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"En un momento de peligro y violencia, sería capaz de matar": el testimonio del espía español que sobrevivió al infierno de Irak

José Manuel Sánchez Riera, único superviviente del atentado más grave sufrido por el CNI, reconstruye en su libro la tragedia que marcó su vida

La Ventana a las 16h | Entrevista a José Manuel Sánchez Riera, el espía que sobrevivió al atentado de Irak

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Madrid

En una sala de la sede central del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) cuelga una fotografía que resume uno de los episodios más trágicos en la historia reciente de los servicios secretos españoles. En la imagen, tomada el 26 de noviembre de 2003, se ve a un grupo de hombres vestidos de paisano junto a un vehículo, en una carretera polvorienta del sur de Irak. Aquella instantánea fue tomada apenas 72 horas antes de que siete de ellos murieran en una emboscada. Solo uno sobrevivió: José Manuel Sánchez Riera.

Más de dos décadas después, este exagente del CNI, retirado por secuelas psicológicas en 2014, ha decidido contar su historia en el libro Tres días de noviembre. La historia del espía español que sobrevivió al infierno. Un relato crudo, personal, sobre lo que ocurrió antes, durante y después de aquel atentado, y, sobre todo, lo que ha significado sobrevivir a todo ello. Sánchez Riera ha pasado por La Ventana para contar el proceso de escritura del libro y las secuelas que arrastra desde entonces.

El libro no es solo una crónica del atentado, sino un viaje a través del dolor y el trauma. El atentado tuvo lugar el 29 de noviembre de 2003. El vehículo en el que viajaban fue atacado por insurgentes. Riera perdió su arma en la emboscada y fue alcanzado por una bala de rebote. Después, desarmado, salió a la carretera en busca de ayuda. Allí, una turba lo confundió con un americano y estuvo a punto de ser linchado.

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Se salvó de forma inesperada por un hombre que le dio un beso en la mejilla. Ese gesto, en la cultura árabe, significa «te conozco y te protejo». según cuenta el exespía. El episodio, que da nombre a uno de los capítulos más conmovedores del libro, El valor de un beso, marcó esa salvación. "Cuando salí con ayuda ya estaba salvado y no lo sabía. Las circunstancias del Irak de la época daban para que nadie se significara en un sentido u otro. Aquel beso significaba protección. No le conocía ni él a mi. Era un pariente de uno de los colaboradores, de un tipo bastante importante. Él oyó que había un ataque contra occidentales, vio a uno y le dio un beso. No hemos vuelto a hablar", ha explicado.

"Han pasado 22 años. Si este libro lo intento escribir durante todo este trayecto, hubiera salido incompleto. He intentado trasladar al libro los lugares por los que ha pasado mi cabeza, mi familia, mis amigos. Es un homenaje a mis compañeros y a José Bernal, que murió antes y nos marcó el camino", ha dicho sobre la génesis y la pertinencia del libro en este preciso momento. Además, aclara que no se siente un héroe. "Sé lo que soy: un superviviente. Que no es cosa menor. Los héroes son ellos porque venimos del estamento militar porque juramos y prometemos dar nuestra sangre por nuestros valores".

Tras años intentando continuar su carrera, llegó un momento en el que el cuerpo y la mente dijeron basta. "A partir de ese momento nunca duermes bien. Ya asumes que es algo que se incorpora a tu vida, a la normalidad. A partir de ahí empiezan otros problemas, otros síntomas de estrés postraumático. Mi mujer Isabel me dijo que tenía que ir al psiquiatra", ha recordado. Tras un largo tratamiento psicológico, se le reconoció una incapacidad total por estrés postraumático y se retiró con 47 años. Desde entonces, su vida dio un giro. Se trasladó a Valencia, donde preside la Asociación de Víctimas del Terrorismo de la Comunidad Valenciana. Allí encontró un nuevo sentido a su experiencia: ayudar a otros.

Una de las escenas más simbólicas del libro es la de las botas llenas de barro que aún conserva en una bolsa, sin haberlas vuelto a tocar. "El primer día fue horrible. Pasé la primera noche en la base americana y era la persona más culpable del mundo. Después de una experiencia tan traumática, te sale el síndrome del superviviente", ha dicho Sánchez Riera.

Cuando en conferencias en universidades o institutos algún joven le pregunta si ha matado a alguien, su respuesta es compleja. "Un compañero me decía que le había impresionado mi respuesta ante la muerte. En un momento de peligro y violencia, yo sería capaz de matar. Estoy convencido. Eso sí, matar sin esa necesidad me generaría muchos más cargos de conciencia después, porque la situación que se genera es de mucho dolor", ha explicado el exagente.

"No me gusta entrar en discusiones políticas porque no llego a ningún sitio. Pero la idea que queda es que cualquier organismo del Estado o Fuerza de Seguridad somos herramientas al albur político para lo que necesiten en ese momento. Lo digo sin acritud, es así. Otra cosa es la reflexión personal. Si los políticos fueran madres, probablemente no irían a las guerras. Estamos a lo que ellos quieran", ha finalizado Sánchez Riera, hablando sobre la pertenencia a los cuerpos de Seguridad y las Fuerzas del Estado.

Álvaro García-Dotor

Álvaro García-Dotor

Periodista cultural. Redactor en La Ventana.

 

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