El despecho
"En una venganza, revancha o desquite hace falta un enemigo o rival que previamente haya infligido una derrota. El despecho, en cambio, es autónomo. Es un fenómeno onanista. Se refiere a la frustración que acarrea no satisfacer los deseos y a las heridas en la vanidad"

Madrid
Vivimos tiempos interesantes. En un libro muy instructivo, Andrea Rizzi los define como “La era de la revancha”. Otros prefieren utilizar el término “venganza”. En efecto, parece como si grandes sectores sociales en Occidente, representados por ciertos políticos, buscaran el desquite, la revancha o la venganza por las victorias previas de cosas que les molestan. Esas cosas podrían ser el feminismo, la democracia, las leyes o incluso la inteligencia. Qué sé yo.
Quizá todo esto podría matizarse. Quizá algunos fenómenos contemporáneos se ajusten casi exactamente al significado de otra palabra muy sutil. Esa palabra es “despecho”. Se trata de un asunto complejo. Fíjense en la definición que ofrece el diccionario de la Real Academia: “Malquerencia nacida en el ánimo por desengaños sufridos en la consecución de los deseos o en los empeños de la vanidad”.
En una venganza, revancha o desquite hace falta un enemigo o rival que previamente haya infligido una derrota. El despecho, en cambio, es autónomo. Es un fenómeno onanista. Se refiere a la frustración que acarrea no satisfacer los deseos y a las heridas en la vanidad.
Me parece que el despecho puede explicar el ansia de Donald Trump por cargárselo todo. Y puede explicar también otros asuntos mucho menos relevantes. Como esa curiosa demanda, tan cutre, del rey emérito contra Miguel Ángel Revilla. Tiene delito, digamos que el enésimo delito ya que hablamos del emérito, la puñetera demanda.
Miren a su alrededor y verán despecho en abundancia. Lo verán, por ejemplo, en esos ciudadanos que votan contra sus propios intereses, simplemente por rabia o frustración. Lo verán por todas partes. Cuando ponemos los sentimientos por delante de la razón, es fácil caer en el despecho.
Protéjanse contra esa malquerencia tan estúpida.
Me llamo Enric González. Les deseo un feliz día.