romano, así que Star Wars tampoco inventó nada. El género del peplum está debajo de lo que hace George Lucas, las espadas, las luchas… todo eso es muy europeo. Lo que inventó fueron las espadas láser”.

Fotograma de L'impire

Fotograma de L'impire / CEDIDA

Fotograma de L'impire

Fotograma de L'impire / CEDIDA

Dumont nació en Bailleul, una región al norte de Francia que aparece en todos sus cortos y películas. Desde La vida de Jesús, su primer largometraje, estrenado en 1997, hasta L'impire, donde el espacio tiene la luz de las playas norteñas y los jedi el acento de sus habitantes. “Lo complicado del proceso era aunar los dos mundos", se refiere a la estética y los códigos de la space opera y aquella idiosincrasia que ha marcado su cine, paisajes reales y naturales, actores no profesionales, lenguaje coloquial y un humor muy particular.

"La naturaleza es mucho más complicada, porque no es o buena o mala. Mientras, en el espacio es todo más simple, están los buenos y los malos. Tiene que ver esto también con el mundo actual, con esos que están tan seguros de conocer el bien, de la verdad. Romper eso es una forma de cuestionar el mundo de hoy”, explica sobre la ruptura en su película de esa dicotomía entre buenos y malos, que tanto hemos aprehendido del cine de Hollywood. “No es solo Hollywood, también está la Iglesia, la moralidad, nuestra cultura, nuestra educación. La Iglesia católica y el cristianismo son como Hollywood. Dicen qué es lo bueno y qué es lo malo. Es lo que hacen como instituciones, yo prefiero tener una cultura no institucional”. De hecho la tiene. Su cine es de todo menos moralista. "El mundo se ha vuelto muy moralista. Y creo que el cine no debería ser así”.

Su mirada propone una narrativa que se construye desde lo visual, donde las personas son un elemento más del paisaje, que se mueven dentro de él y eso lo retrata la cámara. La realidad aparece en su cine, acentuada por el uso, como decimos, de actores no profesionales, pero huye del realismo social o el costumbrismo. Eso es lo que ha hecho en títulos como La humanidad que fue galardonado en 1999 con el Gran Premio del Jurado en Cannes o con Twentynine Palms y Flandres, de nuevo otro Gran Premio en el festival galo.

Sobre el humor tiene claro por qué lo utiliza. “No me gusta ser demasiado grandilocuente, no demasiado sobre un pedestal, porque el género espacial es bastante pretencioso en sí, al buscar el origen del mundos de las cosas, cae en la metafísica. La idea es romper un poco la dimensión muy filosófica para mostrar precisamente que en lo trágico, en lo sublime, hay algo cómico, y que eso es muy humano”. Sobre los actores naturales explica que obtiene cosas distintas que con los actores profesionales. “Paradójicamente, los profesionales se sienten más impresionados por los no profesionales que al revés”. Dos categorías que se mezclan e esta película, donde vemos a Anamaria Vartolomei, Camille Clottin o Frabrice Luchini. “No sabían quién era Luchini. No lo conocían. Fue divertido, pero sé que es algo que molesta a los actores. No están acostumbrados. Imagínate a Juliette Binoche por la calle y que alguien no la reconozcan. Puedo imaginar que les moleste, que no se atrevan a decirlo, porque es algo que no se puede decir”, bromea Dumont. "A pesar de eso, me gustan los actores, son personas muy particulares, que tienen un ego grande, pero que son muy frágiles, muy conmovedores, también tienen muchos defectos. Con cada tipo de actor trabajo de una manera distinta. Un actor no profesional interpreta en dos o tres notas. Un actor profesional, puede hacer muchas más cosas".

Actores no profesionales poblaron la serie El pequeño Quinquin que apareció en los inicios de esa edad de oro de las series de televisión. Sobre un chico que vive en la granja de su familia en un pueblo del norte donde hay un asesinato. La serie estuvo en Cannes y fue un pequeño fenómeno que aunó a la crítica y al público. "No hice nada", dice Dumont. En realidad, sí hizo. Fue de los primeros directores del cine de autor que se pasó a la televisión “Hay muchos autores que vienen del cine y que se han interesado por las series. Eso es bueno. Yo no tengo esa concepción de que el cine sea sagrado. Esto nos lleva a la cuestión de la autoría. Para mí un autor es el que escribe un guion. De lo contrario, no es autor. Hay muchas personas que se llaman a sí mismos autores, pero no lo son. Un autor es el que ha escrito lo que va a contar. Hay grandes cineastas, pero no son autores. Hay grandes autores que son muy malos cineastas. Es un arte difícil”, explica sobre un tipo de cine que cada vez tiene menos apoyo, incluso, reconoce, en Francia. “El Festival de Cannes sigue apoyando al cine de autor, pero también es verdad que cada vez se está abriendo más a la industria”.

A pesar de que pueda parecer que su cine vive ajeno a la sociedad, sus películas hablan de nosotros, de nuestras luchas internas y externas y también del contexto social y político. Quizá la más evidente en ese sentido fue France, una comedia sobre una periodista televisiva, Léa Seydoux, que le permitía hablar de los medios de comunicación. “Ya mostraba que el mundo está perturbado por las pantallas y que es muy difícil vivir en la vida real", explica Dumont.

“El hecho de que todos tengamos pantallas hoy en día ha cambiado la realidad. La realidad actual está más cerca de la ficción, del cine, por culpa de las pantallas. Eso es inquietante para el mundo contemporáneo, porque es un idioma nuevo. No hay muchos pensadores que nos ayuden a entender el mundo en el que estamos. Y creo que vivimos en la ficción. Es un problema porque la gente piensa ya como si estuviera en un videojuego", añade el cineasta que cree que ahora cuesta más hacer cine. “Ahora es más difícil, porque el mundo ha cambiado mucho, el público ha cambiado, la industria ha cambiado. Pero no hablo desde la nostalgia. Hablo más desde el hecho que creo que ahora hay más uniformidad, tanto en la estética como en la apariencia. Por eso, creo que es más difícil acercarse al público actual.Pero esto no quiero que suene a juicio moral, yo no juzgo a los espectadores”. Sin embargo, ya tiene nuevo proyecto. Será, dice, distinto a todo lo demás.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 

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