Tarifando
A Trump al menos tenemos que agradecerle que, merced a sus políticas económicas, hemos aprendido una nueva palabra en inglés

Ignacio Martínez de Pisón: "Tarifando"
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Madrid
A mí, como al del chiste, me da igual que suba la gasolina, porque siempre pongo treinta euros. Lo que me fastidia es que, cuando la gasolina baja, ni al del chiste ni a mí nos beneficia en nada, precisamente porque siempre ponemos treinta euros…
Sí, lo admito, ese es mi nivel de conocimientos de economía, no muy superior al de Copito de Nieve o Donald Trump.
A Trump al menos tenemos que agradecerle que, merced a sus políticas económicas, hemos aprendido una nueva palabra en inglés. Ahora todos sabemos que arancel en inglés se dice tariff. Más o menos como tarifa, una palabra árabe que pronto pasó al español, francés e italiano y que desde aquí reenviamos al inglés. Arancel, tarifa, tariff: más fácil, imposible.
También el vocablo arancel viene del árabe. Sí, arancel, esa palabra viejuna, demodée, antañona, rancia, trasnochada, periclitada, obsoleta, caduca, desfasada, decimonónica como los barcos de vapor… ¿En pleno siglo XXI hay algo más anacrónico que los aranceles?
Como diría Von Clausewitz, los aranceles son la continuación de la guerra por otros medios. A lo mejor por eso el que se ha llevado el peor castigo ha sido Vietnam, ese remoto país comunista que hace cincuenta años humilló a la gran potencia norteamericana.
Nota mental. Según la Real Academia el verbo tarifar, además de “aplicar una tarifa”, significa “reñir con alguien, enemistarse”. Está claro que Donald Trump no le hace ascos a ninguna de las dos acepciones.




