‘Un viejo que leía novelas de amor’, una maravillosa novela ecologista

Luis Sepúlveda nació en Ovalle, Chile, en 1949 y murió en Oviedo, en 2020. Es el autor de ’Mundo del fin del mundo’, ‘Nombre de torero’, ‘El fin de la Historia’ o ‘Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar’, el libro de viajes ’Patagonia Express’, y varios volúmenes de relatos, como 'Desencuentros'.

‘Un viejo que leía novelas de amor’ se publicó en 1989. Es una novela deliciosa sobre el respeto a la naturaleza, sobre la estupidez del ser humano, sobre la literatura como salvación y que a la vez cuenta una gran aventura en la amazonia, una lucha a muerte entre un viejo y una hembra de leopardo.

‘Un viejo que leía novelas de amor’ es una novela de amor a la selva, donde existe la dualidad del "mundo nuevo", dominado por el hombre blanco, y el mundo más tradicional, misterioso y mágico. Como dijo el propio Luis Sepúlveda: "En la novela se le permite (al lector) acercarse a un paraíso perdido pero en peligro de extinción, le permite reencontrarse con una forma muy simple de vivir, que es la que tiene el personaje, quien basa su existir simplemente en una cosa que es fundamental: el respeto al otro. Me parece que es un personaje dotado de una gran tolerancia que el viejo entiende que es un leitmotiv para poder vivir ahí".

Como señala Joaquín Medina Ferrer, ‘Un viejo que leía novelas de amor’ se nutre de las experiencias vividas por el propio autor durante el tiempo que pasó en una población shuar en la selva amazónica, y tiene el valor de lo real. Es también una de las primeras novelas que podríamos llamar ecologistas. Una novela que plantea el dilema entre civilización y progreso. En la novela hay una lucha por transformar el entorno para recrear una prolongación del mundo civilizado. Pero el protagonista termina adaptándose y aprendiendo a convivir con el medio y a comprender a los indígenas, que, lejos de ser unos salvajes, poseen una visión del universo propia y un extraordinario conocimiento del entorno en el que viven, con el que interactúan en la aceptación de unas leyes ancestrales que les han permitido sobrevivir y ser felices.

Tal y como indica José Carlos Aranda, hay una evolución en el viejo que le hace transformarse y aprender a convivir con su anterior forma de vida pero desde su conciencia de la realidad profunda que le rodea, una realidad de la que ya forma parte y con la que se identifica. Ya no trata de insertarse en un modelo social que le es ajeno y al que desprecia. Se limita a vivir y dejar pasar el tiempo y a ayudar cuando no hay más remedio. Es entonces cuando aparece la necesidad de la lectura para evadirse de la realidad.