Cuando los aranceles convertían el queso de bola en un artículo de lujo

Madrid

Hay una palabra que acapara la actualidad: aranceles. Quienes tenemos una edad recordamos cuando España no pertenecía a la Comunidad Económica Europea que era el precedente de la UE. Pasar el día en Andorra para comprar radiocasetes, ropa de marca o deportiva. Pero también productos de alimentación como quesos de bola, mantequilla, leche en polvo, azúcar, galletas danesas o whisky de importación, como recordamos con la directora de la Ser en Andorra, Marisol Fuentes.

Hay algunas cosas que todavía hoy salen más baratas como la cosmética y la perfumería de lujo. O el tabaco que por la baja fiscalidad es mucho más barato que en Francia o España. Pero, en general, ya no hay tanta diferencia de precios nos comentan nuestros compañeros de Radio Ser Principat de Andorra. Carlos Rosell y Arnal Sanllehy nos cuentan que ahora son los andorranos de clase media y trabajadora quienes cruzan hacia la Seu d'Urgell para comprar en las grandes superficies que ha abierto allí. Les sale más a cuenta por el precio, pero también porque al regresar a Andorra pasan por el Tax Free y les devuelven el 21% de IVA.

Muchas veces no pasan, luego, por la oficina de impuestos andorrana para pagar el Impuesto General Indirecto, el IGI, que es del 4'5%. Les sale a cuenta. La especulación urbanística y la construcción de pisos de lujo hacen que los andorranos haya visto subir el precio de la vivienda durante los últimos años. Eso hace que reduzcan el presupuesto para la compra y opten por pasar la frontera y llenar sus maleteros cada semana.

¿Pueden ser la guerra arancelaria una oportunidad para replantear el sistema de producción y consumo?

Lo primero que nos preguntamos es que si finalmente se produce la guerra arancelaria ¿subirán los precios de productos de consumo habitual? ¿Sería factible volver a una situación como la que hemos recordado al principio? Carles Manera es economista especializado en historia económica en la Universitat de les Illes Balears. No puede imaginar un escenario así, pero lo que es seguro es que "no tendríamos tan a mano un lugar cercano donde comprar productos más baratos".

¿Puede ser el encarecimiento de los aranceles lo que cambie el sistema y lo haga más sostenible? A esto reflexiona el economista que "no todo se trata en producir de otra forma, que es muy importante insumos que no sean tan agresivos con el medio ambiente, evitando combustibles fósiles, etcétera sino también la manera que tenemos de consumir". Por ejemplo: "nosotros comprarnos un teléfono móvil cada año y medio porque ha salido el último modelo, pues es un acto que hay que pensárselo claramente en un escenario como el actual.

En cada uno de nuestros teléfonos móviles hay más de 30 minerales, algunos de ellos en peligro de extinción, por llamarlo de alguna forma. De tal forma que consumir de esa manera tan compulsiva, pues implica agresiones directas e indirectas al medio ambiente. O sea que no solo es producir de otra forma, también los consumidores tenemos que actuar de otra manera". A ver si van a ser motivos económicos y no medioambientales los que cambien el paradigma económico.

"Las mujeres se escondían los quesos de bola en las tetas" para pasarlos por la frontera

Anna Font nos recibe en su casa de Andorra. Vive en un edificio que es para toda su familia. Todo el mundo la conoce porque su madre "La Pereta" tenía una pequeña tienda cuando Andorra La Vella y Les Escaldes eran dos pueblitos en un valle pirenaico.

Ella simboliza el paso de una economía rural y casi autárquica al comercio más salvaje con calles enteras de tiendas y centros comerciales a pie de carretera nada más cruzar la frontera. Anna nos cuenta, entre risas, como las mujeres con poco pecho se metían "los quesos de bola en las tetas, así llevaban dos ahí y otros dos en el bolso" que eran los que podían legalmente pasar. Ella recuerda la época en que estaba de 7 de la mañana a 12 de la noche en la tienda, que luego fue un supermercado donde vendían, entre otras cosas, las vajillas duralex que se pusieron de moda.

A sus 88 años se lamenta de que ahora Andorra no le gusta tanto, ese progreso le impide ver desde su balcón "su montaña". "Antes siempre salía por la mañana y la saludaba, bon dia montanyeta, ahora esta mole no me deja verla. Pero, bueno, la vida es como viene no como tu quieres que sea", dice resignada.